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Etiqueta: San Valentín

La vida es como un tango, si te equivocas por un paso en falso, sigues bailando…

Caryl Alonso Jiménez

Al Pacino, en el papel del excoronel invidente Frank Slade, en uno de los dialogos cumbre de la cinta, “Perfume de mujer” (1992), dejó para la historia cinematográfica, una de las frases que titula esta columna. Pero seguramente, Oscar Picardo en su próximo libro (2025), explicará mejor los comportamientos emocionales y sus efectos en el tiempo… hoy es un relato que me compartió un pasajero de vuelo.

Bien dicen que todo acontecimiento por su grado de incidencia en la historia es capaz de marcar los actos emocionales de los individuos y colectividades… son esos comportamientos que emergen de vez en cuando…

Resulta que hace unas semanas en un periplo de retorno a Guatemala, el capitán anunció que, por arena de erupción volcánica, que podría poner en riesgo el vuelo, y por decisión responsable se desviaría hacia otro aeropuerto en el sur de México.

Hicimos una extensa y agotadora espera de ingreso en migración. Justo coincidí con un viajero, parco pero sonriente, eran notables ya esos emblemáticos rasgos del tiempo, entrado en esos pasajes de la vida donde se es forastero en todos los espacios que restan para el trayecto… y dónde cada minuto cuenta. No lo percibí amargado…

Siempre me pareció que algunos viejos somos la síntesis de esas llamas que no se apagan con los años; por el contrario, es una especie de puente en cualquier circunstancia. No estaba en esos estados de soledades tormentosas, por el contrario, era amigable.

La aerolínea alojó a los viajeros en diferentes hoteles de Cancún esa noche. Con rara gentileza ofrecieron una cena nocturna. Aproveché esa soledad para repasar agendas y nuevas propuestas de trabajo. Pero, sin más, fui gratamente abordado por la presencia del mismo caballero de horas antes. Puedo, me dijo. Y se sentó en la mesa y sin mediar, como en esas urgencias de confesión de último minuto. –Hoy hace cincuenta y dos años, que en un encuentro inesperado me dijeron, -No es lo que parece…

Entendí que había una curiosa necesidad de hablar. Me compartió una de sus más reservadas historias. Son esos relatos que quedan en los baúles íntimos del tiempo, que no se abren sino por razones emotivas que claman por emerger.

Imagina, me dijo, -Se me derrumbaron todas aquellas emociones donde cada sentido, cada mirada, cada imagen, resulta ser el sueño sublime de un instante eterno-.

Siguió en ese soliloquio que recuperaba tiempo, fechas y circunstancias. -He vivido estos años con ese relato, me dijo. -Con la paciencia del viejo que es capaz de construir en la mirada puesta en lontananza esos destellos que fijan retratos en el tiempo…

Siguió la charla con voz apagada. -Era una noche de primavera a principios de los años setenta, venía de un viaje de la ciudad y debía ser un encuentro destinado a florecer después de una ausencia que la distancia imponía. -Esa noche había llevado conmigo una pequeña rosa y había leído para ese día, “Los versos del capitán”, de Pablo Neruda.

Había abrigado cada momento para uno de los encuentros que debía marcar la historia de mi vida… recitaría sin temor a lo trivial y cursi, todo aquello que mi memoria pasional era capaz de repetir públicamente.

Me acerqué a la acera y sin más sobresalto escuché la frase: ¡No es lo que parece…! Esa noche y durante años me pregunté, ¿Qué es lo que debía parecer entonces…? Por años arrastré esa pesada interrogante, que me repetí en viajes, en noches de dudas, y también en cafés. Era ese golpeteo en una frase que me acompañó largo tiempo.

