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Recuentos de una noche y un viaje mágico, sobre hacer música durante más de media teja en un estrecho pedazo de tierra, la cintura cósmica del sur, Costa Rica

Por Mar FerNanda Schifani García (2021)

Justo a finales de la mitad del año 2021, en unos de esos lugares que hace diez años se mantiene como un espacio de constante actividad artística nacional e internacional, de encuentro de diversos e locos mundos; Mundoloco es sin duda un lugar para visitar y/o frecuentar si por la capital josefina de este pedazo de tierra andas, porque de diversos artes podés disfrutar.

Tal vez por casualidad, en esos momentos donde la convivencia entre humanos está aún más mediada por taparse la boca, de muchas formas y una en particular, se viven noches mágicas como esta que les vengo a contar.

Invitándonos a recorrer las páginas del libro «Cantar la vida, vivir el canto» de Manuel Monestel, músico, sociólogo e investigador costarricense, una especie de autobiografía, con un recorrido histórico a través del lenguaje musical de un viajante, un lugar y un contexto particular, publicado gracias al aporte de la editorial independiente Uruk Editores, desde donde afirman que lejos de ser un relato biográfico, lo es de una corriente musical desarrollada en la exuberancia de este lugar.

Con la lectura, a viva y propia voz, del texto inspirador, escrito para la contraportada del libro, la artista costarricense Guadalupe Urbina nos invita a leer esas amenas 186 páginas de un tirón, en dos noches máximo; aunque nos confiesa que a ella se le hizo eterno, escuchando las canciones, recorriendo las letras, abriendo sus ojos a esas experiencias, afirmando que cada capítulo podría ser realmente un libro, motivado así al autor a hacerlo.

La conexión emocional que existe entre estos dos artistas de admiración y respeto por los caminos recorridos es motivo para que la artista nos comparte algunas pinceladas de ese viaje, países, dictaduras, músicas, anglosajonas, latinoamericanas, el encuentro con el caribe, África y alguna de las múltiples aventuras para reírnos un rato. Para finalizar, invitándonos al recorrido de vivir la vida y el canto, afirma:

“Este libro tenemos que comprarlo, porque en este país, tenemos que aprender a merecernos lo que tenemos. Nos toca a ustedes y a mi agradecer y respetar a quienes han llegado a cumplir tantísimos años en el oficio.” G. Urbina.

Posteriormente, desde los escenarios pecera de estas épocas, en medio de confesiones sobre no haber interpretado blues en un escenario, Monestel invita con voz y guitarra en mano a: Daniel Solano guitarrista, Andrés Cordero bajista y David Vargas percusionista, músicos de Infibeat; sin de duda como él mismo afirma, uno de los grandes grupos de este país.

Iniciando así con este particular cuarteto, una sesión musical de interpretaciones con la acogedora I Can’t quit you baby de Willie Dixon. Luego en un cálido dúo de Monestel acompañado con la sutil voz de la artista costarricense Karol Barboza, de la compositora Joni Mitchell el himno de Woodstock.

Con la música como espina dorsal de personas, épocas, recordando generaciones que intentaron cambiar el mundo, de terceras olas, pero de las informativas, que llegaban hasta un año después como el caso de ese festival y megaconciertos.

Sugiriéndonos a buscar nuevas formas de hacer arte, canciones, a musicalizar poemas, escribir e ir más allá del MAIN STREAM y buscar más acá en el MAIZTREAM, como dice Guadalupe; Manuel solo en el escenario, mejor dicho, con su voz y sus guitarras, interpreta Birds de Neil Young, Manifiesto de Víctor Jara y Lucía de Serrat.

En la segunda sesión musical, el encuentro con el calipso y Cantoamérica, su espada, flor y cruz, durante 41 años un laboratorio de músicas y músicos, un espacio de encuentro donde han pasado alrededor de cien artistas, algunos llegaron jóvenes a aprender de los viejos, otros llegaron viejos a enseñar y al final todos aprendieron de todos. Un intercambio generacional que diluye y traspasa las barreras del mercado capitalista, donde los viejos son desechados por la tecnología, acercándose más a las sociedades ancestrales, a la posibilidad de comunicarse y compartir en comunidad.

