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Etiqueta: Abdulfatah Sasa

Alocución de Wajiha Sasa Marín en el Día Internacional de Solidaridad con Palestina y homenaje al Dr. Abdulfatah Sasa Mahmoud

Jueves 29 de noviembre de 2023
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional
Wajiha Sasa Marín. Cónsul honoraria del Estado de Palestina en Costa Rica

Buenas noches

Muchas gracias a todas y todos por su presencia esta noche y un agradecimiento especial a la Red de Solidaridad con Palestina, a sus dirigentes y activistas por organizar esta actividad, por recordar a mi papá y honrar su legado en esta causa que es ahora la causa de la humanidad, la situación de Palestina.

Como les he dicho en muchas ocasiones Palestina y su causa descansa en los hombros de personas como mi papá y cómo ustedes, que no han cesado y no han perdido oportunidad para recordarle a nuestro país que la causa palestina sigue sin resolverse. Hoy hace 76 años, justamente el 29 de noviembre de 1947, las Naciones Unidas aprobó la resolución 181 donde se propuso la partición de Palestina. Esta resolución es ya de por sí injusta, pues sin consentimiento de su población partía el territorio palestino en dos partes: más de la mitad para que los judíos -que Europa no protegió- formaran su propio Estado y, el resto para los árabes palestinos originarios de Palestina.

Esa partición marcó el inicio de la catástrofe del pueblo palestino Al Nakba. Catástrofe que no ha cesado desde entonces y que se ha agudizado de formas apocalípticas en los últimos 53 días. En la NAKBA se desplazó violentamente a tres cuartas partes de la población originaria de sus tierras y con esto se inició la crisis de refugiados más prolongada de nuestros tiempos. Una crisis que, insisto, continúa sin resolverse. Esta historia la vivió mi papá.

Con tan solo 7 años fue expulsado de su casa, a la fuerza, por el incipiente ejército israelí y los grupos sionistas que se creyeron desde entonces y hasta ahora, dueños del privilegio de despojar a la población palestina de todos sus derechos y todas sus pertenencias materiales e inmateriales. Mi papá siempre nos contaba cómo los sacaron de su casa, sin poder llevarse nada, sin siquiera poder ponerse sus zapatos, en pantuflas, con lo que tenían puesto. Esta experiencia marcó su vida para siempre y lo impregnó de ese halo de nostalgia y añoranza que llevan consigo los migrantes. También lo comprometió para siempre con su tierra, con la justicia, con la verdad y con la resistencia para que al menos nunca le robaran su voz, bronca y firme, para gritar al mundo lo que sucedía y trasmitirlo allá a donde fuera. Hoy, 29 de noviembre, día designado por Naciones Unidas como el día internacional de solidaridad con el pueblo palestino, que coincide en esta ocasión con uno de los momentos más oscuros de su historia, coincide también con la primera vez que lo conmemoramos sin él. En nombre mío y de mi familia les reitero nuestro agradecimiento por dedicar esta conmemoración a él.

No podríamos estar mejor acuerpados que por ustedes quienes le acompañaron siempre a levantar su voz, a mostrar las injusticias, a saltarse los muros y cercos que la arrogancia de la fuerza ocupante, Israel, impone en todos los rincones de nuestro planeta y que ahora, en su ausencia, han asumido ustedes con el mismo ahínco y tenacidad. Como él, ahora ustedes le prestan la voz a ese maravilloso pueblo, dignificando las vidas de todas las personas de Palestina, denunciando, presionando y saltándose los cercos mediáticos y los silencios cómplices. Por todo eso ¡muchas gracias!

Abdulfatah Sasa Mahmoud nació en Jaffa, Palestina, el 28 de agosto de 1940. Ya en 1948 enfrentó la persecución y discriminación que ejercían los inmigrantes europeos contra los habitantes palestinos. Siendo niño se vio obligado a huir de la persecución sionista. Con su familia huyó en 1948 hacia Jordania donde arribaron como refugiados después de caminar muchos kilómetros por tierras y poblados, durmiendo en inhóspitos parajes, sin más cobijo que el cielo y su enorme fe, viviendo en primera persona el inicio de esta cruel e inhumana situación, la cual aún aguarda por una solución.

