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Etiqueta: Adriano Corrales Arias

Costa Rica al borde del autoritarismo

Adriano Corrales Arias

A mediados del siglo XX la sociedad costarricense, luego de atravesar una sangrienta guerra civil (1948), resolvió los conflictos acumulados de la crisis general del capitalismo durante la primera mitad de ese siglo, con una concertación nacional, misma que permitió la erección de un Estado Social de Derecho con la legislación social más avanzada de Centroamérica y, por qué no, del continente americano.

No todos estuvieron de acuerdo con aquel pacto social inédito –la oligarquía, los sindicatos, la burguesía nacional, el partido comunista, la iglesia católica, sectores medios emergentes, se habían sentado a la mesa– representado por la asamblea constituyente de 1949 que consiguió redactar una Constitución Política visionaria, amplia y robusta, la cual tuteló las grandes reformas y nacionalizaciones –previa abolición del ejército– de los años cincuenta y sesenta en salud, seguridad social, educación, vivienda, banca para el desarrollo, soberanía alimentaria, electricidad y telecomunicaciones, etc., que posicionaron al país en la vanguardia latinoamericana y consiguieron sustraerlo de la vorágine centroamericana con sus largas y cruentas guerras civiles; más bien nuestro estado colaboró en la pacificación de la región.

La democracia costarricense, entonces, se fortaleció con una institucionalidad maciza expandida por todo el territorio nacional, lo cual permitió un desarrollo sin parangón en nuestra historia, pero, sobre todo, una relativa paz social y un mejoramiento y ascenso de los sectores populares que, por vez primera, tenían acceso a buenos servicios en cuanto a salud, educación en sus tres niveles, vivienda, banca, agricultura, comercio e infraestructura pública, entre otros. De tal manera se conformó una gruesa clase media, se erradicó la pobreza extrema y se redujo la brecha social.

Claro que esa “revolución” democrática tuvo desviaciones, excesos y visos de corrupción por depredadores que se fueron enriqueciendo a la sombra del naciente estado blindados por un sistema electoral bipartidista. Lo anterior se agudizó con el inicio de la contrarreforma neoliberal de los años ochenta, en específico durante el gobierno de Luis Alberto Monge (1982-1986) y sus tristemente célebres planes de ajuste estructural (PAES) impuestos por el FMI y la banca internacional. Cuando se les agotó el bipartidismo –previo asalto de los partidos socialdemócrata y socialcristiano para tornarlos en maquinarias electoreras de insignia neoliberal con el objetivo de esquilmar el erario público y desmantelar –léase privatizar– el Estado Social de Derecho–, fundaron otro partido y, finalmente, como resultado de sus rencillas internas –lucha entre mafias para hacerse con el mayor trozo del pastel privatizador– acabaron trayendo a un desempleado para que les hiciera –con el descaro y el cinismo del perfecto desconocido que nunca vivió en el país– la tarea sucia de dar la estocada final a sesenta años de democracia social, pervertida, dicho está, por la avaricia de los de siempre enquistados en el aparato estatal y los nuevos ricos dispuestos a todo.

Hoy el país se debate ante la disyuntiva de salvar y fortalecer lo que resta del Estado Social de Derecho o permitir el ingreso de un autoritarismo tipo Bukele, Milei o Trump, representado por los agentes de una nueva forma de entender la política: mentir, confundir e intimidar, mientras se aplica la vieja consigna del laissez faire, laissez passer (dejar hacer, dejar pasar), cuyo objetivo es desmantelar las instituciones estratégicas –salud, educación, banca, telecomunicaciones, recursos ecológicos, infraestructura, etc.– para, finalmente, privatizarlas, mejor dicho, venderlas al mejor postor (¿ellos mismos?). Lo peor es que, con el bombardeo de la “prensa canalla” por más de cuarenta años, el empobrecimiento de la educación, la precarización laboral y el aumento galopante del desempleo y la pobreza debido a la ausencia del estado (en especial en las regiones periféricas –costas y fronteras– donde pululan el narcotráfico y ciertas formas asociadas a la legitimación de capitales) miles de costarricenses empobrecidos, agobiados y cansados de las falsas promesas y de la corrupción estatal, apoyan y aplauden la segunda opción. He allí la bomba de tiempo que nos mantiene en vilo.

Las preguntas obligadas son las siguientes: ¿tendrá nuestro país aún las reservas políticas, morales y espirituales para enfrentar la contrarreforma neoliberal liderada hoy por populistas de derecha sin escrúpulos y sin patria? ¿Podrá constituirse una verdadera alternativa a la propuesta neoliberal de acabar con un Estado Social de Derecho, exitoso –a pesar de la sangría causada por las cúpulas del bipartidismos empresarial– mismo que costó sangre, sudor y lágrimas, además del esfuerzo individual y mancomunado de cientos de compatriotas? Escuchemos las respuestas.

Las disculpas de Óscar Arias

Adriano Corrales Arias

Adriano Corrales Arias

He leído en un par de periódicos y en las redes sociales que don Óscar Arias Sánchez ofreció disculpas al movimiento gay-lésbico por la persecución montada a un congreso de lesbianas que iba a celebrarse en nuestro país hace treinta y cuatro años. Me parece oportuno, necesario y sano, aunque lo hiciera presionado por el actual inquilino en Zapote, quien lo llamó “hipócrita” en el marco de la guerra sucia que mantienen las élites económicas del país por nimiedades como las cuotas de poder y las porciones de la posible venta de activos de algunas instituciones estatales.

Sería oportuno y grandioso que el señor Arias Sánchez también ofreciera disculpas al país entero por el daño económico, social, político y moral, causado a nuestro pueblo labriego y sencillo durante los últimos cuarenta años. Enumero algunas de las acciones –y omisiones–que deterioraron ostensiblemente la vida democrática del país, así como el galopante desmantelamiento del Estado Social de Derecho en una auténtica contrarreforma neoliberal iniciada a principios de los años ochenta del siglo pasado. Ustedes pueden agregar más:

  1. El asalto al partido Liberación Nacional para desideologizarlo convirtiéndolo –en un dos por tres– de agrupación socialdemócrata, en consorcio neoliberal.
  2. El “golpe de estado técnico” (bazoocazo constitucionallo llamó su correligionario del PLN y también expresidente, Luis Alberto Monge Álvarez, cuyo gobierno –paradójicamente– fuese el iniciador de la contrarreforma con los tristemente célebres PAES), para reelegirse a contrapelo de la Constitución la cual, todavía, en su artículo 132, lo prohíbe, a pesar del giro lingüístico de la Sala Constitucional.
  3. El desvergonzado e inolvidable “memorándum del miedo” escrito por su vicepresidente y uno de sus primos, a la sazón diputado, y aplicado al pie de la letra para causar temor y terror en la población y así lograr la aprobación del TLC/USA-Centroamérica/Dominicana.
  4. Por el fraude mediático y por mentir públicamente para imponer el anterior tratado, que de libre no tenía nada. (Muchos ciudadanos esperan aún el prometido mercedes benz, sutoyota o su motocicleta). Contrario a lo pregonado en campaña, el tratado ha impactado de forma negativa en la capacidad productiva del país y ha deteriorado las instituciones del Estado y nuestra soberanía, entre otras graves problemáticas.
  5. Nunca respondió a las “acusaciones de nepotismo, uso indebido de fondos para beneficiar a una cofradía política cercana con dineros provenientes del Banco Centroamericano de Integración Económica y la imposición de su sucesora y diputados de la República (…)”, según nos lo refiriera el periodista Eduardo Muñoz (Semanario Universidad, Sección Opinión, 12/02(2019).
  6. Haber expresado abiertamente, en septiembre del 2005, que era creyente de la “tiranía en democracia” con “un mandato claro” para gobernar. Es decir, se trataba de otorgarle poderes cuasi dictatoriales al Presidente. Supongo que, entre otras cosas, a eso se refiere el actual ocupante de la casa principal de Zapote cuando equipara la democracia criolla con “la tiranía perfecta”, acusación y emulación rayanas en la psicopatía.
  7. Propiciar la creación del PAC y apoyar sus dos nefastas administraciones, lo que dio pábulo a la unidad de las cúpulas oligárquicas en un tremebundo Frankenstein político conocido como PLUSCPAC. La “agarrada de chancho” de dichas administraciones –qué duda cabe– abrieron el portillo a la desastrosa administración actual.
  8. Pero, sobre todo, por servir de antecedente propiciatorio al actual desgobierno –el peor de la historia republicana costarricense– con un advenedizo en la silla de Zapote cuyo ego desmedido –con nula experiencia política y administrativa, sin partido ni equipo de gobierno– solamente se ocupa en provocar resquemor, animadversión, revanchismo y mayor fanatismo en las masas intoxicadas, debido a sus falacias, equívocos, acusaciones, tergiversaciones, desconocimientos, falencias operativas y ataques ad hominem, tanto al ordenamiento jurídico del país, como –lo que parece ser su ominosa estrategia– al Estado Social de Derecho.