-Te imaginas, guardé todos estos años aquella historia, donde su ausencia me delataba muros insalvables… donde su existencia cubría el paisaje. Era eso, tomar la mano de la heroína que tenía la sabiduría para revelar las más nobles y poéticas emociones… Alguna vez me sentí protegido por su pensamiento, sus palabras, sus pasiones y hasta sus versos que venían en telegramas que hacían cantar los ríos…

-Pero hoy, cincuenta y dos años después, ya no tiene ninguna importancia, excepto porque después de todo, pude encontrar en la vastedad de los pinos del mundo, todo aquello que se quedó atrapado en uno de los veranos de aquel pueblito. En la charla final, pude notar que lo cubría un sentimiento extrañamente de triunfo…

Nunca supe su nombre, se levantó y se fue esa noche. No lo encontré en el vuelo de la mañana siguiente… Pero su historia terminaba en un triunfo que los años habían añejado en la nostalgia del momento. Son esas verdades que solo quienes alguna vez se conmovieron por pasiones juveniles lo conocen… y al parecer, dentro de sus muros quedaba resguardaba una historia que emergió para liberarlo.

Ya durante el vuelo y alcanzar la velocidad de crucero a cuarenta mil pies de altura, por alguna razón recordé al visitante de la noche… miré por la ventanilla el inmenso mundo por delante. Sentí una hermosa liberación emocional… y me repetí, esa es la magia de la vida… como un tango, si te equivocas por un paso en falso, puedes seguir bailando…

El origen del Día del Amor y la Amistad

Vladimir de la Cruz

El amor es quizá el sentimiento más importante que caracteriza a los hombres y mujeres de todas las culturas, que lo han experimentado como afecto, pasión o placer, y que puede expresarse de distintas formas. El amor es la expresión de intensas atracciones emocionales y también sexuales, expresiones que no necesitan un día para vivirlas; que se pueden vivir todos los días, y de manera igualmente intensa, viva y vehemente.

En nuestra cultura occidental se le ha asignado una fecha para exaltar este sentimiento y esta práctica social. Es el 14 de febrero. Durante muchos años se le celebraba como el día de los enamorados, que evolucionó a la celebración del Día de la Amistad, que tiene hoy un impacto comercial más amplio y muy destacado. Se sacó, de esa manera, del ámbito personal o familiar para darle un contenido mucho más amplio socialmente.

Al amor en las diferentes culturas siempre se le ha dado un lugar muy especial, porque se produce por nuestra propia naturaleza humana, por nuestros propios impulsos, por una hormona que tenemos, la oxitocina, la que se conoce como la hormona del amor, que provoca este sentimiento que llamamos amor, a la que se asocia la hormona vasopresina que es la que se dice reguladora de las relaciones monógamas duraderas.

Con el amor también se dan los sentimientos de pertenencia y conexión en el bienestar emocional de las parejas, que contribuyen a la autovaloración y la autoestima de las personas. El efecto que se produce de esta manera libera la sustancia química llamada dopamina que activa en el cerebro los sistemas de recompensas. De esta manera, la liberación o segregación de la dopamina por el sistema endocrino, provoca, en la corteza cerebral la manifestación fisiológica que conocemos como el enamoramiento, que es el momento que expresa la liberación de las distintas hormonas asociadas a este sentimiento, la dopamina, la oxitocina, la serotonina, la testosterona, los estrógenos que generan a su vez la sensación de felicidad eterna, o la de la idealización amorosa de las personas.

La oxitocina se estimula con los simples contactos físicos, masajes, abrazos, toques entre las personas o parejas que produce lazos de pertenencia y sensaciones de bienestar. Así, el Amor responde a una “química” de nuestros cuerpos. De allí también las expresiones de que “tenemos química”, que se dicen las parejas o los seres que se quieren, que se aman, o se sienten enamorados, que agitan sus feromonas, las sustancias químicas que secretamos para provocar comportamientos de atracción con otras personas, que pueden indicar disponibilidad, compatibilidad y libertad sexual.

El elemento de la naturaleza que se asocia al Amor es el fuego, que se asocia a la pasión romántica, a la atracción física, al motor que impulsa las acciones humanas. En colores, el rojo y el azul son los que se asocian al amor. El rojo de la misma manera que a la alegría, a la energía, al poder, al deseo o la sensualidad y la lujuria, color que se usa mucho en las prendas íntimas de vestir, en la lencería. ¿Acaso, no se exaltan las mejillas sonrojadas? El azul a la armonía, la amistad, la confianza, el respeto, el cariño y a la paz que produce el amor.

