Mauricio Ramírez Núñez
Académico
El presidente de la República Popular China realizó una visita histórica a la Federación Rusa el pasado 20 de marzo. La primera desde que estalló la aguda crisis de seguridad en Ucrania en febrero de 2022. El presidente Xi Jinping fue recibido con todos los honores, respeto y cordialidad que ha marcado las relaciones entre ambos países desde hace ya muchos años. Dicha visita está cargada de un gran simbolismo, ya que Rusia fue el primer país que visitó tras ser elegido presidente de China hace diez años. Ambos mandatarios tuvieron un espacio para el intercambio de criterios sobre el buen estado de sus relaciones bilaterales, la situación geopolítica global y otros temas, donde hubo una gran convergencia respecto a los puntos de vista discutidos.
El presidente Xi expresó sus agradecimientos al líder ruso por las felicitaciones enviadas ante su reelección presidencial en el pasado XX Congreso del Partido Comunista de China en octubre de 2022. Dijo, además, estar convencido que el pueblo ruso seguirá brindando firme apoyo al presidente Putin. Los dos dejaron claro que trabajan en conjunto en favor de un mundo de carácter multipolar, así como por una democratización de las relaciones internacionales. Respecto a la situación en Ucrania, el presidente Putin dijo que Rusia aprecia a China por mantener consistentemente una posición imparcial, objetiva y equilibrada, y defender la equidad y la justicia en los asuntos internacionales trascendentales. Rusia ha estudiado detenidamente el documento de posición de China sobre la solución política de la cuestión de Ucrania y está abierta a las conversaciones por la paz. Rusia da la bienvenida a China para que desempeñe un papel constructivo al respecto.
Además de estas declaraciones, los dos presidentes concluyeron que se están produciendo cambios en la geopolítica mundial que no se llevaban a cabo desde más de cien años, lo que muestra que las relaciones entre Pekín y Moscú son una base sólida para la estabilidad internacional y del orden entrante. Algo que vale la pena resaltar fue el término que usaron para llamar a esta relación bilateral: una Asociación de Coordinación Estratégica Integral en la Nueva Era. Llama la atención en especial por los conceptos de estratégica, integral y nueva era, los cuales muestran al mundo que la multipolaridad ha pasado de la teoría a la práctica, y que la cooperación integral, entiéndase multidimensional y multinivel, en el marco del pragmatismo y el respeto a la soberanía de cada pueblo, es el ingrediente clave en ese proceso de democratización de las relaciones internacionales.
Esa nueva era es la multipolaridad y el florecimiento del jardín de las civilizaciones, como ha llamado el presidente Xi. Sin embargo, aún existen algunas resistencias, especialmente por parte de occidente colectivo, que se empeña en defender un orden internacional de carácter unipolar, con una globalización mal administrada que vive sus tiempos accidentales; el colapso del Estado de bienestar, una mayor acumulación de riqueza en pocas manos, mayor exclusión social y brechas cada vez más amplias, a las cuales se les suman las digitales, que empiezan a detonar peligrosas fragmentaciones y polarización social, dando como resultado fenómenos políticos de carácter populista no siempre bien encaminados.
Por ello tanto China como Rusia avanzan con acciones en otra dirección. China ha planteado su visión de una comunidad de destino compartido, en el que el desarrollo no sea visto como una competencia donde unos ganan y otros pierden, sino que busque ganancias compartidas en la cual todas las partes ganen y se vean beneficiados. Para ello han puesto al servicio de la humanidad grandes proyectos como la Franja y la Ruta, la Iniciativa de Desarrollo Global y la Iniciativa de Seguridad Global, ésta última porque bajo la filosofía china, para que haya desarrollo justo debe haber paz y seguridad. Rusia por su parte, ha condonado más de 20.000 millones de dólares de deuda a países africanos y además se ha comprometido a suministrar gratuitamente alimentos a los países necesitados de África si no prorroga el acuerdo de transporte de granos en 60 días.
Tanto China como Rusia se auto perciben como naciones que han trabajado arduamente para superar las cadenas históricas del colonialismo y el imperialismo occidental, que, aunque con historias y caminos diferentes, se han enfrentado a estos y han logrado revitalizar sus respectivas naciones, un trabajo aún no acabado. Por esa razón se muestran conscientes ante los problemas en el sur global y vienen haciendo esfuerzos para dar facilidades al desarrollo a esta parte del mundo, que son dos terceras partes de la humanidad. Eso sí, no marcan la ruta ni imponen sus condiciones ideológicas, políticas o culturales, dejan el espacio abierto y respetan los valores y cosmovisión de cada pueblo para que elija su propio destino. La creación de los BRICS, la Franja y la Ruta o la Iniciativa de Desarrollo Global son ejemplos concretos de esa búsqueda no solo de caminos alternativos, sino de suministrar el acceso al sur global al desarrollo sin las condiciones históricas muchas veces abusivas de occidente.
En definitiva, el mundo requiere de un nuevo marco para la gobernanza global, la actual crisis en Ucrania muestra que el viejo andamiaje creado después de la Segunda Guerra Mundial ya no es garantía de paz, seguridad y estabilidad. Para avanzar en esa dirección China y Rusia lideran los esfuerzos internacionales para fortalecer y practicar el verdadero multilateralismo, superar la mentalidad de Guerra Fría que subsiste, rechazar el hegemonismo y la política de la fuerza, y buscan impulsar una recuperación económica global postpandemia para promover el fortalecimiento de la multipolaridad del mundo que permita una reforma adecuada para mejorar dicha gobernanza y su institucionalidad.
Estamos atravesando una crisis paradigmática que requiere de una nueva manera de comprender el mundo, algo así como una especie de “reseteo”. En estas crisis es natural que surjan retos, pero también oportunidades a la cuales de ninguna manera se pueden cerrar las puertas. América Latina y el Caribe son parte del sur global y deberían tomar nota de todos estos cambios que se están llevando a cabo, mirar sin prejuicios ideológicos de épocas pasadas a estos actores y pensar desde los propios intereses nacionales, con pragmatismo y soberanía, poniendo como centro el bienestar común del pueblo y no solo el de pequeñas élites que imponen su voluntad, sin tomar en consideración otra cosa que no sean sus intereses particulares.