Tiene la palabra don Óscar.

¿Cuándo fue que se jodió este país?

Adriano Corrales Arias

Adriano Corrales Arias

Hasta hace muy pocos años jamás pensé que en este, “mi país”, escaseara el agua o se tuviese precaución a la hora de tomarla directamente del tubo, porque podría estar contaminada. O que no se pudiera salir por la noche con la seguridad de la que siempre gozamos en nuestra loca juventud cuando, chicas y chicos, deambulábamos a pie, hasta la madrugada, sin preocupación ni zozobra; o en nuestra niñez, cuando jugábamos en potreros, terrenos baldíos, parques, calles, callejones, alamedas, hasta altas horas de la noche. Mucho menos que hubiese apagones ni asaltos o crímenes en la vía pública y a plena luz del día.

Y hubiese jurado que la seguridad social –seguro universal y gratuito– crecería y gozaríamos de ella para siempre, cada vez con mayor eficiencia y más oportuna; que, por ejemplo, las ciudades capitales de cada región contaran con un hospital como el México o el Calderón Guardia, asunto para nada inalcanzable si no se hubiese desfinanciado a la Caja (CCSS). Lo mismo con la educación pública, gratuita y costeada por el estado, con estándares de calidad semejantes a cuando cursaba mis estudios secundarios en el otrora prestigioso Liceo San Carlos, el cual, para entonces, por la calidad de sus docentes, no tenía nada que envidiar a cualquier colegio privado de San José. O que las telecomunicaciones y la electricidad podrían exportarse a toda Centroamérica y más allá, contando con una institución como del ICE, por mucho tiempo la mejor empresa en su línea en América Latina y con las tarifas más baratas. (Recuerdo, en mis épocas de hippie, cuando un profesor francés que me hizo raid hasta Sámara, Nicoya –se daba el lujo de vacacionar en Costa Rica y alquilar un auto con su salario– me asegurara que estábamos mejor que en París puesto que, con unas cuantas monedas y sin la mediación de una operadora, podía llamar desde una cabina en la playa directamente a su casa en Lyon). Tampoco podía imaginar un banco privado, o decenas de universidades privadas atacando a las públicas en pos del presupuesto estatal que se les asigna(ba), aunque el estado no cumpla a cabalidad con el mandato constitucional. A pesar de ello, continúan siendo las más prestigiosas, solventes y eficientes; las únicas que aún pueden llamarse “universidades”.

En fin, presumía, con amigos y conocidos latinoamericanos, usamericanos y europeos, porque generalmente ocupábamos los primeros lugares del continente en cuanto a salud –atención médica, erradicación de enfermedades, campañas de vacunación, prevención–, educación –eliminación del analfabetismo, nutrición escolar, infraestructura escolar, cobertura nacional–, vivienda popular, agua potable, telecomunicaciones y electricidad –cobertura nacional–, distribución del ingreso, producción agrícola –con el orgullo de los estancos del CNP–, eliminación de la pobreza, etc. Casi siempre al lado de los también buenos índices de Cuba. (Hoy, vergonzantemente, somos el país más desigual del mundo).

Trato de decir que el Estado Social de Derecho erigido a finales de la década del cuarenta del siglo pasado, luego de una cruenta guerra civil (1948) y de un pacto social inédito (oligarquía, clase media y trabajadores, representados por socialcristianos, socialdemócratas, iglesia católica y comunistas), parecía alzar vuelo y funcionar al margen de la guerra fría, de las dictaduras y de las guerras civiles que asolaban a Centroamérica y al resto del subcontinente. Un estado que, a pesar de errores y corruptelas, se presentaba como el proyecto político más logrado y solvente de la región prometiendo mayor estabilidad social en un marco geopolítico sumamente violento y de agudas contradicciones sociales. ¡Pero llegó la contrareforma!

Luego de la lúcida defensa de dicho estado y de la soberanía nacional por parte de Rodrigo Carazo Odio (1978-1982), misma que le fuera cobrada sin indulgencia por parte del FMI y el BM, hincándonos con la devaluación de la moneda, lo que provocó ira en el pueblo costarricense (pero no contra el FMI o el BM, desafortunadamente, sino contra el gobierno defensor de la soberanía, ¡habrase visto!), sobrevino el gobierno de Luis Alberto Monge Álvarez (1982-1986) que implementa los primeros planes de ajuste estructural (PAEs), iniciando así la contrareforma neoliberal y la ruptura de un estado que, hasta entonces, operaba –mal que bien– con un rostro humano y sin tanta sangría social, ofreciendo oportunidades para los sectores sociales más desprotegidos.

Más tarde los neoliberales, con Óscar Arias a la cabeza, asaltan el Partido Liberación. Nacional (PLN), trastocando lo que aún le quedaba de socialdemócrata. Con un “bazoocazo constitucional” –paradoja: así lo bautizó Luis Alberto Monge Álvarez– y sin oposición, logran reelegir al susodicho. Igual sucede con el partido Social Cristiano (PUSC) con la llegada del junior –Calderón Fournier–, quien, junto al otro junior –Figueres Olsen– firmarán un pacto para repartirse el pastel tratando de cerrar y privatizar instituciones. El segundo logra quebrar y eliminar el Banco Anglo Costarricense, entre otros desmanes concertados. Dicho de otra manera, el bipartidismo se alía y conforma un sólo partido –que, cual máscara de Jano, intercambiará el mangoneo del gobierno: el PLUSC. Cuando el jueguito se les agota, entonces deciden crear el Partido Acción Ciudadana (PAC) dilapidando muy pronto su caudal electoral, ya que los dos gobiernos que logran posicionar –atizando la hoguera del fundamentalismo y embobando a izquierdistas parlamentarios y progresistas pro derechos humanos– aceleran la contrareforma de manera agresiva, ganándose la animadversión de una masa ya confundida e intoxicada con el discurso único de esa entente y de la globalización bajo esquema neoliberal administrada por USA. Entonces, ya casi desesperados, inventan una nueva candidatura y envían por un desconocido ávido de poder y de riquezas. Solo que, al parecer, les salió un poco careto aliándose con nuevos ricos y fuerzas espurias. Lo demás lo estamos padeciendo.