El amor en las antiguas culturas se celebró y se le rindió culto como sentimiento y pasión. El amor es también la relación afectiva de confianza, de respeto, de lealtad, de sinceridad, de solidaridad, de compromiso y de entrega sin implicar necesariamente impactos o encuentros amorosos o románticos. El amor no descansa solo en el encuentro sexual, también se da en la intensa y segura compañía de las personas que de esa manera conviven y se reconocen.

Como práctica social se vive en grupos familiares, de amigos, de trabajadores, con las personas con quienes compartimos muchas cosas en común.

Como día de la Amistad se ha tratado de darle una cobertura más amplia que como Dia del Amor. Esto lleva a celebrar este día en establecimientos comerciales, en sitios de trabajo, de estudio, en el hogar, en los sitios educativos, con las parejas de cada persona y con sus seres queridos, cercanos y lejanos.

Sirve la fecha para intercambiar mensajes, saludos, regalos, compartir comidas.

En las culturas antiguas como la Griega el amor lo entendían como un acto que había dado origen a la creación del mundo. Hesíodo, poeta griego, del siglo VIII A.C., consideraba que el mundo se había creado de la formación, primero, del espíritu del amor, de Eros o Cupido y la Tierra, Gea. Luego, de la unión de Erebo, la oscuridad, y de Nix, la noche, surgieron Eter, el cielo claro y Hémera, el día. Gea, por su propio poder, produjo a Urano, el firmamento que la cubría, al igual que a las montañas y al mar.

Eros, considerado el más joven de los dioses comenzó a agitar el mundo, y todo lo que en él había, juntando todas las cosas en parejas. De estas primeras parejas, Urano y Gea, cielo y tierra, surgieron los seres que poblarían el mundo, titanes, gigantes, cíclopes, como el resto de los seres. Así, los griegos concibieron la creación del amor desde el caos de los elementos, que opuestos, se preparaban para recibir la humanidad.

Eros representaba para ellos el deseo de amar. Como figura masculina acompaña siempre a Afrodita o Venus. Es el que inspira la atracción afectiva entre los distintos seres, es el que mezcla, une y varía las distintas especies.

Afrodita o Venus, considerada la diosa del amor en el sentido más amplio de la palabra, se le asocia también a lo que es bello, noble y sublime. El amor se pensaba era lo que unía la tierra, el cielo y el mar. Se le hacía acompañar de Eros, las Gracias, las Horas, Himeros, que es el dios del deseo del amor, de Potos, el dios de las ansiedades del amor y de Peito o Suadela, el del suave discurso del amor. Afrodita presidía la vida del matrimonio y sus ceremonias.

Por su parte, en la Roma antigua, se realizaba cada año una fiesta dedicada a la fertilidad o lupercalia, que se hacía en honor al Dios Lupercus, cada 15 de febrero, lo que celebraban desde el siglo IV A.C.

Acostumbraban, los romanos, como rito de iniciación, introducir en una caja nombres de jóvenes mujeres para que los muchachos, al azar, sacando sus nombres, las tuviesen durante todo el año, hasta la siguiente celebración.

Durante más de 700 años practicaron esta costumbre en Roma, hasta que bajo el gobierno del emperador Claudio II, en el 270 D.C., con motivo de las guerras y la necesidad de la movilización de jóvenes y hombres para las mismas, se dispuso, por edicto, prohibir matrimonios de gente joven o en edad de incorporarse al ejército. Así se tendrían varones disponibles para las guerras. Además, consideraba el Emperador que los soldados casados no se desempeñaban como los solteros, ya que el separarlos de sus familias los afectaba.

Por tal motivo, en defensa del amor, de la pareja y del matrimonio, el Obispo Valentín de Interamma invitó, retando al emperador, a las jóvenes parejas de novios, o de enamorados, que le visitaran en secreto para casarlos y unirlos en el sacramento del matrimonio.

El Obispo consideraba los decretos imperiales indignos. Estimaba el acto de amor como una cualidad de la libertad del hombre, tanto para amar a Cristo como para realizarse en matrimonio.

