La diputada patológicamente mentirosa

Vladimir de la Cruz

Mi adorada abuelita Ofelia, para mí, Ita, dos veces madre, como decía ella misma que eran las abuelas, fue durante mi infancia y parte de la adolescencia muy importante en mi formación porque, por el estudio y trabajo de mi madre, pasaba mucho tiempo con ella, incluido los tiempos de almuerzo, que se convertían en rica tertulia, alrededor de una mesa pequeña llena de platillos pequeños, ocho por lo menos, con las diferentes opciones de comida.

Parte de esas conversaciones eran sus consejos constantes, machacando en valores, heredados de sus ancestros familiares, los descendientes del escultor imaginero Lico Rodríguez, y de su padre, Rafael Rodríguez, y de su madre Patricia Rodríguez, y de sus lecturas de teosofía y rosacrucismo, que veía como cualidades de formación en sus nietos, de lo más preciado por su significado para la vida, por la importancia personal que podrían tener, y por ello forjarnos, para el mejor desempeño social.

El respeto a los mayores, la tolerancia, la responsabilidad, la confianza, la lealtad, la igualdad de las personas, el antirracismo, enseñado desde pequeños cuando todavía podía haber destellos en la capital; honestidad, respeto por la naturaleza y los animales, amabilidad, humildad, solidaridad; valores sobre la salud, el cuerpo, la higiene. En ella todo se mezclaba, valores sociales, políticos, morales, económicos, estéticos; era pintora. Fue discípula de Tomás Povedano.

Para ella era claro que la formación en valores nos daba conciencia sobre nuestros actos, especialmente sobre las consecuencias de nuestros actos.

Para ella eran actos para la vida, para reconocernos con otros y para que nos reconocieran; para respetar a los otros y para que nos respetaran. Era la máxima de saber vivir como se piensa.

Dos cosas pasaba machacándonos, a los nietos, permanentemente, y así lo hizo con sus hijos, mis tíos: “El que roba poco, roba mucho”, y “el que miente poco, miente mucho”.

He recordado esto a propósito de esa diputada, llamada Pilar Cisneros Gallo, que se ha rajado diciendo que ella es una mentirosa.

Por la forma como lo afirmó, es una mentirosa compulsiva, una mentirosa patológica, lo cual es muy grave por el alto puesto que desempeña en el escenario público, y en la cabeza del Poder Ejecutivo; directamente en el propio Presidente de la República, a quien posiblemente le da consejos de cómo mentir; así como le aconseja a sus ministros cómo deben mentir, partiendo de la base enfermiza de su patología de “que todos mentimos”, aunque sea poquito.

La forma en que lo manifestó, en la entrevista donde así se lució, es que se sentía cómoda, realizada, diciendo que mentía; la mentira para ella es habitual, es su conducta.

El efecto de esa afirmación es que toda la labor parlamentaria de la diputada patológicamente mentirosa, es que es una mentira; todas las afirmaciones y defensas que hace de proyectos de leyes son mentiras. Todos los argumentos que ha justificado en favor de la ley esclavista de la jornada laboral de 12 horas son mentiras, son falsos; no hay por qué creerlos, ni tienen por qué tenerse como criterios de autoridad a favor de ese proyecto de ley.

A sabiendas que mentirosamente ha actuado quien es la Jefa de la Fracción legislativa del Partido oficial del Gobierno, el Partido Progreso Social Democrático, hay que entender que toda esa fracción de diputados, exceptuando a la Presidenta de ese Partido, que la tienen como un cuadro pegado en la pared legislativa, es una fracción de mentirosos, por los consejos que les da sus Jefa, como guía política de ese grupo de diputados, para su actuación parlamentaria.

La mentira la ha llevado a la deslealtad partidaria. Han creado otro partido, que consideran oficial, el más representativo del oficialismo, mejor dicho, del chavismo costarricense; a lo tico, ¿del deschavismo costarricense, del desmadre, del desorden y del barullo que es este gobierno?

La deshonestidad de su actuación corrupta, en este sentido, los tiene en un Partido parlamentario, por los privilegios que les da esa condición en la Asamblea Legislativa, aunque se definen, militan y actúan a favor de otro partido que acaban de crear, “Aquí manda Costa Rica”, que no tiene ningún arraigo, por ahora, más que en el papel de su inscripción. Y, deshonestamente también, impulsan otro partido, “Pueblo Soberano”, o algo así, jugando varias cartas frente a los electores, distrayendo de esa manera sus intereses políticos, sus frentes de combate y a los electores en general.

Además de periodista, ahora parlamentaria, ha sido activista política desde que nació en Perú, por el activismo político de su familia y parientes peruanos, que le marcaron ese ADN político.

Se le manifestó ese ADN desde su práctica periodística en prensa escrita y televisiva principalmente. Hasta en esto ha mentido, la Diputada patológicamente mentirosa, diciendo que hasta ahora, desde el 2022, está en política. La política la ha envuelto siempre. Así la hemos conocido, y no la critico por ello. Critico que mienta de su práctica política personal.