Es este un recuento, grosso modo –quizás de manera harto gruesa– para comprender el galopante proceso de desmontaje del Estado Social de Derecho y el avance de la contrareforma neoliberal dirigido por la plutocracia nacional –con sus contradicciones interclase (grupos de poder que reclaman su tajada), claro está– agenciada por franquicias políticas cada vez más de derecha rayanas en un alarmante y criollo proto fascismo. Es lo que hay. Lo que se lamenta es que el período de desmontaje y deterioro del estado y de la república en general, haya sido tan vertiginoso y virulento; tanto que todavía nos preguntamos cuándo fue, exactamente, que empezó a joderse este paisito. Lo peor: con el apoyo de miles de fanáticos que aplauden dicho desmontaje desconociendo la gravedad del asunto, toda vez que serán ellos los más castigados cuando esta ínsula se privatice en absoluto y pase a ocupar la vanguardia en términos de concentración de capital en pocas manos, bancarrota social y violencia criminal. Lo que se avizora es más que patético. A no ser que demos un golpe de timón y enderecemos la barca en busca de los principios que hicieran de este país un ejemplo mundial en la segunda mitad del siglo XX; algo así como el trapito de dominguear de las democracias capitalistas, una rareza en una Centroamérica convulsa y desangrada. ¿Tendremos los arrestos espirituales, políticos y socioculturales para ello todavía? ¿Será posible la conformación de un verdadero frente político y social que enfrente la, hasta ahora, imparable contrareforma?

Crema de rosas

Adriano Corrales Arias

Adriano Corrales Arias*

Luego de la victoria electoral del actual presidente, sus fanáticos, en redes sociales y otros medios, recetaban, a diestra y siniestra, la ya célebre crema de rosas que despacha masivamente nuestra querida Caja del Seguro Social (CCSS). La simbología de esta “receta” no sólo es grotesca, refiere a un fanatismo exacerbado, al irrespeto con los “perdedores” y, sobre todo, a la ausencia de seso a falta de argumentos, como veremos.

Algunos estudiosos indican que los pueblos guerreros precolombinos del área mesoamericana, especialmente los dominantes, como los aztecas, cuando tomaban rehenes en sus guerras floridas –que eran las más de las veces– los sodomizaban como símbolo de victoria, pero, a su vez, cual ejemplar humillación, para que se apercibieran realmente vencidos, derrotados, dominados. De igual modo, los fans chavistas, al recetar la popular cremita, intentaban sodomizarnos simbólicamente.

A dos años de gobierno, y ya develado el misterio de lo que realmente significaba “comerse la bronca” (perpetrar lo que no consiguieron los anteriores presidentes de la contrarreforma neoliberal: desmontar el Estado Social de Derecho), consigna electoral del macho que ostenta la silla presidencial, muchos fans chavistas han abierto los ojos. Sin embargo, la mayoría sigue aferrada a la cremita de rosas. Es decir, ante la apabullante cantidad de actos de corrupción y ante la incapacidad e impericia de un gobierno que lo único que propone es favorecer a sus financistas de campaña y “dejar hacer, dejar pasar” para desestructurar instituciones y privatizar, los seguidores del cada vez más autoritario presidente continúan con la misma cantaleta.

La mayoría de esos fans consideran el torneo electoral cual torneo de fútbol o cualquier otro deporte desconociendo el significado de la institucionalidad costarricense –el Estado Social de Derecho– dividida en tres poderes para evitar el autoritarismo presidencialista, parlamentario o judicial, y ante las crecientes críticas a una gestión mediocre, ineficiente y en contra de los sectores más desfavorecidos, continúan esgrimiendo la vieja receta con su cremita. A falta de argumentos para defender a un presidente ególatra cada vez más imperativo y antidemocrático, al punto de proponer una Constituyente para acabar de una vez con todas con el ordenamiento jurídico que aún nos sostiene como pálida democracia, el fanatismo chavense sigue apostando por la alicaída y estropeada crema.

Desconocen estos fanáticos, o no quieren aceptar – el engaño ha sido tan brutal que no se permiten aceptarlo–, que en realidad la estrategia de “presidente” y su desprestigiado gabinete, con los funcionarios de entes autónomos y troles a bordo, está en contra de ellos mismos, pues casi todos pertenecen a los sectores populares o a capas medias amenazadas por las políticas neoliberales absolutistas: quiebra de instituciones y activos para privatizarlos tales como la CCSS, el Banco de Costa Rica, Acueductos y Alcantarillados (AyA), Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), Ministerio de Educación Pública (MEP) Ministerio de Salud, universidades públicas, y un largo etcétera. Dicho de otro modo, desmantelamiento del estado que nos permitió, bien que mal, cierta estabilidad social y un desarrollo sostenido hasta el inicio de la contrarreforma neoliberal en los años ochenta del siglo pasado.

El actual gobierno viene a “comerse la bronca”, es decir, a rematar un proceso de contrarreforma y de zapa institucional orquestado desde el poder por el PLUSCPAC y sus adláteres, tales como liberticidas y fundamentalistas tipo Guevara o el Fabricismo, más otras franquicias electorales acuerpadas por la prensa canalla y los operadores mediáticos de los grandes empresarios y transnacionales que se frotan las manos ante tal desbarajuste: en río revuelto ganancia de pescadores. Todo ello sin oposición política, con un movimiento social inexistente y con el aplauso de los fans cremosos intoxicados por el discurso único de la contrarreforma y los aullidos hiperbólicos y falaces de su líder. Tigre suelto contra burro amarrado.

El problema que enfrentará esa masa de fans chavistas es que, cuando despierten –si acaso alcanzan a despertar– de la orgía neoliberal, tendrán que acudir –qué duda cabe– a la harto manoseada cremita de rosas. Para entonces habrán de comprarla en el mercado que “produce libertad”, porque la Caja Costarricense de Seguro Social ya estará privatizada. Lo peor: a precios exorbitantes puesto que la demanda será altísima y la farmacéutica monopólica no tendrá compasión en cuanto los precios.

*Escritor

Presentación del libro “Los ojos del antifaz” de Adriano Corrales Arias

La Benemérita Biblioteca Nacional se complace en invitarle a la presentación del libro Los ojos del antifazdel autor Adriano Corrales Arias, con la participación de Antonio Castillo, Tatiana Herrera Ávila, Jorge Prendas Solano y Adriano Corrales.

La actividad se realizará el miércoles 24 de abril a las 4:00 p.m. en la Benemérita Biblioteca Nacional y se transmitirá por el Facebook de la Biblioteca Nacional https://www.facebook.com/bibliotecanacional.mcj.cr/

Sobre Deslindes – volumen II – de Adriano Corrales Arias

Carlos Madrigal Tellini

Conforme leía el texto de Corrales, me decía: qué complicado intentar un comentario frente a este abanico de temas, sin mencionar mi falta de experiencia en esta labor. Al repasar los artículos, pensé, en qué brete me ha puesto mi amigo. Finalmente, un descubrimiento, parcial: estoy frente a un conjunto de aportes para una crítica de la nacionalidad, y desde ahí este esfuerzo.

Voy a realizar cuatro comentarios, que están muy lejos, lejísimos, de abordar en su totalidad los textos, pero que intentan reseñar algo que se vincula a mi pequeño y parcial descubrimiento. El primero, por qué destaqué lo de aportes a una crítica de la nacionalidad; luego, un simple esquema sobre lo que entendí como nudos para discutir aspectos articuladores de dicha crítica. Un tercero, apunta a las vulnerabilidades culturales. Finalmente, y de cara al futuro, algo que me sorprendió.

I          Los ensayos y desde dónde terminé leyéndolos

Se trata, como anota el autor, “de artículos escritos en diversos momentos y circunstancias. Casi todos son originalmente “columnas” para el Suplemento Cultural de la Universidad Nacional… Los demás publicados en periódicos, revistas y blogs.” Son 57 artículos, en un período de, creo, al menos 10 años – espero el autor me corrija. Esto ya nos alerta, no sólo sobre ese abanico temático, sino también sobre diferentes estados de ánimo, dependiendo justamente de las circunstancias en que se alistan y disparan esos dardos. Resalto esto último, en consecuencia con el lugar desde donde señalé, me ubico para interpretar, y repito, estoy frente a un conjunto de elementos que abonan a una crítica de la nacionalidad. Tal lectura, claro está, no es responsabilidad del autor, aunque recoge en parte, el guante que nos lanza al confesar su propósito, pero sólo en parte, esa que refiere a una reflexión, y me atrevo a sugerir algunos puntos sobre los que invito al autor a continuar la tarea. Quisiera anotar que escogí, entre la amplia gama de aspectos a comentar, lo que entiendo como aportes para dicha crítica, por la cantidad de textos en que aparecen, por lo que percibí como preocupación central del conjunto de ensayos, y por supuesto, por ser parte de mis propias preocupaciones, al tratar de entender lo que le sucede a este paisaje, que no país.