Cuando el emperador se enteró, primero trató de persuadirle de que se le aliara y sirviese a los dioses romanos, pero el Obispo Valentín, aferrado a su fe, con profunda convicción y voluntad, no renunció a sus creencias, por lo que ordenó que se le encarcelara, apaleara, lapidara y decapitara en el 273 D.C., un 14 de febrero.

Esta situación fundamentó que la Iglesia Católica le declarara Mártir del Amor y se oficializara el día de San Valentín como el de los enamorados, junto a la celebración pagana del día de la fertilidad o de la lupercalia, que se celebraba en honor al dios Lupercus.

Cuenta también la leyenda que en la cárcel, esperando la ejecución de su sentencia, se enamoró de la hija del carcelero, llamado Asterio, que padecía ceguera, produciéndose el milagro de la recuperación de su vista. Se despidió de ella enviándole una nota firmada «de tu Valentín», lo que dio origen a la costumbre de obsequiar tarjetas, en este día.

Una forma de expresar el sentimiento del amor y el cariño es el abrazo entre las personas. La mejor forma de hacerlo, cuando se abraza al ser querido, a la pareja, a los hijos, a los padres y madres, a los familiares, a los amigos, a los compañeros de trabajo o de estudio, es abrazarlo por el lado izquierdo del pecho, de manera que, de esa forma, se toque el pecho del ser querido o estimado y, de esa forma, los “corazones”, de ambas personas, “hablen”, “se saluden”, se “toquen” o “abracen”.

Esta es la forma cómo deben realizarse los abrazos cuando se dan con estos sentimientos profundos de Amistad y de Amor, un día como hoy, y cualquier día del año, porque el sentimiento del amor y de la amistad se pueden celebrar todos los días del año, en nuestras relaciones cotidianas.

No hay que esperar un año para expresar estos sentimientos tan profundos e importantes, cada 14 de febrero. Hoy, ahora, puede hacerlo, Prepárese para ese abrazo especial pecho con pecho, corazón con corazón.