La defensa de los derechos del pueblo palestino, la denuncia de las arbitrariedades y abusos de los sionistas contra los palestinos, la lucha contra la desinformación, los prejuicios y los mitos alrededor de lo árabe y del Islam, fueron tareas de su vida. Lo hizo siempre, desde muy joven, donde estuviera. Cualquiera que tuviese relación con él se empaparía de conocimientos sobre su fe y sobre la causa palestina y admiraría su amor por su tierra, por su cultura y su religión. Quien lo haya conocido y, compartido un rato con él, habrá probado su café, su hummus, su maqluba. En su casa, en la universidad, en la mezquita.

Abdul Fatah Sasa fue ante todo un humanista. Dedicado, entregado y comprometido con su familia, sus amigos, sus paisanos, sus pacientes, su tierra, con los más necesitados. Fue justo, solidario, generoso, responsable y sobre todo coherente porque conectaba sus principios de vida con las consecuencias que esto implicaba. Vivía como manda el Islam. El verdadero. No ese que han querido manchar con fanatismos. Habló y educó sobre su tierra, sus costumbres y su religión, con cualquiera que se interesara por aprender. Cualquiera que le conociera era capaz de entender esa fe en su esencia, pues vería reflejados sus valores y principios de forma coherente y humana.

Si mi papá estuviera aquí, como hace un año, conmemorando este Día Internacional de Solidaridad con Palestina, no podríamos aguantar su sufrimiento. Yo no podría ver sus hermosos y profundos ojos verdes marcados por el dolor de ver a su pueblo masacrado.

Siempre nos dijo que ni una sola generación palestina se ha salvado del flagelo de la guerra, que cada una ha presenciado y soportado horrores en sus cuerpos y en su tierra, que todos los palestinos, sean los de Cisjordania, los que están en Gaza, los que viven en campos de refugiados e incluso los árabes con pasaporte israelí, durante décadas, han sufrido despojo, desplazamiento, negación de derechos, destrucción y muerte, ninguna generación ha podido escapar. Y a pesar de toda esta desgracia colectiva, el sabría y nos diría que es la actual generación la que más dolorosa y traumáticamente ha sufrido. Quizá incluso más que la suya propia, aquella expoliada y expulsada de su tierra en 1948. Nos diría que esta generación es la que ha visto como se reducen sus tierras a mínimos inimaginables. Es la que ha sido víctima de las más atroces vejaciones por parte de un sionismo desbordado y barbárico, el cual actúa con total impunidad y complicidad, de una comunidad internacional ya consolidada y organizada, normada por un derecho internacional que Israel y sus poderosos aliados manipulan a su antojo.

Si mi papá estuviera aquí, trataría con todas mis fuerzas y les pediría a ustedes que le contáramos lo que está pasando, a nuestro modo. Le contaría que su amada bandera adorna las calles de todos los países del mundo en solidaridad con su pueblo y con su causa. Que las “Hathas”, como él les llamaba, cubren las cabezas y cuellos de decenas de miles de personas alrededor del mundo, denunciando la injusticia y pidiendo justicia, exigiendo el fin de la ocupación y la opresión israelí, pidiendo una Palestina libre. Le contaríamos que por fin se cayeron los velos. Que Israel mostró su verdadera cara y que nadie cree ya en esa retórica de la supuesta “legítima defensa”. Que no le han permitido ampararse en su manipulación y que se ha quedado sin argumentos para justificar su limpieza étnica. Omitiríamos, eso sí, que esto se debe al ataque brutal e inhumano que ha emprendido Israel contra la Franja de Gaza desde hace 53 días movido por la venganza, contando, como hasta hace pocos días, con el respaldo de una gran mayoría de países, justificando su actuar hasta que, las imágenes de devastación y la cantidad de asesinados ha superado las expectativas y la tolerancia de la complaciente Europa y un poco de Estados Unidos.

Si mi papá estuviera aquí le contaría que por fin se están diciendo las cosas por su nombre. La ONU habla de ocupación, de limpieza étnica, de genocidio de libro, para referirse a lo que sucede en Palestina. Condena categóricamente el castigo colectivo del pueblo palestino por parte de Israel, señala que la comunidad internacional debe estar unida para exigir el fin de la ocupación y el bloqueo de Gaza y clama por avanzar de manera resuelta e irreversible hacia una solución biestatal, sobre la base de las resoluciones de la ONU todavía no cumplidas.

Le contaría, para ver sus ojos brillar, que Israel está siendo llevado ante la justicia, pues cientos de abogados alrededor del mundo, así como algunos países, como Sudáfrica, le han denunciado penalmente.

