La pena de muerte es también un signo de atraso en una sociedad

Freddy Pacheco León

Se dice: es necesaria, es ejemplar, debe aplicarse. ¡No: es cómoda! Porque es más fácil destruir que edificar. Se dice: es que los criminales natos son incapaces de regeneración. Yo replico: no hay nada que no sea susceptible de progreso. Nosotros mismos quizá pasamos por esos trigos. La educación corrige muchos defectos. UNA GOTA DE LUZ cayendo sin cesar sobre el corazón del malvado -aunque tenga éste la dureza de una roca-, concluye por ablandarlo». Palabras de ROGELIO FERNÁNDEZ GÜELL en reacción al proyecto de ley del dictador Federico Tinoco (quien eventualmente ordenara su vil asesinato) con que se procuraba restablecer la pena de muerte en Costa Rica. Con la prensa como el principal instrumento de denuncia contra el asesino, contra el militar que dictaba prisión, tortura y muerte, contra los señalados por él como subversivos, se levantaba la voz digna de Fernández Güell.

«Muera Tinoco» y «Abajo el gobierno» eran consignas de los manifestantes callejeros, dentro de los que destacaban los obreros, docentes y estudiantes combativos del Colegio Superior de Señoritas, Liceo de Costa Rica y Colegio Seminario, en junio de 1919.

Antes, en respuesta a la rebelión encabezada por Fernández Güell en febrero de 1918, el militar dictador había decretado la «ley marcial» amparado en la cual se detenía a opositores políticos y se violentaban los derechos ciudadanos al extremo que se prohibía la libertad de reunión. Época en que el sátrapa Federico Tinoco organizara «los esbirros», cuerpos policiales que ejecutaban detenciones y torturas, en los sótanos de la Penitenciaría Central y el Cuartel Bellavista. Pesadilla de la que el pueblo despertó después de mucha sangre inocente derramada, en agosto de 1919. El nombre de PASEO DE LOS ESTUDIANTES, usurpado por el inculto alcalde josefino Johnny Araya, se estableció por resolución del Presidente León Cortés en 1937, en homenaje a esos valientes estudiantes que con valentía y determinación, hicieron retroceder a los «esbirros» del criminal Tinoco, ejecutando acciones inspiradas en nuestro héroe Fernández Güell. Ejemplar costarricense a quien recordamos con especial sentimiento.  Descendiente del fundador de Santa Clara, ciudad heroica de Cuba, Luis Pérez de Morales, e hijo de Carmen Güell Pérez, quien emigrara con su padre Jaime Güell y hermanos a Costa Rica.

Nuestra historia marca el fatídico 15 de marzo de 1918, cuando en Buenos Aires de Osa, herido en el suelo y desarmado, el militar tinoquista Patrocinio Araya lo asesina cobardemente de varios balazos mientras le gritaba «¡Ya caíste en mis manos hijueputa!».

Así, murió con sus ilusiones intactas quien, en palabras de su biógrafo Eduardo Oconitrillo, «Más que un desafío al régimen, fue una jugada de azar la de Rogelio. Creyó que la historia novelesca de la ascensión al poder de su ídolo, Francisco I. Madero se repetiría en él, ¡pero solo se repitió su trágico fin!»   Y agrega Oconitrillo: «…los retratos en blanco y negro que han llegado a nosotros, nos hacen evocar la imagen de José Martí; sin embargo, más que cualquier parecido físico con el apóstol cubano, es mayor la semejanza en el alma de artista y en la honda convicción de sus ideales, por los que también moriría de «cara al sol», el que fue igualmente periodista, escritor, que de vez en cuando, también «echaba sus versos del alma». Vidas paralelas, dignas de ser cantadas por Plutarco, a la par de héroes griegos y romanos que inmortalizara su pluma».

Su tío, Santiago Güell, bisabuelo nuestro, amigo de Antonio Maceo quien frecuentemente lo visitaba en Oricuajo cuando residía en Mansión de Nicoya, también sufrió por el crimen atroz de su joven sobrino de 34 años, al igual que los miles de costarricenses que congregados en la Catedral Metropolitana en 1923, le rindieron homenaje. Esperamos con ansias se le declare, muy merecidamente, Benemérito de la Patria, y se recoja su extensa pero dispersa e inédita obra literaria, para que sirva de ejemplo en momentos en que la Patria tanto lo necesita.