Nuestros fondos de pensiones: otra vez en territorio tormentoso

Luis Paulino Vargas Solís

En los últimos días han circulado las noticias sobre la quiebra del Silicon Valley Bank, un banco estadounidense de tamaño medio, muy vinculado al sector tecnológico, en especial las llamadas “startup” -o sea empresas innovadoras relativamente nuevas y pequeñas- aunque, según parece, también tiene nexos otras más grandes. La cuestión ha inyectado temores, lo mismo en el sector financiero que en el tecnológico, con repercusiones a escala mundial.

El banco sufrió lo que podríamos tipificar como una clásica “corrida de depósitos”, que lo dejó sin liquidez y lo empujó a la quiebra. El hecho de que la clientela estuviese concentrada en el sector tecnológico, facilitó que los rumores negativos se extendieron con mucha rapidez y potenciaron el comportamiento en manada que precipitó el derrumbe. Pero esa es la parte anecdótica. Todavía hay muchas interrogantes en el aire, pendientes de ser contestadas.

Uno de los problemas que terminaron por asfixiar a este banco, tuvo que ver con el peso de sus inversiones en bonos de largo plazo de la deuda pública estadounidense, cuyo valor ha caído a causa del alza en las tasas de interés, que la Reserva Federal (el banco central estadounidense), ha promovido como respuesta frente a la inflación, según prescribe el recetario de la ortodoxia económica. De ahí surgen algunas inquietantes preguntas: ¿hay otros bancos que enfrenten situaciones de similar fragilidad? ¿Cuáles, cuántos?

Toca darles seguimiento a los acontecimientos. De momento quisiera destacar lo siguiente: la quiebra de este banco está desatando amplificadas turbulencias, lo que está empujado las bolsas de valores a terreno negativo y provocando pérdidas significativas. Y, entonces, necesariamente debemos pensar en nuestros fondos de pensiones, los cuales en los últimos años -y destacadamente desde el segundo semestre de 2020- incrementaron sus inversiones en el extranjero.

El año pasado se registraron enormes pérdidas. En los últimos meses la situación tendía a estabilizarse. Había la esperanza de iniciar, quizá en unos meses, un proceso de recuperación que, inevitablemente, duraría años. Lo que está ocurriendo a nivel mundial en estos momentos -cuyos reales alcances son aún inciertos- podrían significar que la pesadilla vuelve, que la tormenta arrecia de nuevo.

¿Volveremos registrar fuertes pérdidas en los próximos meses? No podemos descartarlas, como es seguro que seguirán campeando la impunidad y la alcahuetería que protegen a Rocío Aguilar, a la SUPEN y a quienes administran nuestros ahorros.

Urge un cambio en la normativa que regula los fondos de pensiones ¿Quién se atreve a impulsarla?