Claro que no le diríamos que ha sido obvio el genocidio en curso ejecutado por Israel, transmitido en tiempo real, azuzado por la narrativa de degradación de los palestinos, llevada a cabo por los ministros israelíes, llamándoles animales, prometiendo arrasar y dejar en cenizas a Gaza, lo cual han cumplido a cabalidad. No le contaríamos que se trata de una segunda NAKBA, una catástrofe quizás más cruel y brutal que la primera. No se lo contaríamos porque no quisiéramos verlo sufrir con amargura.

Si mi papá estuviera aquí le contaría que sus amados nietos Abdul y Arwa están a punto de graduarse. Que ya no quedan más que pocos días para cerrar un ciclo de sus vidas. Ella su vida preescolar. El, ya entrando a la adolescencia, con su voz fluctuando y un incipiente bigote asomándose sobre su labio, cierra su paso por la primaria. Le llenaría de imágenes de estos niños felices, con sus futuros por delante, para que no se enterara de los más de 6100 niños palestinos cuya vida les ha sido arrebatada por Israel y a los miles a quienes en los últimos 53 días les ha arrebatado a sus familias completas, sus extremidades, sus ilusiones y les marca con la desdicha de un futuro incierto.

Si mi papá estuviera aquí podría cargar a Arwa y ser cómplice de sus travesuras y darle dulces cuando nadie los viera, mientras le cuenta historias de cuando él era pequeño. Pero tendríamos que alejarlo de todas las noticias para que no viera a los padres y abuelos palestinos cargando a sus hijos y nietos sin vida, colocándolos en bolsas, fotografiándolos para tener un recuerdo aunque sea ya muertos.

Aunque yo no quisiera que mi papá estuviese aquí, observando con sus ojos verdes generosos y su tierna lucidez, todos los horrores de esta apocalíptica y catastrófica situación.

Yo quisiera que mi papá esté en la Palestina de sus sueños. Caminando por Jerusalén, rezando en la mezquita de Al Aqsa, comiendo naranjas en Jaffa, bajo la sombra de los olivos de Nablús, donde frente al mar los niños crezcan libres y eleven papalotes, donde los abuelos sentados en las aceras de Khan Yunis, puedan contar la historia a sus nietos. Esa historia abominable, la cual se transformará con el amor, el calor, la solidaridad y la dignidad del pueblo palestino, en manantiales de paz y libertad para sus próximas generaciones.

Y que esté seguro mi papá, allá en el Paraíso de su Islam amado, de que nosotros aquí seguiremos clamando justicia por Palestina siempre. El camino abierto por él, para hablar de Palestina en Costa Rica, permanecerá y así se reconocerá su valor, su cultura y su historia, la cual transmitiremos a los más jóvenes tal como él nos enseñó a nosotros y que prestaremos a Palestina nuestros brazos y nuestras voces, para que continúe resistiendo y luchando por su dignidad.

De Palestina para Costa Rica y de Costa Rica para Palestina. El Doctor SASA

Rafael Ángel Sánchez

En el presente escenario mundial de condena a los regímenes de Israel-EEUU así como a sus cómplices de aquí y de allá por su actual genocidio de la Nación Palestina, hemos vivido la más reciente fecha de un 29 de noviembre; la cual, hace 46 años fue declarada como Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo de Palestina por parte de las Organización de las Naciones Unidas. Un día para como bien se ha dicho, conmemorar mundialmente la causa nacional más universal. En nuestro caso, a pesar de la Costa Rica pacífica y democrática donde cada vez más personas duermen o prefieren “ver para el ciprés”. Un inmoral silencio de complicidad extendido hasta los niveles oficiales e inclusive académicos. Pero dichosamente en este país, todavía existen costarricenses que, como dijera Simón Bolívar, desafiando escollos hasta de instancias públicas persiguen “preservar su honor intacto”; y quienes con sus acciones han dicho presente. Es el caso del Colectivo denominado Red de Solidaridad con Palestina, cuyos integrantes convocaron y llevaron a cabo un concurrido, solemne y hermoso evento, no sólo por lo que representa y conmemoró, sino también porque tuvo como fondo, honrar la memoria y obra de un palestino-costarricense de profundas convicciones y coraje:

El doctor ABDULFATAH SASA MAHMOUD, quien según el Registro Civil nació en Palestina un 28 de agosto del año 1940, y lo decimos nosotros, el amor no sólo lo trajo a Costa Rica, sino que, con la naturalización como costarricense al contraer nupcias con la profesora y escritora Flora Eugenia Marín Guzmán, dieron origen a la familia de su vida. A la vez, como gran profesional y persona íntegra que fue, contribuyó sin descanso en el campo de las ciencias médicas de este país como médico cirujano, obstetra, ginecólogo y de la medicina laboral. Sólo Imaginemos, durante décadas cuántas madres asistidas y niños vieron la luz de este mundo por primera vez con el apoyo de sus conocimientos y devoción. Pero no fue sólo ésta importantísima área de la salud su ocupación profesional, también nuestra cultura recibió sus aportes como profesor de cultura y lengua árabe en la Escuela de Lenguas modernas de la Universidad de Costa Rica; y en tiempo extra, con incansable energía no desaprovechó espacios en los que, con base en su amplio conocimiento por sus vivencias e incesante estudio, se le invitara a exponer sobre la heroica lucha del pueblo palestino y su contexto geopolítico. Por lo tanto, es innegable que también en este país ayudó a enriquecer nuestra visión de mundo.

Durante la segunda mitad de los años 70 del siglo anterior, gracias a mi vida laboral como empleado en el Hospital San Juan de Dios, tuve la dicha de conocer a este gran hombre quien ahí trabajaba, y de conservar su gratitud por siempre, pues cada encuentro nunca dejó de ser motivo de un saludo cargado de afecto y alegría. Obviamente esa era su virtud en el trato a los demás y sin duda alguna, una razón del por qué, gozaba de singular simpatía, el cariño y la admiración del personal hospitalario. La imagen que mejor recuerdo de él en su desempeño la describo así:

El emblemático y también Patrimonio Arquitectónico de Costa Rica desde el año 1994 Hospital San Juan de Dios, con excepción de los edificios conocidos como de medicina y al menos en esos tiempos, poseía una infraestructura mayoritaria de tres niveles, en el primero y con frente al paseo Colón, estaba ubicado el servicio de emergencias, y en el tercero, a una considerable distancia y ubicación opuesta, casi frente a la avenida segunda, se localizaba la sala de partos. A la entrada a esta sala, había una oficina desde donde los encargados de atenderla debíamos confeccionar el ingreso administrativo de las madres que, por su condición de parto, con relativa frecuencia y obvia situación, en lo inmediato al ingreso por el servicio de emergencias, la lucha contra el tiempo por las vidas en riesgo, demandaba siempre una maratónica interna hasta la sala de partos.

De manera que, no es extraño imaginar que durante cada carrera de ese tipo y especialmente en los horarios nocturnos, el bullicio que se generaba entre los dolores de un parto a punto de ocurrir, las animaciones del médico acompañante y la camilla rodante; al oficinista en guardia no lo dejara de impresionar para no decir que asustarlo. Y aún más, cuando se trataba del doctor Sasa, por obvias razones de los acentos y las entonaciones de su voz propias de quien el español no es su lengua materna, más esto mismo unido a la pasión que él impregnaba en el ejercicio efectivo de la profesión; aunque para el funcionario hospitalario fueran situaciones cotidianas, los nervios de este escribiente y obligado espectador siempre experimentaban alzas. No obstante, el aparente escándalo, en términos de segundos se convertía finalmente en desbordante felicidad una vez escuchada la primera expresión del nuevo habitante de este mundo; y luego, la habitual sonrisa y algunas frases tanto de satisfacción como de agradecimiento por parte de este profesional protagónico en el alumbramiento, al despedirse de la madre y el personal de la Sala.

Hasta esos momentos de vivencias hospitalarias, este servidor no conocía de otras luchas del doctor Sasa. Sin embargo, pocos años después, ya no en el Hospital mencionado, sino ahora en una edificación de especialidades médicas del Instituto Nacional de Seguros (INS) y en ocupación similar, parte de mi desempeño, era preparar el expediente clínico y documentación afines para las consultas programadas a cada médico especialista, entre los cuales, también se encontraba el doctor Sasa. En dicha función me acostumbré a identificar el nombre del doctor como Abdulfatah Mahoumed Sasa, y no a como lo describe el Registro Civil; debido a la disposición de un sello que así confeccionaron y había que estamparlo en los documentos nuevos que sobre la consulta específica se adjuntaba al expediente. Y quizás por una especie de curiosidad de niño, cada vez que lo imprimía se me hizo costumbre determinar en el mismo lo grande que era como grande fue su persona; así como, diferenciar entre nombre y apellidos.