Entre estas y otras historias, las personas que integran actualmente la agrupación Cantoamerica, junto a Manuel Monestel en la voz, Guitarra y Dirección, Marvin Brenes Bajo, Jeanna Guevara Teclados, Abigail Huertas Sánchez Flauta, Maricel Torres Matarrita Trombón, Roberto Garrigues Herrera Trombón, Marco Naranjo Sánchez Percusión, José Antonio «Momo» Valverde Usaga Percusión, Ernesto Gallardo Percusión se adentraron a la pecera musical, el escenario, para deleitarnos con un trío de temas musicales.

Primero Calalloo de Ferguson, un tema que ha acompañado a la agrupación en varios momentos e interpretado por Jorge Drexler en el disco en homenaje al compositor uno de los discos que Monestel nos invita a escuchar.

Luego Seguirá el Amor una musicalización legendaria del poema de la artista Virginia Grutter, una mujer con su praxis social, política, cultural y artística, que, como muchos artistas de este país, merecen más reconocimiento.

Está vez acompañada por una deliciosa y doble interpretación en los timbales con los percusionistas Ernesto Gallardo y David Vargas; y las historias de los encuentros de Manuel Monestel en el escenario, con las regañadas de la artista, sobre profanar el arte escénico, cuando Monestel en sus inicios mostraba sus miedos en escena y tiempo después ella llegaba lo abrazaba y le decía “Así tienes que cantar…” una de las tantas historias que se quedan por fuera del libro para encuentros como este.

Para finalizar Miedo del compositor Manuel Monestel, un himno en contra del miedo que nos invita a vivir la vida y el canto.

Un viaje musical que inicia con un joven curioso aprendiz, que frecuentaba el Taller de Reca Mora, bolerista y fabricante de guitarras costarricense, en una época donde se podía ir a la cárcel con todo y guitarras por serenatear sin permiso; que se convierte en un músico de oficio, acompañado de voz y guitarra, quién en el 2016 es galardonado con el premio Reca Mora, cuyo nombre se da en honor al artista frecuentado, otorgado por la Asociación de Autores y Compositores de Costa Rica ACAM, a quienes han dedicado su vida a la música de nuestras raíces y procesos históricos.

Las anécdotas del Woodstock tico, la interpretación de Samba pa ti de Santana en una iglesia, la lucha de ALCOA, el encuentro con el Calypso y la diáspora africana, Cantoamérica, el rechazo al contrato con la Sony Music y Iemanja en La Tortuguita, en lo personal dos de las mejores historias de este relato; los exilios por dictaduras, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala, México, Argentina, Brasil, Chile, el arte, los artistas, los lugares… unos escuchados, otros visitados.

Escenarios compartidos con Erome, Tayancán, los Mejia Godoy, los Parra, Mercedes Sosa, Emilia Prieto, Guadalupe Urbina, María Pretiz, Adrián Goizueta y El Grupo Experimental, Pagura, Changó, el cuarteto Los Cañas, Irakere, Silvio, Milanes, Serrat, Chico Buarque, Milton Nascimento, Gilberto Gil, Cantoamérica, Walter Ferguson y los todos los calypsonians, el viaje a Cuba en barco, el festival eco ilógico y un montón más de historias que para descubrir sus detalles, en el libro hay que profundizar.

Mientras se acerca el final del libro, disfrutando de las fotos con sus respectivos créditos, el relato se adentra en el cambio del milenio, la última vez que el escritor se encuentra con el artista José Capmany; se me eriza la piel, se me escapa una sonrisa con una lágrima que llega al mar por este terruño particular, pues tal vez no por casualidad, me dirijo a ese lugar o un pelín más allá, al finisterra y como nos dijo Guadalupe justo en un tirón, de ese viaje, las letras del relato del libro se van deleitado y acabando con un epílogo poético espectacular.