Siguiéndola a ella, espero no mentir por esto, en Costa Rica todos somos políticos…

“Entrenadora en la mentira” se definió ella misma. “Si no es necesario mentir, obvio es, que no se mienta”, afirmó. Lo importante, para la diputada patológicamente mentirosa, es que la mentira, aún como consejo, y peor, como mensaje que da el mentiroso, “no se sostiene si no tiene una base”; es como si no se mintiera… Podría llegar a rumor, a decir secretos que no son, a un simple comentario, a una patraña, a un simple cuento…Si así es, su apellido, el de la diputada mentirosa, podría ser Chismeros en lugar de Cisneros. El chisme como la mentira es un acto de maldad; siendo el chismoso mentiroso por naturaleza.

Cuando alguien, como la diputada asesora en mentiras, tiene la mentira como una forma de vida (es asesora, dicho por ella, pagada o no) es una mitómana; es una mentirosa compulsiva. Tiene que estar mintiendo para sostener sus mentiras, aunque no esté pensando en obtener ganancias de sus mentiras; incluso de enredarse en justificaciones ridículas, como la que puso del ministro que renunció, lo que la hizo enredar más su cuento y explicación de por qué ella miente.

El problema que se causó la diputada, asesora en mentir, es que cuando ella afirmó que para ella era habitual la mentira hizo que se le perdiera confianza pública. Pero, más importante, es que los diputados le puedan perder toda la confianza personal, política y parlamentaria. No va a perder su condición de diputada mentirosa. Esto no es causal de destitución parlamentaria, pero puede sufrir un aislamiento legislativo. ¿Qué confianza se le puede tener en lo que diga en adelante, a partir de su reconocimiento público de mentirosa patológica?

La diputada mentirosa no es una niña, que no distingue bien la realidad de la fantasía. Siendo adulta mayor como lo es, con educación universitaria, con conocimiento de idiomas, claramente distingue la realidad de la fantasía. Por eso se vuelve más peligrosa con su verbo mentiroso, cuando sus mentiras son un hábito, como ella lo reconoce.

Como mitómana parlamentaria seguramente le produce placer saber que miente cuando interviene ante sus colegas diputados. La adrenalina se le debe descargar como gran recompensa. Por su habitualidad en los consejos mentirosos la amígdala seguramente no le funciona para provocarle malestar cuando miente, o para provocarle arrepentimiento por la mentira dicha o sostenida, lo que continúa afirmando el comportamiento mentiroso.

Indudablemente, la diputada mentirosa es una mitómana vanidosa, porque se auto halaga por esa condición de mentirosa. Existen también las mitomanías errantes, malignas y perversas…

En la Universidad de California del Sur, estudios en el cerebro de mentirosos compulsivos, señalan que tienen un 26% más de sustancia blanca en la corteza prefrontal, que es la que interviene en la transmisión de información, por lo que a mayor volumen, de esta sustancia blanca, el mentiroso compulsivo desarrolla más capacidad para procesar las mentiras y manipular a las personas, logrando que sus intervenciones y discursos tengan no solo cantidad y calidad de detalles, y datos, sino que puedan ser bien formulados y creíbles. Aquí la clave de la mentira, y éxito de la asesoría en mentiras.

La mentira algunos especialistas la consideran un elemento estratégico para eludir la realidad y sus consecuencias. La verdad es falseada por el mitómano a nivel emocional, para obtener aprobación, respeto; o en la discusión parlamentaria, para lograr los votos que necesita a su favor.

Las mentiras proferidas por el mentiroso patológico engañan a las personas. La mentira es un acto consciente, deliberado, frente a la realidad. El mitómano también puede escapar de la realidad auto mintiéndose, confundiendo su mentira con la verdad.

En el caso de la mentirosa diputada hay que seguirla valorando en lo que pretende con sus mentiras, engañar, usar, compensar, omitir, ocultar, afirmar falsamente…

La mentira es opuesta a la veracidad y sinceridad. La mentira es mala por naturaleza. Para el pensamiento filosófico antiguo, de Platón y Aristóteles, la mentira coloca al mentiroso despreciablemente ante el resto de las personas.

A favor de la diputada mentirosa le apunto que Sócrates consideraba que los ciudadanos podían decir “mentiras nobles”, asumidas como naturales, como si fueran mandato de los dioses… Para Sócrates la mentira noble es la mentira política que se dice a los ciudadanos, al pueblo, a los gobernados, en bien del interés público. ¿Es esto lo que realmente aconseja o enseña la diputada mentirosa a los ministros, y quizá también al Presidente? ¿O cree la asesora en mentiras políticas, como lo señalara Platón, que la mentira como categoría es útil para ejercer el control y la justicia del Estado en manos de quien ejerce el poder, que para Platón eran los filósofos?

A los mentirosos patológicamente los califican de egoístas, vanidosos; siempre a la defensiva, sin sentirse culpables.

La mentira no contribuye a resolver problemas. Si se miente en política, no se resuelven los problemas que políticamente se deben atender.

Para el psiquiatra alemán Kurt Schneider los mitómanos son una peligrosa unidad de narcisismo e histrionismo, deben sentirse grandiosos; dicho a lo tico, se sienten el florero de la mesa, el muerto de la vela… ¿el centro del Parlamento?

 

Compartido con SURCOS por el autor.