Anti-Homenaje a Alexánder Obando Lector (1958-2020), poeta y amigo

Jiddu Rojas Jiménez

No tengo una foto con Alex. No tengo ninguna foto, porque antes de los celulares y las redes, cuando algunos queríamos cambiar el Mundo, las fotos eran sospechosas. Supongo que además, hasta nos hubiera dado pena, tomarnos fotos en un Bar.

Era otro Mundo, y yo disfruté su caída, en la medida de lo que correspondía a las capas medias universitarias radicalizadas de nuestra Meseta Central. Claro, lo que no sabían era que para nosotros, la Poesía es una forma superior de la revolución y de la evolución.

Yo tuve mi pedazo de Cielo, y conocí escéptico con mirada de falsa superioridad y de eterno estudiante de Filosofía, los Talleres de Filosofía Política o de Poesía y de Anti-Poesía, o a los Anti-Talleres, la Editorial Azul, y las compra-ventas de libros usados; yo conocí de noches y amaneceres sin Netflix ni Pandemias.

En mi defensa diré, que a finales del siglo pasado jugué en el tradicional partido de Fútbol Sala entre Filósofos y Poetas, pero, junto a los Poetas. Casi sólo enemigos tenía en el equipo propio, y bueno soy un defensa nato… perdón Ché.

Hace muchos décadas, un filósofo pedante me escribió en la dedicatoria de su brillante libro: «Jiddu pero ¿quién te dijo que la vida es una fiesta?» Ahora puedo responderle en público: Yo acuso, fue Alexánder ObandoLector. (¿O fue al revés?) No lo puedo negar, ni aunque ahora sea socialdemócrata….

Yo fui testigo de honor de las mesas de madera rústica con bocas y birras, de todo tipo de masculinidades tóxicas; con el complejo edípico de superar a la Generación maravillosa o idealizada de los 70s -que sabia, se acomodó al Estado Social de Derecho-, pero también de la profunda erudición; de la revolución de cafetín y de la revolución en serio; de esa extraña vocación colectiva por la búsqueda de la verdad; del culto honesto por la Literatura y la Poesía. (No sé porque las separo, seguro pienso en Alex y en su Taller Eunice Odio o en el Colectivo Octubre-Alfil 4)…

Y entonces encedieron La Matrix.

Y aquí estoy, frente a un teclado binario.

La gente se muere. Obvio. Se mueren nuestros amigos/as, se mueren los Maestros Masones, se mueren los viejos Camaradas, se mueren los padres y las madres y hermanos de nuestros amigos y amigas sin derecho a mucha despedida ritual (así debe ser en esta Cuarentena); se le mueren las hijas a nuestros amigos asesinadas por cualquier malnacido, bueno, y también se murió Alex…

Claro, era de hasta predecible. «Se mueren los mejores siempre», me dijo La Gallina, un combatiente nica.

Recuerdo que yo alguna vez, pude conocer a los últimos poetas malditos locales de verdad. Todos muertos en fila india…

A veces me visitan todavía, -como a Picado (José Picado Lagos), Martínez Rivas y su primo Ernesto Cardenal-, y conversamos pero sin Solentiname… Tomamos café, nada de puñaladas de guaro. Sino que lo diga Alvarito, un Satanás converso.

David Maradiaga, de Julito (Julio Acuña), el camarada Kaki, Claudio Sánchez, el gran Felipe Granados, Sila Chanto (grabadora, artista plástica y poetiza laureada hasta en Suecia), don Milton Zárate, Paterson, el pintor cubano Antonio «Tony» Bustamente Ledo, Pingo (casi se me olvida colega, me lo recordó Clara), y ahora Alexander… Y hay otros muertos, pero todavía no les ha llegado la noticia, y no se han enterado. Así pasa.

Nadie tuvo un peor Obituario. No se lo merece Alexander. Y quiero aprovechar la catársis, y remendar ese entuerto, más allá de la buena fe o no de la publicación mediática que leí.

