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En el veinte aniversario del deceso del poeta Arturo Montero Vega: 23 de setiembre 1924 – 28 de octubre de 2002

Arturo Montero Vega. Imagen: https://www.editorialcostarica.com/

Por Trino Barrantes Araya
Email: camilosantamaria775@gmail.com
Naranjo, Alajuela, sábado 15 de octubre de 2022

Arturo Montero Vega nació en Naranjo, provincia de Alajuela, el 23 de setiembre de 1924. Cursó sus estudios primarios en la Escuela central de Naranjo y la Escuela Mauro Fernández y Porfirio Brenes. Hizo sus estudios de Bachillerato en el Liceo de Costa Rica. Ingresó a la Universidad de Costa Rica, donde realiza estudios de Derecho, Filosofía y Letras, hasta el título conducente de Abogado y Notario. La circunstancia histórica donde se inscribe este poeta resulta muy rica y profunda en contradicciones sociales. El 28 de octubre de 2002, se da el deceso del poeta Montero Vega.

Su vasta obra poética, 15 textos publicados, forman el testimonio vivo de su compromiso con la poesía Entre los títulos publicados que nos ofrece el autor, están los siguientes:

Vesperal. Imprenta Elena, 1951
Cinco poetas universitarios. Editorial Aurora Social, Ltda.,1952
Mis tres Rosas Rojas. Editorial Aurora Social, Ltda., 1955
Poemas de la Revolución. Ediciones Revolución, 1969
Rosa y Espada. Imprenta Lehmann, 1969
Le digo al Hombre. Editorial Costa Rica, 1971
Aquí Están Mis Palabras. Litografía Centauro,1972
Raíces. Litografía Centauro,1973
Poemas Escogidos. Editorial Costa Rica, 1975
Poemas de Ahora y Siempre. Talleres de Impresiones Centauro, S.A.,
 1975
Poemas Para Sembrar los Sueños. Editorial Costa Rica,1977
Poemas Escogidos. (2da Edición). Editorial Costa Rica,1996
 – Dos rosas más. Presentado con el pseudónimo de Pablo Presbere
 (Edit. C.R, 1994).
Patria y Poesía. (Obra póstuma). Editorial EUNED, 2004
Poesías completas. Computación Laser de Centroamérica, 2006

Su rica producción poética le valió las siguientes distinciones:

Premio del Torneo Cultural Estudiantil Centroamericano. Rama: Poesía. Poema: «Tengo Diez dedos como Diez Sonrisas». 30 de junio de 1952.
Premio Escuela de Pedagogía. Poema: «Metamorfosis», 1955.
Premio de la Revista de la Unión Internacional de Estudiantes.
 «Yo tengo un Canto por la Paz del Mundo», julio 1959.

Este último poema fue traducido a todos los idiomas en que se publicaba dicha revista.

Con esos elementos iniciales, Atrevámonos a preguntar a Arturo Montero Vega, que es para él la poesía. En su poema: La poesía, nos dice:

“Desde que yo recuerdo
estoy alerta como gacela sorprendida
como gorrión hurtándole a la gravedad su sino,
sufro por cada palabra en cada verso
y deploro cada cosa que se me ha ido”
(Montero,2004:49).

La crítica literaria sitúa al poeta Montero Vega, como parte de una «generación». Aunque hablar de generación en tanto categoría real y concreta; no es lo más correcto. No obstante, el mismo Montero lo expresa de la siguiente manera:

» A mis amigos poetas, casi todos de la generación del cincuenta: Mario Picado, Carlos Rafael Duveverrán, Alfredo Sancho, Salvador Jiménez, Enrique Mora, Carlos Luis Altamirano, Eunice Odio, Virginia Grüter, Ana Antillón y otros más /…/ No cabe duda de que ellos constituyen un período glorioso de nuestra poesía y son herederos auténticos de nuestros dos grandes poetas: Carlos Luis Sáenz y Julián Marchena» (Montero,1977:7)

Su propia poesía así lo expresa:

¡Y al final de la brega
hermano mío,
cogerás de la mano a tu Marcos Ramírez,
porque entonces habrá nacido la simiente,
estarán los campos florecidos,
el pan se comerá con el sudor de la frente…”
(Montero,1969:44)

Los poetas ubicados, por fecha de nacimiento, entre los años de 1915-1930, que conforman la generación del 50, comparten algunos rasgos comunes Debe tenerse presente que ya para dicho período la situación literaria era muy distinta, porque hasta el mismo vanguardismo europeo había periclitado. Entre algunas de las características más representativas de los poetas d esta generación, podemos leer lo que expresa el autor:

«…Trata del estado de la sociedad o de ciertas desigualdades e injusticias que existen en ella /…/ Estas se refieren a todo un sector o grupo, a varios, o a la totalidad de la sociedad…» (1968: XVI)

Por su parte, Baeza Flores, en su artículo: «El ritmo de las generaciones», (habla de cinco generaciones) nos dice, respecto a la tercera generación, lo siguiente:

«La generación de los nacidos entre 1915 y 1930 es una generación viajera y del compromiso social. (Subrayado nuestro) La integran: Ninfa Santos (1916), Alfredo Cardona Peña (1917), Fabián Dobles (1918), Joaquín Gutiérrez (1918), Victoria Garrón (1920), Eunice Odio (1922), Salvador Jiménez Canossa (1922), Enrique Mora Salas(1923), Alfredo Sancho (1924), Arturo Montero Vega (1924).[…] Me parece que los dos polos de atracción de esta generación son Alfredo Cardona Peña y Mario Picado. El uno está, por su edad, al comienzo de la generación, y el otro está al final» (1978:20).