Pero esa, no fue digamos que algo así como la anécdota más recordada con él dentro del INS, pues en alguna fecha que no preciso si del año 1983 o 1984, lo cierto sí es que fue durante la administración gubernamental 1982-1986. Un período en cual, para los que somos más viejillos, recordamos que la conducta mayoritaria del costarricense con respecto a la Revolución Sandinista, experimentó un giro radical y opuesta a la precedente 1978-1982; una detestable situación que, con pocas excepciones se ha mantenido casi que hasta nuestros días y teniendo como protagonista principal al titular de la casa presidencial. Sucedió que, probablemente a iniciativa de las mismas instancias de gobierno, para un determinado día se empezó a promover en todo el país y su población, masivamente por los medios de comunicación lo que denominaron “un minuto por la Patria”; pues esta, según tales voces, se encontraba fuertemente amenazada por las fuerzas del mal representado por el “régimen Sandino-comunista de Nicaragua”.

Por lo tanto, llegado el día y la hora fijada 12 md, en los centros de trabajo y otros lugares de actividades con presencia de personas por todo el país, se debían suspender ocupaciones, ponerse de pie y en coro cantar el himno nacional al son del repique de campanas de iglesias y sirenas por todas las emisoras radiales y televisivas; más otros ruidos. Llegó el día y hora y así sucedió, en mi centro de trabajo todos los funcionarios se concentraron en la sala de espera de pacientes con quienes en el momento indicado conjuntamente cantaron el himno nacional, y por lo escuchado, fervorosamente finalizaron con vivas a la Patria y muerte a los representantes del mal. Pero, antes de volver a sus puestos, identificaron que en la escena hubo dos “traidores”: uno este servidor, y el otro un médico que les parecía comunista.

Les confieso que por mucho rato permanecí silencioso en el escritorio y casi que inmóvil, escuchando con tremendo susto el “patriotismo” de los compañeros. Pocos días después, se acercó a mi escritorio el doctor Sasa y sin decir por qué, pero sí con cierta malicia, preguntó si el día del bullicio me había pasado algo; a lo cual le respondí que no más de un susto. Su respuesta fue: “pendejos, a eso y mucho más puede llevar la ignorancia, pues no saben y probablemente tampoco les interese, conocer lo que es sufrir vejámenes como tener que hasta beber su propia orina, observar asesinar a familiares, o ser despojados y expulsados de sus tierras hacia el extranjero donde no eres nadie con su más legítimos documentos de identidad, pues no se los validan”. Varias cosas más platicamos en ese momento y en otros encuentros posteriores. Y confieso, con él entendí mucho más de lo poco que conocía de Palestina y las infinitas razones del coraje con que defendía su causa. Por ejemplo, hace aproximadamente diez años, en el programa “Sobre la Mesa” del Canal 15 UCR, ante una pregunta de la periodista Natalia Rodríguez respecto al tema “Siria y juegos de poder en Medio Oriente” sobre el cual exponía junto a otros invitados respondió:

“La sangre no se borra así con un poco de agua o un poco de jabón, eso queda para siempre, especialmente para quien según su mentalidad no olvida a sus muertos y trata siempre de buscar la venganza para ellos; por eso, siempre queda ese odio grande en el corazón de todos los árabes y en todos los países árabes por los muertos que hemos tenido”.

Tan sólo a partir de lo que describo, concluyo que, el doctor Sasa fue un hombre que durante su existencia física cultivó con su lucha los principios supremos por la vida y la justicia. De manera que, al reseñar esta modesta semblanza, traigo a mi memoria la histórica y sin igual referencia que, para todos los tiempos pronunciara Fidel en uno de sus discursos cuando entre mucho más señaló: “…revolución es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y la ideas…”

Y finalizo creyendo o más bien imaginando sin ninguna duda a la equivocación que, si una de las pasiones del doctor Sasa fue poner sus manos y conocimientos al servicio de la mayor ternura del mundo: los niños, así como de sus madres, cómo estaría hoy su corazón con lo que en estos tiempos sucede a los niños de Gaza. Los niños, a los que también su esposa Flora Eugenia, con ángeles y marionetas abraza con exquisitez en sus obras.