¿Alex Hombre sencillo? Jamás. Un neobarroco, y posmo a la vez. Sin pretensiones jamás. Puro Culteranismo y Vanguardismo.

Un maldito genio incomprendido y frustrado, como muchos y muchas, tal vez… Pero lo gozaba. Goce y no placer.

Y sí claro, hubo mucho dolor, mucha soledad, mucha marginalidad, mucha mezquindad, pero fueron sublimadas.

Su único pecado fue no nacer burgués, y tener ese exceso de sensibilidad canceriana en este vulgar Shark Tank tico…

Alex, intuyo, estaba muy enojado con Costa Risa, RISA, no es un dedazo, y con la maldita mediocridad endogámica meseteña del submundo de los/las trabajadores/as de la Cultura. Punto. Y con razón.

Costa Rica es útero, decía Boccanera, y estar afuera, duele. Y sí, a veces duele y mucho.

Esa «Máquina de hacer mierda a la gente», como dijo la Hija de un guerrillero tico que se fue a vivir y morir a Guatemala.

No es culpa de nadie, es así…

Imagino que él quería, seguro, (los ticos decimos «seguro» cuando es incierto), hablar con un aristócrata surrealista, como Jean Cocteau, y liarse a golpes con Foucault, e irse de farra con Kerouac, Pasolini, y Jean Genet, y llevar clases sólo con Faulkner y Arlt. Pero nue así, aunque se lo mereciera.

En lugar de eso, nos tenía a nosotros/as. ¿Qué putas le vamos a hacer?

Álex sin embargo, -y estoy seguro-, a pesar de su infancia bilingüe en EE.UU., amaba a Costa Rica, era una relación de doble vínculo freudina.

Alexánder era un «malditazo», diría Picadito. Un verdadero Poeta Maldito tico. Pero fino. Bohemio ilustrado, nunca borrachín. Nunca. Con un mucho «estilo», diría Kaki. Trabajador, responsable, independiente, orgulloso aunque de salud frágil, pero valiente, con un gran sentido interno de justicia, un formidable profesor de Inglés, un intelectual acucioso, con garbo y autenticidad, ningún «dandy» diletante. Tal vez Álex, nunca fue mi «mejor amigo», y viceversa, pero fue el mejor amigo de algunos de mis mejores amigos poetas (Ismene Isis Ja Ro y Mauricio Molina o Patrick). El tiempo y el temperamento nos separó tanto como Montes de Oca de California.

Y seamos justos con Costa Rica, basta ver Wikipedia o EcuRed: Alexánder fue un poeta con gran oficio, reconocido y laureado en vida, y además, un además un ícono para nuestra generación. Cumplió sus aspiraciones, y no fueron modestas. Sus silencios fueron opciones personales también. Su activismo en redes también. Su delicada salud una condición. No hay misterios.

Lo que no podría perdonarme es mi silencio acá y ahora, frente a su desaparición física. Pero esa mi opción, y debe quedar muy claro.

Para mí, será siempre un entrañable ropero peludo con estrabismo en un ojo disimulado por sus anteojos de pasta; sencillo pero complejo de mente y de corazón:

«Soy playo, pero nunca he perdido ninguna pelea catos», advertía con fina caballerosidad casi proletaria.

Su «estilismo» (Kaki dixit), en mi vida de joven dilitante fue, maestro existencial.

Era regañón incluso, con más confianza.

¿Literatura, Filosofía o Revolución?, pensaba yo; «para cuándo Jiddu, faltás vos…», me advertía.

Tenía razón Alex, pero yo soy Hegeliano, y entiendo del vuelo tardío del Búho de Minerva. (Y además me vale verga, hay otro atajo secreto al Absoluto. Pero ese es otro cuento.)