Por eso menciono los dardos; envenenados, violentos, ¿resentidos?, desencantados y también esperanzados:

  • Se trata, en algunos casos de inteligentes señalamientos sobre formas, conductas, abordajes, interpretaciones, visiones e imágenes, que conforman un ideario falaz, una pretendida identidad cultural, creada a partir de ilusiones viejas, y de nuevos agregados; algunos de estos chabacanos a más no poder.
  • En otros casos, de informadas notas sobre problemas variados y de gran peso en la vida nacional.
  • También hay exigentes referencias, y sugerentes formas de enfrentar dichos problemas, líneas sobre las cuales discurrir y actuar para la recuperación histórica y creación, que cristalicen en una nueva nacionalidad, con mayor densidad cultural.

Sobre esto último, ahora no preciso, si es Hobsbawm o Harvey, creo que Hobsbawm en su “Historia del siglo XX”, que habla de “viejas identidades” recién inventadas. Las nuestras, tienen diferentes datas, algunas, como: blancos, educados, demócratas, europeos, tienen algún tiempo, pero igual son históricamente recientes. Lo último – lo de europeos –, hoy algo trastocado o traveseado, o usamericanos, como gusta decir nuestro autor, puede ser más apropiado, y esto es todavía más reciente, y si me lo permiten, de peor gusto. En esta línea, “consumismo” se convierte en un código, no sólo de comportamiento, sino en una categoría analítica, en un concepto teórico para desentrañar, no sólo el comportamiento, sino una configuración cultural.

Junto a este código, emergen otras categorías o conceptos, como parte de una profunda crítica, que en algunas de las aportaciones, nos lleva a elementos epistemológicos. Esto puede sonar grandilocuente, pero no. Si la atención se centra en el aporte a una crítica de la nacionalidad, adquiere sentido, y quisiera destacar, sólo como ejemplo, el texto titulado “La poesía ya no existe en mi” (pp 97-103), que trata un hecho terrible, el asesinato del hijo de un poeta y su respuesta en un poema, el último, en que dice “el mundo ya no es digno de la palabra”. La reflexión tanto del padre poeta, como del autor, también poeta sobre la palabra, y lo que podemos derivar de tal reflexión, aporta, sobre procesos de reconfiguración ideológica y su impacto en cómo entendemos e interpretamos ¿Cómo entender, si la palabra se envilece? Esta idea de la transmutación de la palabra, es recurrente y fundamental como elemento epistemológico.

Pero me adelanto, esto es parte de mis propias reflexiones en respuesta. Antes, un repaso, esquemático y sin duda grosero de lo que entendí, como nudos articuladores del discurso.

II         Ciertas líneas aglutinadoras de expresión

Una preocupación central atraviesa el conjunto de textos: La contrarreforma neoliberal, su objetivo, claro por parte de las fuerzas que la impulsan, es malograr y destruir el Estado Social de Derecho. El mismo, supone una conjunción de objetivos, prácticas e instituciones, ligadas a una comprensión del mundo, que pese a sus carencias y contradicciones, pareciera haber conformado una sociedad “vivible”, y que se expresa en la noción de Segunda República. Esta es una inferencia que hago “por negación”, es decir, deriva de los múltiples señalamientos del autor sobre lo que comporta la contrarreforma neoliberal, acabar justamente con ese estado de derecho que suponía mínimos de convivencia social, con elementos destacables en varios aspectos que incluían educación, salud pública, y elementos culturales. Más allá de esto, en algunos textos, como en “¿UN PAÍS QUE SE NOS ESCAPA? (pp195-199), se plantea la recuperación de lo mejor de la Segunda República para avanzar hacia una tercera.

Habrá que trabajar sobre la emergencia de esa Segunda República y sus protagonistas, en el texto hay varias pistas. También trabajar sobre la metamorfosis y/o descomposición de dichos protagonistas; pienso en los partidos políticos que participaron en dicha emergencia, hay apuntes sobre ello también, quizá más velados. Esto no es más que una invitación al autor. Sobre el país que vamos perdiendo, o ¿hemos perdido?, varias alusiones en el texto sugieren tal pregunta, sobre todo una que se reitera ¿estaremos a tiempo de revertir este proceso?

En dicho proceso, de los textos surge, que lo relativo a la cultura es central, y destacan al menos tres juegos o planos de contradicción:

  • Uno quizás, y no estoy seguro de que esta ubicación sea la adecuada, remite a determinaciones políticas, menos complicadas quizá, pero no por ello “simples”: la sobreimposición de una visión vallecentralista, o vallecentrista, como las llama el autor, en donde la condición misma de capitalidad supone el canon, la concentración de actividad y poder, simplifica y homogeniza, desdeñando no solo particularidades, lo cual ya es grave, sino que filtra ideológicamente toda producción cultural, invisibilizándola o pervirtiéndola
  • Otro, más de carácter conceptual, remite a la visión chata y elitista de cultura como Bellas Artes, y su antípoda, una visión antropológica, repite el autor, que va más allá y entiende el quehacer humano, como un quehacer cultural. En este plano, hay varias reflexiones sobre literatura y especialmente poesía, que requerirían un tratamiento especializado.
  • Un tercero, quizá de mayor calado, una cuestión teórica y epistemológica, meollo filosófico crítico y que ubica y da sentido a todos los textos: El envilecimiento de la palabra, la subversión de la realidad, la palabra ya no como elemento clave en la comunicación y el diálogo, sino como construcción de una realidad a la medida, platos a la carta, la palabra como opacidad, instrumento de intoxicación, como una, y otra vez señala el autor, dadas las condiciones casi monopólicas para su uso.

En estos planos o juegos, hay una casi total e indiscriminada inmersión de nuestra sociedad en el primero de sus términos:

  • Una centralidad chata y uniformadora
  • Una limitación acartonada y elitista de la cultura, simplificadora y discriminatoria
  • Una asimilación acrítica de la subversión y envilecimiento de la palabra, con la consecuente aceptación de la realidad construida, en detrimento del pensamiento

La ubicación temporal sobre la contrarreforma, señala inicios de los años 80 como su arranque, varias notas aluden al inicio de los PAE´s como bandera de salida. Se señala al capitalismo como responsable; la mercantilización de la vida como resultado; y al mercado, de manera inapelable, como demiurgo. Y el miedo, como tal, elemento sustantivo en el envilecimiento de la palabra. Más de cuatro décadas de tal proceso, que se agrava conforme avanza el tiempo. Los logros de la contrarreforma son materiales, políticos e ideológicos, es decir, culturales. Al frente, un paisaje, perdón, país, degradado e inerte, o peor, apostando en parte por la destrucción del Estado Social de Derecho.

III       Punteo sobre la nacionalidad

Intoxicación, parece ser categoría central. Pero encontramos en los textos, elementos como: banalidad, ligereza o liviandad, fatuidad, serruchada de piso como cotidianidad y la chota como forma por excelencia para tal ejercicio (sobre ésta, diría que además ha perdido filo, fineza y hasta cierta elegancia, o mordacidad al menos, para caer incluso en lo soez, el inquilino de Zapote es un buen ejemplo).

No obstante, y en esto reitera el autor, al menos en diversas expresiones artísticas, hay sustrato, cantidad y calidad, que en parte se desgastan y se distraen en la tensión burocrática, y en el charco de la envidia y no pocas veces maledicencias de los mundillos – no sólo está el relativo a la literatura, centro de agudas críticas.