SanCalentín Emo

Macv Chávez

Después de haber contemplado unos días extremadamente intensos pienso en los anuncios publicitarios de la trilogía del amor sanvalentinesco, es decir, en el 13, 14 y 15 de febrero, donde el 13 se viste de un tono surrealista o norrealista, de cualquier forma en ambos extremos se encuentran los témpanos de hielo, según mi profesora de la escuela, donde todavía las y los amantes eran consideradas como personas frías, sin corazón, capaces de destrozar lindos hogares y parejas bonitas -al menos eso decía el floro barato de una sociedad todavía ignorante, ahora ya solo es mediocre-, porque el 14 representa al día del gran derroche de amor, motivo por el cual la mayoría de parejas se quedan con una espiritualidad famélica los 364 días del año, debido a que todos los te amo hecho acción fueron entregados el día de SanCalentín Emo, perdón, San Valentín, donde los más embriagados del amor romántico son los hoteles, restaurantes, florerías y condones, por la inmensa muestra de amor que fluye en las ciudades y países que celebran dicha festividad, esa que no deja de engordar los bolsillos corporativos hasta transformar el 15 en el día del libre negocio de las píldoras del día siguiente, pruebas de embarazo, aguita de calzón para atrapar al ser querido y uno que otro amarre para engatusar a las más inocentes románticas y a los más incautos galanes, entre tantos otros mejunjes que sirven para atrapar la lotería del amor romántico, olvidando que casi todos son incentivados por la enfermedad socialmente aceptada, al que yo llamo el síndrome de febrero, aunque otros lo llaman amor.
Esta celebración nos sirve para darnos cuenta de cuán doméstica es la masa y, por ende, cuán vacía es la sociedad civilizada, aunque debería llamarse suciedad, en vez de sociedad, porque nos mostrará la evidente falta de amor propio que existe en la mayoría y con la cual la masa que mueve el mundo se embarra el ser. Bueno, masa que se deja mover por el sistema para mover el mundo hacia un punto específico del desarrollo o evolución malformada del hombre, casi como antiguamente se movían los esclavos por voluntad del emperador, rey o patrón, porque lastimosamente el hombre (varón, mujer y todos los demás) no ha aprendido a ser.
Por otro lado, me gustaría poder decir como la masa, que anda repitiendo que el día de San Valentín es para celebrar el amor -porque la amista también implica amar-, pero afirmar dicha cosa es asegurar una mentira, porque aquello que la gente llama amor es solo una respuesta biológica ligada a la necesidad de afecto y, por ende, también a la sexualidad del hombre, que es inherente al ser como animal que somos, y por eso podemos ver que algunas mascotas responden afectuosa o cariñosamente ante determinada muestra de interés o afecto que le muestra su amo o los amantes de los animales. Por ende, quien dice que quiere estar con alguien, o sea tener una relación, y dice que no quiere tener sexo simplemente está mintiendo a la otra persona o a sí misma, porque toda relación amoroso no amical conlleva al uso de la sexualidad, ya que es la forma en la que las personas se entregan a plenitud, salvo que sean personas asexuales, porque en ellos no existe dicho deseo, algo que es inherente a su ser, a su composición biológica, tan igual como se da en las amistades con ese tono de hermandad, donde el deseo sexual desaparece de ambos seres, debido a que genéticamente ninguna de las dos personas huele a deseo sexual para la otra persona, y es así cómo se desarrollan la mayoría de amistades entre varones y mujeres, de forma instintiva, simplemente por pura ausencia del olor sexual ante la otra persona.
Entonces, como iba diciendo, el amor que tanto se profesa en estos días no es más que un impulso instintivo de una necesidad biológica, esa que se intensifica con los avisos publicitarios del síndrome febrero, donde existe una necesidad desesperada en la gente, la masa, de encontrar pareja para no sentirse solos, dolidos, sufridos, despechados y demás términos en masculino y femenino que usan para los que andan sin pareja durante ese día, para los solteros románticos que buscan desesperadamente al amor.
Debo confesar que este escenario desesperado lo he podido contemplar desde que era un niño, cuando las chicas volvían con su ex a pesar de que la relación ya había fracasado, de una a más veces, sin ver ni verificar la existencia de cambios o mejoras positivas en la otra persona, simplemente retornaba al tormento solo por oír frases como “lo extraño”, “lo amo”, “me necesita” y demás tonterías que suelen servir de justificantes para una inminente reconciliación, mostrando una vez más la falta de amor propio, ese amor que es el principal responsable de que dicho día festivo sea tan paupérrimo de ser, celebrando un famélico amor, un desnutrido y hambriento amor, uno que nunca llega a saciarse porque no sabe alimentarse, motivo por el cual va de un lugar a otro, girando en un círculo vicioso, donde se repite la misma historia de amor fracasado, solo que con otro nombre y otro rostro, debido a que se inicia una relación de amor bajo las mismas modalidades de siempre, es decir, sin tener conciencia de sí ni de quién es en sí la otra persona, simplemente viendo las cualidades de escaparate que uno suele mostrar cuando quiere conquistar o enamorar a alguien, algo que es parte del apareamiento animal, es decir, simple y pura necesidad biológica, mero sentimentalismo barato o simple sensación física, nada más animal, solo que desde la apariencia de lo humano.
