Mochileando voy: cápsula uno

Nos  fuimos  de  perfil bajo a la  zona de Perez Zeledon, dominio en especial destino de  los  turistas, muchos  extranjeros.

Nos brinda el común denominador de carreteras con uno o dos cráteres, que nos hacen recordarle la “madre” a uno que otro individuo, desde Cartago, subiendo el Cerro de la Muerte. Disfrutamos plácidamente de la naturaleza, y respetamos la debida demarcación e  inversión social en caminos y carreteras, ciertamente una nota quizás  9 de 10. Recuérdese que esa inversión en mucho obedece al Impuesto a los combustibles que usted y yo  pagamos.

Enrumbado hacia Dominical, hacemos una parada técnica en un gran almacén de  abarrotes y es de esperar, mucho extranjero, principalmente del vecino país del Norte,  laborando  para el inversor de  dicho establecimiento, lo  que asumimos  como “bueno”.

La carretera hacia Dominical está muy bien, y ya en el lugar nos aprestamos a conseguir hospedaje.

Luego nos dirigimos a consumir proteína, y nos recomiendan un lugar, que resultó ser un  Restaurante de emprendimiento familiar, de hace no menos de 25 años atrás, y luego de  alimentarnos, pues se cancela y no nos sorprende… el dato le llega a su teléfono o  correo… pagamos con tarjeta por supuesto, para dejar en evidencia el pago, pero “y la factura”,  disculpe somos regimen simplificado,  ahhh…sorry

El mismo evento en diversidad de negocios, algunos ni ingresamos porque se ven inalcanzables, mejor comprar  algunos  insumos  personales, para  pernoctar.

Lo que  pasó en la noche, se nos  olvidó, tenemos mala memoria; todo sano, nada de qué  arrepentirse o reprochar.

Continúa el  día siguiente, nos  levantamos a  desayunar, nos  vamos  a  buscar al azar el posible lugar a elegir, pues observamos un lugar que tiene soda y además ofrece hospedaje, pues nos vamos “jugando el  chance” y nos  sentamos y desayunamos como cosacos, ciertamente, elegimos un gran lugar, buena “cuchara” y aseado y excelente  atención. Un  negocito  familiar, donde el mesonero, es un joven estudiante de la UNED en  agronomía, y estudia mientras se  lo permita, la  clientela.

Después del gran desayuno, pagado con dinero personal, con tarjeta, seguimos a la  espera de la factura, pero bueno, la idea es  ver  la conducta del emisor, seguimos caminando, ya  indio comido… 

Vamos y observamos lo que parece ser un gran boulevard, casi 700 metros, donde una  gran  cantidad de artesanos, y  comerciantes, ofrecen  diversidad de  productos y pues, no  compramos, ropa de uso “playero”, en apariencia de origen colombiano, se ventila,como ropa recién lavada y los souvenir en mesas, confirmamos que esto es de todos los días, ahí se instalan como un mercado de oferta y demanda, hasta no nacionales venden sus artesanías o tiliches… Mucha mujer ocupa los asientos detrás de las mesitas y todo  promovido, parece ser con el consentimiento de la cámara de  turismo local, para ofertar,  no obstante, no vemos nada de tecnología, que asegure la emisión de las facturas  correspondientes y preguntar  mucho, pues es de cuidado papi…