Se habla de “gobierno fallido” (p9). Cabe preguntarse si siquiera deberíamos hablar de gobierno, en el sentido en que tradicional e históricamente lo hemos conocido. La fragmentación, el vallecentrismo, lo aspiracional de la autopercepción inducida, la intoxicación, y el rampante y chabacano gusto usamericano, inciden, sin dudarlo, en las pérdidas anotadas respecto del Estado Social de Derecho, y ojalá no sea así, en pérdidas aún mayores en un futuro cercano.

Sería quizás importante, trabajar sobre espacios de resignificación de la palabra, en el texto hay elementos sobre esto. Este sustrato, que no remite a una vaga esperanza y avanza aspectos tanto de forma, como de contenido (si esa distinción sigue siendo válida); dan para profundizar la reflexión, pero tal ejercicio carecería de sentido si sólo abarca a los de siempre. Algo que también, con toda propiedad anota el autor. Otra invitación, justamente en cuanto a lo señalado sobre la palabra, este es un hilo del que deberíamos seguir tirando.

IV       ¿Hay esperanza?

Recuperando lo anotado por el autor, sobre la responsabilidad del capitalismo, y me atrevo a precisar, que su estado actual, es el que da contenido, objetivos y líneas de acción a la contrarreforma. Esa nueva condición histórica, de que el capital especulativo, que no financiero, parece ser el capital que impone su lógica al capitalismo en su conjunto, no es una diferencia de matiz, constituye un elemento de enorme trascendencia por su carácter disolvente y depredador, ajeno a la vida, es decir, a la historia y geografía. Hinkelammert lo señalaba bien, esa ruptura con la vida, incluso con la producción, como se ha conocido históricamente en el capitalismo, supone una transformación radical de la lógica capitalista. De esa transformación se nutre la contrarreforma, y explica lo refractario frente a la educación, o la cultura, aún en su más simplona acepción, que anota el autor respecto a los parlamentarios en el ensayo “Cruzada contra las humanidades, el arte y el conocimiento” (pp31-36). Por esto resulta tan atinada, y sin duda sintética, la reiterada alusión a hacer “tabla rasa”, con que el autor denuncia la intencionalidad de la contrarreforma.

Quisiera, para terminar, señalar algo que me llamó mucho la atención. Desde mi lectura, no dejó de sorprenderme la alusión a un concepto y a un autor, que pienso se alejan, tanto de la certera crítica que configuran los textos, como de los aportes, sobre desde donde revertir la situación. Me refiero a la “anomia”, que aparece en algunos ensayos y especialmente, la referencia a Emile Durkheim, en “Somos una sociedad enferma” (pp175-178). Si enlazamos la crítica y las referencias sobre aspectos que discutir y lugares desde donde responder a los problemas anotados y el objetivo de tal repuesta, y el autor es explícito sobre esto, el objetivo “desde una perspectiva humanista y popular, es la liberación integral del ser humano, así como la consecuente construcción de una sociedad más justa, democrática e inclusiva” p126. En este punto, tanto Durkheim, como “anomia”, quedan cortos de cara al futuro. Otros autores mencionados, entre los que destaca Martí, nos pertrechan mejor para las duras luchas que se avecinan. Y para soñar y mirar el futuro, como constructores de una nueva sociedad; de un nuevo mundo, sin fascismo, sin sionismo, sin capitalismo.

Una mirada al primer tomo del libro Deslindes de Adriano Corrales Arias

Carlos Delgado Rodríguez

Deslindar significa delimitar, demarcar, limitar, señalar, también, aclarar algo. Por eso quiero empezar por algunos aspectos de carácter autobiográfico del autor, aquellos rasgos personales que han marcado su vida pero también su obra literaria y su posicionamiento político, como un luchador de la causa de los pueblos. Adriano combatió en Nicaragua y también fue miembro de una organización revolucionaria en Costa Rica.

En los apuntes autobiográficos que Adriano nos entrega, se muestra una mirada al entorno social en el que transcurriría su niñez, adolescencia y juventud. Su niñez, en Venecia de San Carlos, transcurre en un mundo que estaba siendo colonizado por campesinos y campesinas que eran recién llegados a un paisaje prístino de contornos selváticos. Corrales nos narra que estos contextos sociales, en los que creció, estaban animados por grupos humanos, clases sociales, si se prefiere, como los campesinos y los finqueros; estos hacían su vida en su contexto que era, por un lado, un lugar donde reproducían sus vidas al trabajar la tierra, pero también, un mundo de una belleza extraordinaria; sin embargo, esta belleza escénica exigía un agotador esfuerzo de sus colonizadores para poder lograr el sustento que le arrancaban a la tierra.

Corrales nos relata, en parte, el proceso de construcción de esta sociedad, y muchas comunidades campesinas, que surgieron gracias al trabajo duro y solidario, de hombres y mujeres humildes. Cada logro en aquel escenario, como construir una iglesia, era el fruto de un denodado esfuerzo colectivo, que daba forma a un nuevo mundo en medio de las montañas y planicies de San Carlos. En aquella época, por cierto, aquel mundo era visto desde el Valle Central, como una remotidad enorme e indómita.

En los relatos de Adriano, que dan cuenta de su niñez, se cuelan las imágenes de un mundo de muchas limitaciones, que no era así solamente para el protagonista, sino también para muchos hombres y mujeres que por aquellos años compartían ese entorno: ese era el contexto de la Costa Rica de los años sesenta que se desenvolvía en la periferia del Valle Central. En ese contexto rural, el escritor hace sus primeras incursiones en las luchas sociales, necesarias para construir las condiciones para vivir, trabajar y estudiar, en un mundo precario y en construcción, cuya institucionalidad era percibida por el joven y sus compañeros de lucha como insuficiente para estudiar con dignidad y realizarse profesionalmente. Aprendió en ese proceso que las luchas tienen un precio, que suele ser, en muchas ocasiones, la represión por parte del statu quo y su institucionalidad.

Posiblemente, esas primeras enseñanzas van a marcar profundamente la mirada crítica y rebelde del poeta y del escritor, que no sólo apunta hacia el mundo social, sino que también, abarca el abordaje que Corrales hace de la poesía costarricense. Corrales indica que:

Ha privado una actitud individualista y subjetiva en el bardo criollo, aunada a un sentimiento de soledad existencial ante un mundo caótico e incomprensible, muy cercana a algunas vanguardias europeas como el simbolismo y el surrealismo o la mal denominada “poesía pura” o “purista”.

Eso lo decía para referirse a una poesía que había emergido en la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, esto cambia en los años sesenta y setenta del siglo pasado.

No es hasta los años sesenta y setenta del siglo pasado, cuando la presión del ambiente sociocultural y la lucha revolucionaria centroamericana orientan la producción hacia un componente ético/político y se aborda la realidad circundante con formas más concretas y contenidos críticos y humanistas restando importancia a la individualidad

En el abordaje que hace Adriano del mundo literario, el contexto histórico y social, son fundamentales para explicar el transcurrir de la literatura y la poesía. Corrales, al revisar algunos de los grandes poetas y escritores costarricenses como Max Jiménez, Yolanda Oreamuno o Eunice Odio, figuras de la primera mitad del siglo XX, señala que la sociedad costarricense de aquella época fue un lugar inhóspito para aquellos que ejercieron su oficio con creatividad, templanza y criterio propio, en un entorno muy limitado culturalmente, de carácter profundamente conservador y áspero. Esa sociedad no perdonó a quienes, como estos autores, esgrimieron la crítica y denunciaron aspectos culturales o sociales propios de la dominación oligárquica y patriarcal de aquellos años, que eran defendidos rabiosamente por los intelectuales y figuras políticas del statu quo.