Ahora sí, empecemos a analizar ¿qué es el amor según San Valentín? Un mito, un mito que buscó justificar la promoción de la fertilidad bajo el sutil disfraz de la eliminación de prácticas salvajes ante los ojos moralizadores de los fanáticos del dios bueno y todopoderoso que todo lo ve y que nada hace, -porque es un dios tan poderoso que no necesita hacer nada para defender su honor ante los amantes de la manipulación espiritual, quienes usan su nombre para enriquecerse a costa de los pobres ilusos, como lo hacían antiguamente los reyes y demás ladrones de la historia, como lo hacen hoy los políticos,- logrando iniciar de ese modo la legendaria historia de San Valentín, esa que con el tiempo se transformaría en SanCalentín Emo, debido a que el amor se ha convertido en una pretexto o justificante para tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, sin la necesidad de asumir el compromiso del matrimonio religioso que implicaba tener la voluntad propia amenazada por el temido fuego del infierno -según la publicidad religiosa que conmovía a los grandes suicidas de la historia familiar-, cosa que nos puede hacer decir que hoy el SanCalentín Emo puede ser considerado como un acto rebelde o revolucionario ante lo religioso, ese que suele ser opresor y represor, motivo por el cual todavía seguimos viviendo en sociedades -o con personas- indudablemente esclavas o reprimidas, pasando de guatemala a guatepeor, debido a que el hombre en vez de ser racional se está convirtiendo en más animal, porque va por la vida en piloto automático, logrando actuar dentro de “las libertades modernas”, sin darse cuenta que es simplemente guiado por el instinto animal y no racional, como un buen animal doméstico.
Y esta es la razón por la cual las personas en estos tiempos modernos van de una relación a otra, logrando responder a Neruda su pregunta: “¿Es verdad que las golondrinas / van a establecerse en la luna?” Sí, en esos campos minados de la nada, de vacíos existenciales, con ese pensamiento incapacitado para razonar y descubrir las razones del ser, estar, querer y amar que son los cimientos de una relación amorosa, esa que empieza en uno para ir al otro. Siendo este el modo de cómo se transforma una relación de amor en una mera utilidad emocional, solo para satisfacer la necesidad sexual como la emocional, y por eso yo lo llamo SanCalentín Emo en vez de San Valentín, debido a que las personas que dicen amarse solo ven el amor como la idea de vivir algo bonito con la otra persona, tan igual de lindo como cuando vemos a los animales apareándose por mera predisposición biológica, sin caer en ese sentido trascendental que tiene en sí el amar, simplemente por ser un sentimiento o acto netamente humano, porque el amor no es un sentimiento sensitivo o instintivo, sino racional, debido a que uno lo mira, contempla, analiza y decide, razón por la cual la persona que ama entrega lo mejor de sí para sí y para el otro, acorde a su conciencia, sin actos de doble moral, sin ir en contra de la dignidad humana en sí, motivo por el cual no puede hacer daño ni dañarse, debido a que ese amar nunca va por encima ni por debajo del otro, sino en igualdad y equilibrio del ser libre y consciente, algo que debemos aprender antes de querer darnos a otros, para poder saber quiénes somos, de lo que somos capaces o no, para no ir con medias tintas y así evitar caer en el acto de amar como en una actuación o fingimiento, en vez de accionar lo mejor de uno en pro de la relación, esa relación que nos permitirá alcanzar el equilibrio entre el ser de nosotros y de los otros, esa relación que meramente tiene un fin social y, por ende, trascendental, porque si bien es cierto que uno representa a toda la humanidad, porque todos somos imagen de todos, también es cierto que dos personas -y más una familia- son el fiel reflejo de la sociedad, por ende, podría decir que el desarrollo social de los pueblos y naciones depende netamente de la familia, por tanto, si la familia está en crisis, la sociedad también está en crisis, porque todo se expande, tan igual como se expandió la festividad de SanCalentín Emo que habla del amor romántico y que termina engordando el comercio y la desesperación del corazón, porque quien celebra el amor por una orden mundial -que es esta festividad- solo demuestra que no tiene personalidad, por ende no tiene ni la menor idea de quién es, y como no tiene idea de quién es, no tiene amor propio, por ende, no tiene amor para sí ni para el otro y dicha celebración de amor no es más que otro engaño de sí mismo, solo que justificado por la orden superior de quienes controlan el mundo con celebraciones estúpidas como el día del amor y otros mejunjes de la esclavitud moderna, como si las acciones humanas necesitaran el reconocimiento de los demás para ser reales, o sea, como si necesitarían ser gritado a todo el mundo para ser cierto, verdadero, único, simplemente porque siempre andamos ausente de nosotros mismos y no sabemos ni lo que somos ni lo que queremos ni deseamos ni soñamos, sencillamente porque no hemos aprendido a ser libres.

Lima, 09 de marzo de 2020 a las 19:57 horas