Los orígenes de la transformación china iniciada en 1978 fueron rurales

Miguel Sobrado

A contrapelo de lo que se afirma en la prensa occidental, que las transformaciones en la economía china se iniciaron por la inversión extranjera en zonas especiales, existió un origen interno que condujo a una profunda reforma agraria que cambió la dinámica económica de ese gigantesco país y abrió las puertas a una economía de mercado socialista.

Esta transformación agraria se inició en Xiogang, un “pueblo enormemente atrasado aislado y empobrecido”. La noche del 24 de noviembre de 1978 un grupo de 21 agricultores demacrados, denominados pieles-amarillas, se habían reunido en secreto, vestían ropas harapientas, pero mostraban una actitud digna y juraron que preferirían ir a la cárcel o ser ejecutados antes de seguir con el sistema imperante que hacía al pueblo dependiente de los subsidios oficiales que ofrecían granos para comer, préstamos y ayuda financiera. Acordaron dividir los campos de cultivo en función de cada casa y cultivar los terrenos por su propia cuenta. Crearon el sistema de “da-bao-gang” o gran olla común, por el cual algunos pagos se hacían en grano y otros en metálico. “Al año siguiente Xiaopang producía una cosecha récord y por primera vez entregaba grano público para el gobierno y saldaba parte de la deuda”. Viendo los resultados, las autoridades que buscaban alternativas de cambio promovieron el modelo en toda la provincia, esto, después de un primer momento de indecisión y aprovechando el clima de cambio nacional promovido por Deng Xiao Ping. Fue bautizado como “sistema de responsabilidad contractual personal”. Analizando la experiencia descubrimos que el pueblo es el que provoca los cambios más relevantes. Los políticos vieron que su misión era entender cómo “dejarse llevar por la corriente” y mejorar el resultado final. Solo les faltaba entender cómo encauzar la creatividad de la gente tratando de seguir el camino del desarrollo.

Pienso que esta experiencia, que condujo a una nueva reforma agraria en China, dinamizó la economía de todo el país, empezando por abastecer de comida a la población, lo que la convierte en la base de las transformaciones y modernización de la economía. Recordemos que entonces China era un país rural y la activación de la producción agropecuaria involucró a millones de personas, impulsó la producción de maquinaria por parte de la industria y estimuló los servicios de apoyo y transporte. Lo más importante, sin embargo, fue que al adoptar el gobierno una vía de desarrollo que respondía a la visión popular, desencadenó una dinámica social, una especie de “espíritu de combate” que contagió de esperanzas a toda la sociedad. Sobre esta ola de reactivación económica, dinámica social y políticas públicas para crear zonas económicas integrales, que incluían la capacitación de la mano de obra, la inversión extranjera pudo encontrar condiciones óptimas que estimularon los encadenamientos con la economía local.

Cuba, que no es China, aunque sigue siendo rural, conoce la experiencia de ese gran país que ha batido los récord mundiales de desarrollo sacando a más 800 millones de personas de la pobreza. En este sentido, debe considerar en este momento que las sanciones externas han extremado las dificultades, escuchar las experiencias y voces de sus campesinos y técnicos de vanguardia y tomar las medidas para flexibilizar y estimular la comercialización campesina. Es preciso tener presente el inmenso peso del campesinado en el agro cubano y las experiencias avanzadas en agroecología y desarrollo regenerativo con tecnología local, que estimulan el arraigo de la población al campo. Por otra parte, las empresas agrícolas estatales deficitarias, integradas por obreros agrícolas, podrían transformarse en empresas cooperativas, eso sí con autonomía real, como Hondupalma en Honduras o Coopesilencio en Costa Rica, para incrementar la producción nacional con desarrollo humano.