La crítica en Corrales suele ser radical, cruzada por criterios que va más allá de lo puramente estético. Cuando se refiere a Jorge Debravo, también lo hace con respecto a la poesía costarricense que lo precede, para decir que:

Debravo es un poeta franco y directo, auténtico y sincero como el Jorge ciudadano: una persona solidaria con los oprimidos, un compañero, un promotor. Precisamente lo que coloca a Debravo como un parteaguas en la lírica nacional es una poesía que apuesta por la comunicabilidad y la cotidianeidad, un lenguaje simplificado y directo frente a una tradición nobiliaria, solipsista y de trascendentalismo lingüístico basado en la metáfora y la alegoría con un trasnochado parnaso/modernismo de formas vacías, salvo serias excepciones: casos de Max Jiménez y Eunice Odio

Asimismo, indica que la poesía de Debravo se levanta con una clara dimensión ética:

Por demás, es un ejemplo ético: no se identificó con una nacionalidad, un grupo literario o agrupación política alguna y se colocó, con plena conciencia y responsabilidad, en el arduo proceso del arte, en la poiesis misma, lo que provoca la poca atención e, incluso, la exclusión, entre poetas y escritores de actitud iconoclasta y frontal de la primera mitad del siglo XX.

Para Corrales, muchos de los autores en los que se enfoca, como Jiménez, Odio o Debravo, son figuras rupturistas, críticas e irreverentes. Esto está también asociado a su propia obra literaria y trayectoria vital. A Debravo, Corrales le confiere un lugar importante en la poesía costarricense, no solamente por su calidad literaria, sino porque la obra de Debravo tiene un impacto social:

La poesía debraviana porta una diáfana y refrescante visión de la realidad con una simplificación excesiva inédita hasta el momento. Sin renunciar completamente a la tradición de la transfiguración metafórica y la simbología, los libros Canciones Cotidianas y Nosotros los Hombres se convierten en los puntos de partida de una nueva sensibilidad que pretende procurar contexto y testimonio histórico al poema. Consigue un considerable arraigo entre los lectores y un entusiasmo inusitado por la poesía, especialmente en un país que ya había encomendado las tareas críticas de develamiento social a la narrativa y al ensayo.

A partir de Jorge Debravo la poesía pasa a ocupar en nuestro país el lugar que los poetas anteriores, aristocratizantes de un yo conflictivo de cenáculo liberal, salvo serias excepciones, habían deseado, pero no habían conseguido… Y los libros de Debravo, impresos manualmente en polígrafos, corrían de mano en mano, ya no en ateneos de señoritas e intelectuales burgueses, sino en el sitio de labor, aulas, casas de trabajadores, estudiantes y gentes sencillas. La poesía costarricense adquiere carta de ciudadanía con un inconfundible acento humanístico y popular, sacudiendo a su vez un entorno aletargado y deplorando un pasado de pálida impasibilidad.

Se trata, en este caso, de una poesía que irrumpe con toda su fuerza en la cotidianeidad de la gente común. El análisis literario, sociológico e histórico se entrelazan, necesariamente, para alcanzar una explicación totalizadora del fenómeno literario en su múltiple dimensionalidad. Debravo es discernido como poeta, como ser humano, pero también, por su pertenencia a una clase social a la que el vate representó y dignificó en su poesía. Corrales reconoce esta condición, que considera propia de un verdadero poeta. Refiriéndose a Debravo señala:

Y a pesar de cierto candor poético (que es siempre honesto porque es consecuencia de una emoción profunda), palpable a veces en una sencillez de sonsonete rural y provinciano, no sucumbió al costumbrismo o folclorismo de antecesores, como Aquileo Echeverría o Arturo Agüero. Mucho menos aplicó la chota a sus congéneres campesinos a quienes reunió con los demás trabajadores en un grupo de sencillos hombres. Eso lo logró debido a los dotes de verdadero poeta.

La lealtad de clase con los oprimidos de la tierra que tenía Debravo, es puesta en la perspectiva de Corrales como una posición virtuosa. La rebeldía, la necesidad de transformación de un orden inaceptable, por ser injusto, son elementos de un hilo conductor de la narrativa de Adriano, que se articulan de forma coherente en todos sus artículos, al lado del análisis literario contextualizado en la historia de la sociedad costarricense. Se trata de una mirada totalizadora y compleja para explicar el fenómeno literario; su análisis es una crítica reiterada a la sociedad costarricense.

Corrales señala que la sociedad costarricense denostó en distintos momentos históricos a grandes y destacados creadores y artistas. En esa lista están Eunice Odio, Yolanda Oreamuno, Max Jiménez y Jorge Debravo, que tuvieron que luchar cada uno de ellos y ellas en contra de un contexto sociocultural hostil que rechazó la propuesta artística de estos y estas figuras del arte costarricense, por considerar que sus obras, y sus personalidades, se salían del canon impuesto oficialmente en sus respectivos campos. Algunos de los personajes en los que se posa la mirada y el análisis de Corrales son gente que va a contracorriente, y paga un precio por eso.

Chavela Vargas también forma parte de ese elenco de rebeldes, incómodos, o rotos, que pasa bajo el escrutinio de Adriano, y que indefectiblemente tienen detrás de sí una sociedad que los orilla, y frente a la cual se produce la rebeldía. Refiriéndose a Chavela Vargas Corrales dice:

Por esas y muchas razones no la despido, sino que le doy la bienvenida a una Costa Rica empobrecida cada vez más, sin embargo, poco a poco deberá acogerla como otra víctima de su aldeanismo y deporte nacional por excelencia: la serruchada de piso y el asesinato simbólico. Los ejemplos nos rebasan.

Ya en otro plano, Adriano se enfoca en la Universidades, lugar en que se desenvolvería su vida laboral como docente, investigador y activista. En su trabajo sobre las universidades se presenta una caracterización del lugar y función que la economía costarricense cumple en la economía mundo, y del papel que las universidades deberían tener frente a esto:

Debemos comprender que la tecnología y la ciencia no son asépticas, ambas se producen y reproducen en el marco de un sistema mundo global; dicho de otra manera, en una economía global donde las micro economías empresariales nacionales, dependientes como la nuestra, son una mediación secundaria de la macroeconomía internacional trasnacionalizada. Esto es de suma importancia puesto que somos países periféricos que transfieren plusvalía en un intercambio a todas luces desigual. Y la universidad debería coadyuvar a la reinvención de países como el nuestro en un mundo multipolar como el de la actual coyuntura bajo esquema neoliberal.

Se trata, entonces, de repensar la labor de las universidades en un contexto dinámico que cambia hacia un orden en gestación, que el autor denomina multipolar, y que requiere de parte de las universidades públicas una actividad correspondiente que contribuya a la compresión crítica de esta nueva realidad en formación, y a la transformación de las estructuras y condiciones socio económicas y políticas que esto eventualmente requiera. Sin embargo, actualmente la universidad se inserta en un contexto dominado por los grandes conglomerados y los organismos internacionales al servicio de estos. Estas condiciones dominantes no sólo han desmantelado la institucionalidad pública, sino que también apuntan a la universidad:

En nuestro país, a partir de los años 80, se inicia una contrarreforma cuyo objetivo principal es el desmantelamiento del Estado Social de Derecho y las conquistas alcanzadas en los años cuarenta del siglo pasado con la reformas e instituciones ulteriores, especialmente el capítulo constitucional de las Garantías Sociales. La universidad pública, como fundamento de este estado de bienestar también está en la mira de los ideólogos y políticos neoliberales, que son quienes lideran la contrarreforma apoyados por los empresarios nacionales y transnacionales, aupados por el poder omnímodo de los conglomerados financieros tipo Organización Mundial del Comercio, Fondo Monetario Internacional o Banco Mundial.

Esto pone a las universidades en una encrucijada, que conduce a la anulación de su carácter/misión. En este caso se da una mirada al mundo social e institucional, para plantear una crítica directa al carácter dependiente del capitalismo costarricense y sus clases dominantes, y a las consecuencias que la ruta neoliberal tiene para la educación superior. Ante el embate del neoliberalismo como política de estado que se constituyó en una contrarreforma Adriano llama a:

El dilema consiste en defender la autonomía universitaria para reforzar su papel de agente de cambio por la justicia social, el desarrollo alternativo y sostenible y el bienestar General

Si esto no se hace las universidades públicas devienen en:

Casas de enseñanza neocoloniales pues concentra élites cognitivas con estudios especializados y, por tanto, disociados; o con la aparición y proliferación de la universidad privadas -nichos básicos para la globalización inducida y el proyecto neoliberal -en garajes-, salvo serias excepciones, donde se venden títulos a granel.