Prosigo con Alexánder…

Fue un confeso CopyCat de Paul Verlaine enamorado de un Rimbaud escapado. Honrado de estar autoexiliado de la misericordia del prójimo local y de su provincialismo chato aunque democrático, como Eunice Odio o Yolanda Oreamuno o Max Jiménez Huete. Es más, por eso escogió morirse el 15 de Setiembre. Tiene su firma melodramática.

Álex nos advertía: «Maes, suicidarse después de los 35 ó 40 años no tiene sentido». Era a los 27, sino sólo siga adelante.

Lo recuerdo, conversando con profundidad y pasión, de Literatura en serio, de Filosofía, de Poesía, de Música Sinfónica, de Mahler (y no de la salsa como dijo el poeta Alfredo Trejos), despotricando contra la reaccionaria de Cósima Liszt esposa de Wagner, eternamente rodeado de un séquito de poetas, querubines, y admiradores/as jóvenes, y acólitos y envidiosos, Alexánder Obando – escritor, se pavoneaba gentil y fino, jugando de posmo (gran diferencia estética y política y motivo de discordia); siempre refinado en el sarcasmo, sutil con peso pesado, mientras nosotros primitivos machistas-leninistas estabamos admirando mujeres hermosas por dentro y fuera, y él obvio, admirando con sonrisa cómplice, jóvenes bohemios con bajo o mucho, talento poético.

No se equivoquen tampoco. Alex nos llevaba un par de décadas de evolución en estos temas, siempre un tipo directo pero discreto, respetuoso, afectuoso, cariñoso, lúcido; dotado de gran empatía, sabía escuchar a las compañeras… Un hombre evolucionado espiritualmente, cualquier cosa que eso quiera significar y nunca en un registro religioso.

Yo aprendí el arte de valorar el escuchar a las mujeres y a lo femenino, no de mis amigos fachos de Barrio Amón, o de Derecho, jamás. Tampoco de mi tribus de izquierdas, habitadas con valiosas mujeres compas, pero siempre logofalocéntricas. Yo lo aprendí (o intenté aprenderlo) curiosamente gente más vieja, como mi Tata o Doña Ruth (Gentilini Retana), pero también de amigos como Alexander…. Gracias Álex.

Una especie de gurú o cuasi hermano mayor de los poetas Generación X y Y, y demás amantes de la poesía, que reproducía como Lezama Lima el Curso Órfico. Claro, su autor cubano preferido, y con el que nos destrozaba políticamente cualquier discusión, era Reinaldo Arenas (1943-1990) obviamente.

Serio en su oficio, era Álex. Tajante frente al «Kitsch» y el mal gusto, y la palmadita en la espalda…

Tenía un sarcasmo de novela, aunque nunca cruel. Siempre gigante gentil y hasta dulce. Cuándo decía «muy interesante» de algún poema ajeno que le llevaban, sus amigos/as ya sabíamos que el texto era una mierda. Genio y figura.

Estas últimas virtudes intenté aprenderlas sin mucho éxito de él. Receloso de su privacidad y del orden en su apartamento. Mi apartamento pequebú era propiedad colectiva y sin derecho a la intimidad, hasta que lo convertí en cueva alambrada con pretextos políticos (y tenía razón), hasta pasarme a mi casa antes de venderla, y hasta juntarme con aquella Ex, y terminar con un buen Plantígrado despotricando contra la Monogamia, para al final adaptarme a ella. Alex, hubiera dicho, estás aprendiendo…

Alex además era leal, virtud difícil de encontrar en una mesa de poetas beodos. Alex odiaba que lo llamaran por su apellido.

Alex escogió sin duda, morirse un 15 de Septiembre. Y como el Acta de Independencia nuestra, la noticia nos vino una semana después.

Sólo falta una misa.

Fue su última protesta, -estoy seguro-, en un autoexilio semejante al de Chavela Vargas, pero no en México, sino en las Fauces del Monstruo aquejado ahora más seguido, de fundamentalismo, racismo, y homofobia pandereta.