Para ir finalizado a modo de sugerencia o tal vez detalles un tanto exquisitos, en el sentido más portugués de la palabra, me permito mencionar:

Las atinadas notas al pie de página que permiten ampliar conocimientos, con algunas líneas, con sus respectivos escuetos enlaces según las apoteósicas y a veces poco respetadas normas APA; me dejan un leve sin sabor, un tanto particular y personal, sobre la observación de las partidas físicas de diversas personas, unidas a la contribución de las mismas en la historia.

Desde el punto de vista que las personas por su partida física, o muerte como le llaman algunos, no dejan de ser lo que fueron, su aporte permanece; por ello en vez de usar las palabras «fue un” o “es un” la sugerencia es ir directo a fechas y/o misiones atemporales para evitar dejar en el pasado su futuro legado. Algo similar sucede con el prefijo EX, que una vez un gestor me sugirió, pero esa es harina de otro costal.

Tal vez con un ejemplo es más fácil explicar: escribir y leer Emilia Prieto fue una gran investigadora, es diverso a Emilia Prieto artista e investigadora, nació en el año…, en el lugar… e incluir otras fechas de ser el caso. Esto en mi humilde sentipensar deja sus contribuciones a todo momento presente.

Por otra parte, siempre es bueno mejorar y recordar algunos usos del lenguaje pues lejos de existir esclavos o esclavas, las personas eran esclavizadas. Así como el uso y abuso, de la palabra y que, por unas comas u otras palabras, algunas veces se pueden evitar, todo esto con el fin de la vista al lector refrescar.

Por supuesto que en menos de 200 páginas hay historias que por fuera quedaron, como la realización y contribución del autor a la difusión de la música afro, en uno de los mejores programas radiales de cierta época como el Sabadafro, transmitido durante 8 años en Radio U de la Universidad de Costa Rica.

Así como los aportes, con sus investigaciones sobre la música afrocostarricense que contribuyeron a declarar el Calipso como Patrimonio Cultural Inmaterial Costarricense, al 7 de mayo como Día Nacional del Calipso, en honor al natalicio calypsonian Walter Ferguson, otorgándole a su vez el distintivo de Ciudadano Distinguido y Padre del Calipso, así como la co-creación del ya conocido Festival Internacional de Calypso de Cahuita.

Otros relatos que en un libro sobre la historia de Cantoamérica esperamos sean incluidos con más detalles por conocer, como las múltiples participaciones en el Festival Amubis, el viaje a África, la vuelta a Brasil y muchos más.

De esta manera, el libro responde de una u otra forma, a la interrogante planteada sobre cómo descubrir y desarrollar una expresión musical más local, convirtiéndose en una referencia, en una base, para mostrar a las actuales y futuras generaciones, que es posible una considerable trayectoria de carrera artística ininterrumpida en un pedazo de tierra donde, por dicha, aunque cuesta este oficio que tanto cuesta, no siempre solo se come lo que viene de afuera.

Así que invitamos a leer y compartir sobre este viaje no tan particular, nacional e internacional: CANTAR LA VIDA, VIVIR EL CANTO, de Manuel Monestel, un relato sobre música popular y su contexto 1968 – 2020.

Pueden adquirir el libro en la Librería Internacional o en Uruk Editores lo puedes encontrar: https://urukeditores.com/libros/cantar-la-vida-vivir-el-canto/

Para escuchar la lista de canciones del libro puedes visitar el playlist en: https://open.spotify.com/playlist/4U6Oj1ZaG685ASqeIJedTW?si=1ywPeGzLTVCjXmatrvoeMw&utm_source=whatsapp&nd=1&utm_source=embed_v2&go=1&play=1

Para revivir la presentación realizada y relatada por acá sobre la presentación del libro, en este enlace la puedes disfrutar: https://www.facebook.com/191088955087/videos/913747112565603

artistas, literatura, música nacional, música popular