A la par del proceso de reconfiguración del papel de las universidades, Adriano, nos muestra a estudiantes desmovilizados y conformistas que no oponen ninguna resistencia, como en otros momentos, frente a la contrarreforma, y que más bien sancionan positivamente la constitución de una educación superior al servicio de los intereses locales e internacionales del capital. Esto se acompaña del surgimiento de un individualismo feroz portador de una actitud que afirma el sálvese quien pueda. Los aparatos ideológicos al servicio del proyecto dominante reconfiguran no sólo la economía, sino que también al pensamiento de las personas. Esto se expresa en las actitudes del personal docente y los estudiantes de las universidades. Este análisis desemboca en una mirada a las condiciones estructurales de la sociedad costarricense, que golpean social y económicamente a amplias franjas de las mayorías sociales.

Corrales en este texto nos advierte, con ejemplos, de cómo la universidad está siendo transformada en función de intereses empresariales que la reconfiguran, en una dirección que alejan a estas instituciones públicas de la posibilidad de servir a las mayorías sociales. Se trata de una reconfiguración en un sentido unidireccional, que niega el carácter plural y complejo de los intereses sociales a los que supuestamente debería servir. Esta reconfiguración se acompaña de la desactivación del pensamiento crítico:

El pensamiento crítico ha sufrido duros golpes en los mismos campus universitarios. El movimiento estudiantil está desinformado y por ello luce dócil, cooptado en su dirigencia y atomizado; igual los sindicatos.

Igualmente define con claridad cuál debería ser el objetivo político de la lucha sociales:

El objetivo fundamental de la lucha política, desde la perspectiva humanista y popular, es la liberación integral del ser humano así como la consecuente construcción de una sociedad más justa, democrática e inclusiva.

Para Corrales vivimos en una sociedad en crisis; esta crisis surge de la interacción con el mundo global dominado por las grandes corporaciones multinacionales, que son el referente de una oligarquía servil y desafecta, cuyo único criterio es el lucro. Corrales busca en el mundo social los elementos que permiten, de alguna manera, legitimar este proceso en marcha dirigido contra las mayorías sociales:

Ahora bien, los sectores más desprotegidos por la contrarreforma neoliberal que pretende arrasar con el estado benefactor (lo que queda de él), en su precariedad y abandono, se inclinan hacia el fundamentalismo evangélico que les promete paz en un paraíso (populista neoliberal) con una sanación permanente; así, las iglesias “nuevas” pululan por doquier “diezmando” a sus miles de incautos feligreses.

Los factores que intervienen para ir construyendo este escenario son muchos, y, por lo tanto, la perspectiva para enfocar la complejidad de la situación tiene que ser abarcadora. A criterio de Adriano, el pago a los intereses de la deuda se convierte en un factor que ninguna reforma fiscal puede atajar, en vista de que los recursos que se drenan por esta vía alcanzan un alto porcentaje del producto interno bruto:

Se está hablando, prácticamente, de cuatro puntos porcentuales del producto interno bruto (PIB), solamente en pago intereses para este 2018; por tanto, el pago de los intereses demanda cada día, cada 24 horas, una cifra cercana los cuatro mil millones de colones.

Adriano, en este caso, señala el conjunto de problemas que forman parte de un escenario político, económico y social-institucional, cuyo peso asfixia a la sociedad costarricense, pero, particularmente, a la clase trabajadora y aquellos sectores sociales vulnerables y excluidos.

Volviendo a la crítica literaria, Adriano cuando analiza la novela “La Sed de los días”, de Francisco Rodríguez Barrientos (Celso Romano), hace un análisis sobre quién decide qué es literatura nacional o regional. Discute si la obra de Francisco Rodríguez, un novelista sancarleño, es o no un ejemplar nacional o regional marginal de la novela costarricense. En esta dirección pone otros ejemplos de novelas producidas en entornos regionales, por autores cuya procedencia no es el lugar desde donde producen. Esto le permite plantear un conflicto al interior de la crítica literaria:

Es claro entonces que lo regional o particular, indicado en lo nacional implica una tensión entre prácticas residuales y prácticas emergentes: hay una disputa por la autoridad narrativa, por el poder simbólico. El discurso de la autoridad central genera su contingente (su resistencia) porque ella misma, al enunciarlo, se coloca al descubierto como ideología. Así, la “literatura nacional”, o la “cultura nacional” (“la nación” el “estado nación”), pasan de ser un símbolo discursivo al síntoma de un malestar.

Una vez más, el oficio de escritor se vuelca o convierte en un acto de crítica y denuncia de una situación que se expresa en el desarrollo desigual y combinado de la sociedad costarricense; tal cosa, también tiene sus implicaciones en el mundo de la cultura y la literatura. Es una crítica a la cultura hegemónica del valle central (centro político, económico, y sociocultural de la sociedad costarricense). La estructura centro–periferia de la sociedad costarricense, que supone asimetrías e inequidades, también se extiende a la dimensión literaria en el artículo “Literatura de la región norte costarricense; un caso paradigmático”. Allí se plantea el asunto de quién es el que define el carácter nacional o periférico de un texto u obra literaria:

Ahora bien, la cuestión inicial debería ser: ¿existe una literatura nacional? ¿Y si existe? ¿Quién o quiénes la definieron? Plantear que existen literaturas regionales dentro de una literatura nacional implica ya una acción de subalternidad; es un proceso de negación, a pesar de que, es evidente, las regiones culturales existen e interactúan en el plano nacional/internacional. Ciertamente se trata de cuestionar la visión vallecentralista, o vallecentrista, homogénea, horizontal y aclimatar el concepto de literatura nacional; pero implicaría responder a las preguntas: cuál es la literatura nacional, y dónde se encuentra, o dónde se encontraría, ese centro.

El discurso dominante con respecto a la literatura deviene en ciertos contextos en un malestar/molestia por su carácter homogenizante. Podríamos decir, que esto pasa por querer forzar o encajar las obras originales, producidas fuera de los cánones oficiales, en una homogenización improcedente. Esto desnuda la relaciones de fuerza que están presentes en toda sociedad, en este caso entre la oligarquía costarricense y sus respectivos intelectuales, cuyo espacio geográfico es el Valle Central en el que se formaron como clase dominante y constituyeron su estado, sus símbolos y su cultura; frente a otras expresiones regionales, cuyas manifestaciones culturales no necesariamente encajan en los cánones y modelos extendidos de forma arbitraria al conjunto de la nación por los aparatos ideológicos y culturales de la dominación. El tema regional es algo que presenta, para Corrales, un destacado foco de interés. Refiriéndose a este contexto Corrales indica:

Debemos interrogar a las literaturas desde las diferencias identitarias construidas en regiones desiguales y en un país inventado desde la centralidad (la colonización interna partió del centro hacia la periferia, exceptuando las regiones fronterizas o del Guanacaste). Las diferencias persisten y se ensanchan a pesar de la homogenización cultural inducida desde el centro, por los liberales primero, los socialdemócratas después y, en la actual coyuntura, por la globalización bajo esquemas neoliberales.

Como se nota, Adriano engarza el mundo de la literatura con aspectos de orden cultural, y socio político. Los criterios para discernir son diversos. Cuando Corrales busca una respuesta se fórmula otra pregunta ¿existe una literatura nacional? Y a la vez ¿quiénes han definido su canon y su corpus? Corrales entonces apunta en una dirección político cultural, que tiene que ver con la construcción de la hegemonía al interior de una sociedad determinada, y los contextos geográfico espaciales en que tal hegemonía se elabora:

En efecto, se trata de cuestionar la visión vallecentrista, o centralista, homogénea, horizontal y aclimatada bajo el concepto de literatura nacional; pero implica responder a otras preguntas: cuál es su cronotopo. Se trata de indagar si hay un centro en la construcción de literatura nacional y donde se encuentra, o se encontraría, ese centro.

