Científicas UNA rompen paradigmas y aportan al desarrollo del país

Este 11 de febrero se celebra el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, destacamos en esta fecha a cuatro de las más de 400 investigadoras de la Universidad Nacional (UNA), quienes, con su carácter y compromiso, rompen paradigmas, abren espacios para las futuras profesionales y contribuyen al desarrollo de una sociedad más justa y equitativa.

Una química entre la magia de las plantas y la ciencia

En el futuro ella quisiera tener un programa de fomento de habilidades STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemática, por sus siglas en inglés) desde la primera infancia, porque asegura “ver el asombro de un niño que descubre la magia de la ciencia no tiene precio”. Ana Francis Carballo Arce lo dice por experiencia propia: creció con el Planeta Azul y su gran admiración por Franklin Chang, a quien le escribió una carta con la pregunta: “¿qué tiene que estudiar uno para ser astronauta?”, la respuesta, acompañada por fotografías de la luna y su foto autografiada fue, “lo más sencillo es entrar por una materia básica: física, química o biología”. Ana Francis creció al lado de su abuelo, un mandador de finca con quien acostumbraba a recorrer los cafetales en busca de plantas medicinales. Junto a su mamá, también era seguidora del programa Teleclub, donde juntas escuchaban a Luis Poveda. No es de extrañar que ahora tenga una licenciatura en química industrial y un doctorado dual con una especialidad en química de plantas o fitoquímica, y otra en química medicinal, que se enfoca en la modificación estructural de compuestos químicos para el mejoramiento de las características de farmacocinética y el desarrollo de nuevos fármacos en la Escuela de Química de la Universidad Nacional.

Entre microbios

Orgullosa de sus raíces, conversadora, autocrítica, perfeccionista y analítica, aunque también impaciente, pero apegada a los procedimientos y siempre en busca del porqué de las cosas son los atributos o, como ella lo define, “los superpoderes” que caracterizan a la catedrática y docente Caterina Guzmán Verri de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad Nacional (UNA), quien con una trayectoria de más de 20 años ha destacado en los ámbitos nivel nacional e internacional.

Su esfuerzo y dedicación fue reconocido en 2002 con el premio Nacional de Ciencia y Tecnología, Dr. Clodomiro Picado Twight, por su investigación sobre la brucelosis, enfermedad infecciosa producida por la bacteria Brucella que afecta al ganado bovino y puede transmitirse a las personas.

Cómo hacerse fuerte con la ciencia

“Nosotros somos una familia numerosa de 6 hijos, mi padre, en un intento por mantener aquella casa en calma, allá por los años 80, decidió comprarnos enciclopedias”, y así fue como Ana Hine Gómez encontró entre las páginas de ciencia, tecnología, arte e historia, una forma de entretenerse junto a su familia. Graduada del colegio, no sabía entonces qué carrera elegir: le interesaba la biología, pero quería ir más allá en su empeño por solucionar problemas. Esperó un año y fue su hermano, quien ya cursaba el segundo año universitario, quien le dijo que había encontrado la carrera para ella. “Esa carrera era Ingeniería en Biotecnología, con un programa nuevo que incluía biología, química, tecnología; era ahí donde yo quería desarrollarme”. En los primeros cursos había muy pocas mujeres, pero en la carrera propiamente sí existía paridad.

Llevar la maestría no fue fácil: enfrentaba el proceso de la maternidad, tuve que suspender los estudios y luego los retomé. Hubo experiencias duras, pero también otras muy bonitas de emprendimiento. No ha sido fácil, pero yo decidí ser fiel a mí misma y yo me había planteado ser una mujer de ciencia y tecnología”.

Actualmente Ana Hine labora en el Instituto de Investigación y Servicios Forestales de la Universidad Nacional (Inisefor-UNA), donde fue electa como su directora, y por más de 10 años ha trabajado con el desarrollo de bases para el mejoramiento genético y conservación de germoplasma de especies como el cenízaro, así como el establecimiento in

vitro de clones superiores de caoba y la crioconservación de polen de teca como herramienta para el mejoramiento genético de la especie. Para Ana, los retos las hacen fuerte. “Yo creo que cuando una está destinada a estudiar una carrera STEM trae esa forma de recargar baterías para poder enfrentar todas las dificultades, hay que seguir intentándolo y ver los retos como algo que nos va a fortalecer. Se debe tener perseverancia, mente positiva, somos seres dotados para poder realizar las actividades que nos propongamos”.

La alfarera de las emanaciones volcánicas

Trabajar en una fábrica de piezas de porcelana en Curridabat, recién concluida la secundaria, le permitió conocer el proceso químico de transformación de un trozo húmedo de cerámica, en un objeto de fina porcelana. Esa metamorfosis de figuras en molde a diseños horneados y coloridos fue la que inspiró a María Martínez Cruz a forjar su carrera universitaria, basada en la química, con especialización en ciencias de la Tierra, específicamente en el campo de la geoquímica.

En la actualidad Martínez se desempeña como investigadora en el laboratorio de Geoquímica Volcánica del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica de la Universidad Nacional (Ovsicori-UNA), y su labor de vigilancia volcánica consiste en determinar la ocurrencia de los cambios sistemáticos en la composición química de fluidos acuosos, por los procesos interactivos entre gases-agua-roca en sistemas magmáticos- hidrotermales del país.

El país cuenta—explica la experta—con una plataforma de monitoreo de gases y aerosoles volcánicos en tiempo real, ubicada en Coronado, que determina la existencia de emisiones de gases y aerosoles originadas en los volcanes Turrialba y Poás, y en el Irazú en una eventual reactivación de dicho volcán.

Para más información:
Oficina de Comunicación

Universidad Nacional, Costa Rica