No visualizo fácilmente a Alex, obeso y más que yo, hermoso, barbudo, gran oso gay, y tan cosmopolita y florido como Tibás centro, en… California.

No crean en Tibás centro, quedaba la Biblioteca personal más grande de Filosofía y Literatura de Costa Rica, al menos en los 80s y 90s; y su dueño no era ningún millonario extravagante, sino un buen amigo común, colega, y algo neurótico, y un verdadero intelectual. Así es nuestra Costa Risa…

Decía sabio Álex, -un «connaisseur» de las miserias de nuestras capas medias suburbanas-, frente a mi desahogo frente un desamor juvenil mío de una chica de Tibás: «Tibás es un Holograma de Costa Rica».

Pero lo imagino (o eso intento), más feliz allá donde murió, en armonía, aprendiendo permanente de la vida, observando, viviendo acaso con más prudencia… Aqui nos dejó varios Premios, novelas cuentos y mucha poesía.

Nosotros no fuimos así, pero seremos un poco mejor gracias a Alexánder.

Excursus I:

Se caía el Socialismo Soviético en los 90s y nostros nos inventábamos otro Socialismo, verde, rosado, Arco Iris, democrático, libertario…

Nos equivocamos, no el utopía, sino sólo en exceso de optimismo.

Como si fuera posible decretarlo.

Alex se salvó de que lo echaran preso, con el Movimiento Abstencionista y Kasandra en 1994, -bueno yo también porque me escapé de la Patrulla-, otros no. Eran los Tiempos de Amor y Rabia.

Ahora todos son respetables Profesores de Filosofía, o Docentes Universitarios Pensionados, un Arquitecto, y hasta un menor de edad, que ahora es un buen Diputado.

Con Walter Benjamin acuerdo en que hay que politizar la estética, y no estetizar la política. Nuestro Gauchismo tenía un techo frívolo.

Tal vez literaturizamos la realidad política compleja de nuestro «ethos» costarricense, no entendíamos nada, de nuestra historia bananera y ahora piñera, porque no valorábamos bien, ni conocíamos bien nuestros extraordinarios acontecimientos (1856, 1857,1870, 1919, 1934, 1940-1943, 1948 y 1949, 1979, 1991, 1995, 2000, 2007, etc.). Bueno, esa desorientación radicalizada cambió.

En fin, no se ni porqué hablo de política acá… Esa es otra burbuja tal vez.

Debería hablar, eso sí, de cuanto me duele un miserable Obituario que deforma la vida de mi amigo poeta, y su producción literaria. Pero eso al final, es político también …

Excursus II:

Debería más bien, aburrirlos con el mil anécdotas bohemias de Alexander…

Desde el concurso para clavar cuchillos, hachas y machetes en la pared del garaje que Melvin Aguilar, -el Duende que te pierde en el camino-, le alquilaba a Livia Cordero, qepd., hasta la ocurrencia de ver una Obra de Ionescu en el Instituto Goethe, en cual se pretendía provocar al espectador y que éste participara o se asustara ….

Bueno, nosotros nos tomamos en serio el tema del performance, y generó una reacción violenta de los actores y actrices del performance. Y casi llaman a la Policía.

O tal vez aquella presentación de su opera prima, con venta del Libro, -cuyo Borrador prestado, nunca terminé de revisar para su eterno disgusto-, en el Centro Cultural Mexicano…

Recuerdo su frase lapidaria y radical en los 90s, ante una pregunta impertinente: «Yo no creo que haya, exactamente, ´Literatura Gay´, yo sólo hice una novela, y soy Homosexual».

Pero bueno, sobrarán lectores y amigos/as suyos, que narrarán su texto y biografía, mucho mejor. Porque Alex fue sobre todo eso, un buen amigo.

¡Buen viaje Poeta!

Compartido con SURCOS por el autor, publicado en su página de Facebook.