Carlos Meneses Reyes
Mary Mona fue una gran anfitriona y guía turística en mi viaje a Medellín. Pasó por mí en una esquina por detrás del Hotel Nutibara. Tenía más de treinta y cinco años de no verla, con su tez blanca, ojos azul verdosos y el otrora cabello rubio, ya teñido de rojo oscuro.
Debimos abordar el Metro en el Parque de Berrío. Algo caótico de un espacio público invadido, congestionado, de informalidad, microtráfico, prostitución y olor nauseabundo. Mi primer raciocinio crítico consistió en sentenciar que un Metro elevado aumentaría las calamidades en Bogotá DC.
Para subir a la Estación del Metro sentí que me agarró de mi pretina y dijo: – «ande que así no le esculcan el morral». Cada día salíamos temprano a iniciar el recorrido turístico y ella en estricto método y explicación me indicaba la ruta de los buses. – «súbase a este; bájese aquí«. Todo armonioso y yo le contestaba, para estimularla: «gracias, compañera activista consecuente».
Fue al tercer día que me dijo: -«ya es el tercer día que le he indicado lo del bus«. Acto seguido agregó: -«por esta calle nos vamos a subir, ¿en cuál bus?«. No supe contestarle. Y luego: – «por esta otra calle nos subimos, ¿en cuál ruta?». No supe contestarle. Fue por eso que exclamó: – «Vamos a llegar a la Plaza Juanes, que se lo he repetido más de 4 veces» (ya inventa, me dije) y lanzó esta rápida pregunta: -«¿en cuál Estación estamos en este parque?«. Yo atiné a responderle, como buen alumno, tal como leí en el bus: «Estación Metro» . Ella sin alterarse, replicó: – «Nooo. Estación Tri” …y yo cual alumno aplicado complemente: ¡Tricentenario!, y ella con oronda satisfacción asintió: -«así es y no se le olvide, ¿no? «. Desde ese momento continué diciéndole: «Si, compañera maestra consecuente».