Homenaje para Abdulfatah Sasa en el Día Mundial de Solidaridad con el pueblo palestino

El Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional, la Red de Solidaridad con Palestina en Costa Rica y el Movimiento Popular Costarricense han organizado el acto homenaje al Dr. Abdulfatah Sasa, ilustre ciudadano palestino radicado en Costa Rica desde la década de 1970 y hasta su muerte en febrero de este año, quien a lo largo de su vida realizó importantes contribuciones culturales a la sociedad costarricense y destacó como un constructor de la paz entre los pueblos.

La actividad tendrá lugar en la Sala de Conferencias de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional, el próximo día 29 de noviembre, a las 7:00 pm, en el marco de la celebración internacional del Día Mundial de Solidaridad con Palestina.

El Dr. Sasa llegó a Costa Rica en condición de refugiado, teniendo que abandonar su tierra natal, expulsado con su familia, junto a cientos de miles de palestinos más, por la ocupación del territorio palestino, en la denominada «NAKBA». Aquí se radicó y contrajo matrimonio con una distinguida intelectual de nuestro país, la señora Flora Marín, y con ella fundó una honorable familia. Ejerció como médico especialista en la Caja Costarricense de Seguro Social y en el Instituto Nacional de Seguros, como docente en la Facultad de Letras de la Universidad de Costa Rica, donde enseñó árabe por muchos años, y también laboró en otras instituciones de enseñanza de la medicina en el país.

Además, el Dr. Sasa destacó por su empeñó en fundar y desarrollar en el país -en el marco de nuestra tradición cultural de diversidad y respeto a la libertad de pensamiento, creencias y religión- el primer templo musulmán, la Mezquita de Omar, en Goicoechea, provincia de San José.

Hasta sus últimos días, el Dr. Sasa procuró informar y denunciar la situación que por 75 años ha vivido el pueblo palestino, y propiciar la solidaridad del pueblo costarricense con la lucha de este noble pueblo, por existir y obtener los plenos derechos como pueblo y como Estado libre, independiente y soberano, y obtener su esperanzada, merecida y ansiada paz.

Solidaridad con Abdulfatah Sasa

Red de Solidaridad con Palestina

En noviembre del año pasado la figura emblemática de la causa Palestina en Costa Rica participó en el Acto organizado por la Red de Solidaridad con Palestina para el día Mundial de Palestina.

Abdulfatah Sasa (Dr Sasa) llegó a Costa Rica después de estudiar medicina en Europa y habiendo tenido que huir, cuando era niño, de la limpieza étnica y de la usurpación del territorio palestino por parte del «sionismo» israelí.

La Palestina donde el Dr Sasa había nacido y sus ancestros habían vivido toda la vida, había sido ocupada a sangre y fuego por población judía que bajo la ideología y organizaciones terroristas sionistas fue traída de Europa especialmente y bajo el objetivo, con sostenimiento económico, financiero y militar, del imperialismo norteamericano para contar con una base militar de gran escala en el estratégico Medio Oriente.

El Dr Sasa, además de trabajar en el Hospital San Juan de Dios por muchas décadas hasta su jubilación, trajo a Costa Rica la voz, acallada y desconocida aquí, de la otra «verdad» que Israel y los gobernantes pro sionistas del país siempre ocultaron. La Palestina usurpada por el proyecto sionista de construir un Estado sobre una nación, un pueblo y un territorio que no les pertenecía, expulsando, apropiándose ilegalmente de sus tierras y como hemos visto en las últimas décadas, fragmentando y reduciendo a «bantustanes» (como hicieron los racistas en Sudáfrica) cada vez más reducidos por la instalación de colonias y expansión de las mismas, contra toda ley y condena internacionales, incluyendo la desobediencia de resoluciones de la misma ONU y sus reiteradas condenas.

Hoy nos embarga un gran sentimiento de solidaridad con el Dr Sasa y su familia, porque el Dr Sasa está librando una lucha con la tenacidad y convicción por la vida que siempre lo ha caracterizado, ante un quebranto serio de su salud. Es nuestro deseo que el Dr Sasa pueda salir airoso de esta difícil situación y le hacemos llegar nuestra voz de afecto, ánimo y fuerza para que se recupere.

En la primera imagen el Dr. Sasa está con Marcela Liñieiro de la Coordinación de la Red de Solidaridad con Palestina en el acto del 29 de noviembre de 2022 en la Casa de la Cultura Bolivariana. En la segunda imagen el Dr Sasa estña junto a Pablo Hernández de la Red de Solidaridad con Palestina y se dirige a la audiencia el 29 de noviembre de 2022 en dicho acto.