Carlos Francisco Monge al analizar el período que el denomina: «Las generaciones de vanguardia”, (formado por dos generaciones principales) y cuyo inicio lo ubica en 1940, agrega al respecto:

«La «primera generación» de vanguardia está constituida por los poetas nacidos entre 1917 y 1927, cuya obra inicial apareció hacia 1946. Eunice Odio, Alfredo Sánchez, Arturo Montero Vega, Salvador Jiménez Canossa, Victoria Urbano y Eduardo Jenkins Dobles. La vigencia de esta generación coincide en buena medida con la siguiente, que la sucede casi de modo inmediato. En todo caso se ubica entre 1950 y 1960. Los libros más importantes […] son[…] Vesperal (1950), y Mis tres rosas rojas (1955) de Arturo Montero Vega» (1992:25 y 26).

Pero retomemos aquí al poeta que conmemoramos el día de hoy. Debemos de tener presente, sin embargo, que el lenguaje sencillo, plural, militante y social de Arturo Montero Vega, le da su sello particular, a su creación poética. El poeta Montero Vega, lo refiere así:

«Yo escribo para el hombre. Nunca he escrito para mí mismo. Tal vez por esto, desde mis primeros versos me incliné hacia la poesía social. Durante muchos años he estado solo en mi Patria recogiendo el dolor y el esfuerzo de mi pueblo. Y en este camino he andado en busca de una poesía clara para que mi mensaje pueda ser captado. Lograr una poesía de una alta calidad poética, pero que al mismo tiempo pueda ser leída y comprendida por muchos” (Duverran, 1972:370).

Lo importante de lo citado anteriormente es reconocer que, en la poesía que nos ofrece Arturo Montero, las transformaciones de las sociedades tienen mucho en común. Podríamos decir que la poesía en este poeta está a la par de la sociedad y a la vez, la sociedad se sitúa a la par de la poesía de Montero.

El texto queda definido como una práctica social, que tiene lugar en la base productiva de bienes simbólicos en los que intervienen otras prácticas sociales y a la vez, la legitimidad del texto queda definida por la militancia que asume el poeta como compromiso social. En la poesía la afinidad, la semejanza, en poetas diferentes generacionalmente, puede ocurrir con más frecuencia de lo que uno imagina; y es que, debe tenerse presente, en el imaginario colectivo se entrecruzan miles de marcas y huellas discursivas que hacen lo anterior posible. Leamos los siguientes versos:

“Yo quiero unas manos encendidas
y unos ojos del tamaño de lo que tú me pidas,
para darle al obrero la mano, la vivienda y la comida,
y todo el peso de mis heridas”
(Montero,169:49)

Para ir finalizando esta pequeña semblanza. Arturo Montero Vega observa a un sujeto histórico («hombre/mujer») concreto, un miembro de una sociedad específica y perteneciente a una clase social dada. Es un sujeto histórico que procura romper su estado, su situación objetiva mediante el escape de la libertad a la que el poeta adhiere y sobre la cual a través de su poesía ofrece como canal de evasión., y a la vez de construcción. De tal suerte, digamos entonces lo siguiente; el discurso poético de Montero se resuelve a favor de las clases populares. Su narrativa y discurso son enunciación, tiene un entorno que le da existencia, contingencia; por eso su proyecto de escritura privilegia a la voz de las clases contestatarias, al obrero, al proletariado, a las y los campesinos, al intelectual orgánico, a todas y todos ellos les otorga y les da la palabra. En su poesía, lo social y el compromiso político está justamente dicho en el texto, en el discurso, en la palabra sencilla que es parte de la argamasa de esta poesía que no renuncia a las figuras literarias, pero que se hace asequible para un público más amplio. Leemos:

“Dame su mano y dásela al obrero,
abre tus ojos al ocaso,
y llénate las manos de esas penas
y de lagrimas vivas esos ojos”
(Montero,1969:54)

A veces sus poemas asumen una visión conceptualista, otras son un proceso de monitoreo que, desde la conciencia del poeta, su conciencia de clase y militante va hacia sus hermanos de conciencia, como él decide llamarlos. Con una simplicidad en sus versos, las ideas se explican de por sí, son suficientemente explícitas, sin elucubraciones abstractas o trampas hermenéuticas. Que mejor para demostrar lo anterior, la lectura de estos versos:

“Mi poesía sencilla
como el viento en las ramas
como la luz del alba
como la Patria Amada”
(Montero,2004:25).

El diálogo poético supone un espacio de comunión. Así, por ejemplo, en el poema «Digo», el verbo refiere al concepto AMAR, y a la vez este sustantivo (amor) nos lleva a un sujeto colectivo más amplio, el pueblo, a las grandes mayorías explotadas, ninguneadas y marginadas; a lo que Montero Vega vive y construye como poeta y militante. Ahí radica, sin ninguna duda, la virtud de la poética de Montero Vega.

¡¡¡MUCHAS GRACIAS!!!

Arturo Montero Vega, poeta, Trino Barrantes