El tema también transcurre por la construcción de un determinado poder y sus expresiones físicas, pero también culturales e institucionales. Igualmente, Corrales insiste en el carácter crítico que debe tener el arte, en un contexto caribeño y latinoamericano que ha sido objeto de un largo proceso colonial. El concepto colonial o decolonial, es fundamental para explicar la articulación entre el centro dominante y la periferia sometida y sus repercusiones. Refiriéndose a la obra de Derek Walcott, nos dice

La herida colonial atraviesa el cuerpo del colonizado, por eso siempre está presente. El teatro entonces es un medio de expresión para mostrar esa herida que se disloca en escena y que sirve como terapia decolonial tanto para el actuante como para el espectador.

Intentando sintetizar algunos aspectos de esta obra, que recoge diversas publicaciones de Adriano Corrales Arias, puedo decir, que la mirada de Adriano nos muestra un mundo social, artístico y literario en el que las corrientes artísticas luchan entre sí; hay continuidades, rupturas, nuevas tendencias que se enfrentan; es la dialéctica del arte y la sociedad; esta característica Adriano la propone como una línea que transversalmente cruza toda su obra. El mundo social, político y literario interactúan, y se explican y condicionan mutuamente.

Igualmente, la realidad social, política y económica es vista por Corrales, para el caso de Costa Rica, como una sociedad de capitalismo periférico, que aún no ha podido desembarazarse de la herencia colonial que está en su origen. Esta sociedad, cruzada por grandes contradicciones de clase e intereses que son irreconciliables, es presa desde hace años de un movimiento de contrarreforma social y económica, dirigida a destruir la reforma social de los años 40 y 50 del siglo pasado, que ha sido impulsada por una alianza entre una oligarquía financiera local, y el gran capital transnacional. Esa contrarreforma se ha instalado en las universidades, el estado y las instituciones públicas en general, pero también, en la forma de ver el mundo del ciudadano común. Es contra esta situación que advierte Corrales en sus trabajos, es un grito contra la modorra y el conformismo de la derrota de los sectores populares, que la oligarquía costarricense quiere convertir en algo definitivo y contundente. Frente a esto, lo que nos queda es la resistencia, suele decir con bastante frecuencia.

Presentación de DESLINDES, ensayos y artículos de Adriano Corrales Arias

Presentación de DESLINDES (dos tomos) ensayos y artículos de Adriano Corrales Arias

Participantes: Adriano Corrales Arias, Álvaro Vega Sánchez, Carlos Delgado, Carlos Madrigal Tellini

Fecha: miércoles 28 de febrero

Horario: 4:00 p.m.

Actividad presencial, lugar: Benemérita Biblioteca Nacional, San José

Transmisión por Facebook live de la Biblioteca

Para pedidos de los libros con Ask Books al tel 8405 4669

Invitan: Ministerio de Cultura y Juventud, Gobierno de Costa Rica, Sistema Nacional de Bibliotecas, Benemérita Biblioteca Nacional.

Juegos inocentes o poderes de la moral ocultos

Adriano Corrales Arias*

¿Será verdad que todo niño, antes de los siete años, tiene poderes ocultos –o percepción extrasensorial– dado que su inocencia –benevolencia– es intrínseca? ¿Podemos proyectar mentalmente el mal hasta materializar el daño? Son cuestiones que se me plantearon al terminar de ver la película Juegos inocentes (“De uskyldige”, 2021), segunda del realizador noruego Eskyl Vogt (la primera se llama Blind, no la he visto), traducida al inglés como The Innocents, y al castellano como Poderes ocultos. El asunto ha sido tratado con exhaustividad, tanto en el cine como en la literatura, para no hablar de la filosofía y la psicología. Sin embargo, la perspectiva de este director (guionista de La maldición de Thelma y La peor persona del mundo de Joaquim Trier) es absolutamente inédita y enigmática. Las vidas privadas de los protagonistas, que entre ellos no se comunican ni se conocen, sirven, cual ácida metáfora, para la eterna pregunta sobre si se nace siendo malo o se hace debido al entorno familiar y social.

La familia de Ida (Rakel Lenora Fløttum), conformada por su hermana mayor Anna (Alva Brynsmo Ramstad) y sus padres, se ha mudado a un nuevo apartamento en un condominio fuera de la ciudad. Anna ha sido diagnosticada con autismo desde muy niña, Ida se siente ignorada y molesta por el cambio y su “responsabilidad” ante su hermana, pero lo único que desea es hacer amigos, jugar, explorar el bosque aledaño y disfrutar del verano. Comete actos “preocupantes”, para nosotros, público adulto, pero que, para un niño, son acciones debidas al nuevo ambiente y sus variados descubrimientos. Hasta que conoce a Ben (Sam Ashraf), un niño que de inmediato hace migas mostrándole su escondite en el bosque y su habilidad para mover objetos ligeros a voluntad. En paralelo, vemos a otra niña solitaria llamada Aisha (Mina Yasmin Bremseth Asheim) que establece una conexión profunda y psíquica con Anna, quien a su vez también posee (¿o adquiere?) poderes especiales. Ida es la única que carece de poder alguno, pero poco le importa pues ha dado con un amigo y posible grupo con quienes conectarse; pronto enfrentará el conflicto con sentimientos encontrados y dudas incomprensibles.

Estamos ante un drama de la soledad, la incomunicación y el crecimiento, pero se nos olvida que es una obra de terror. Ida y Ben pasan un tiempo juntos y ambos parecen compartir cierta moral disociada. En una de las escenas más impactantes y efectivas, Ben arroja un gato desde lo alto para probar que puede caer de pie. Eso y lo que sigue parece mostrar a la niña los límites que no debe traspasar, incluso si no está segura de por qué mata lombrices, gusanos u hormigas por diversión, o tortura en silencio a su hermana dado que esta “no siente”. Ida es un personaje muy complejo y es un gran logro de Eskil Vogt en su construcción más allá del cliché infantil (lo mismo puede decirse en cuanto a la dirección de actores: dirigir niños es difícil y arriesgado; por supuesto, los cuatro, son excelentes actores). Anna no puede comunicarse atrapada en un cuerpo que no le responde, Ida se auto percibe, entonces, en segundo plano ante sus padres y por ello es vulnerable a la influencia externa. Ben vive con una progenitora abusiva y Aisha no sabe cómo ayudar a su madre que llora cuando cree que nadie la está viendo.

La diferencia de la película, lo que a su vez aporta un hálito perturbador, es que nunca abandona la visión ni el mundo infantil –desconectado, por demás, del mundo social adulto y sus prioridades–hecho que la torna más realista (incluido lo “sobrenatural”) cuando vemos la reacción a problemas y miedos propios de esa edad –que nos recuerdan los nuestros– con poderes psíquicos ejercidos como insumo del horror cuando una acción relativamente inocente, como empujar a alguien que te molesta, se convierte en algo cruel y escalofriante. Todo ello se logra, entre otros recursos, por el uso de la cámara subjetiva; la misma se coloca junto a los niños para mostrar sus vivencias, dudas y conflictos. Aunque los padres y otros adolescentes aparecen, la perspectiva de los protagonistas es constante, lo que subraya esa desconexión con el mundo adulto donde las habilidades sobrenaturales suenan a broma o a trucos de magia. Vogt explora el desarrollo moral de la infancia, lo que sucede en un mundo infantil cerrado a los padres con sus propios códigos y reglas, así como el significado de la amistad y, además, lo que implica tener un poder sin responsabilidad ni discernimiento.

La infraestructura familiar –por demás (pos) moderna y funcional, esa fría arquitectura cual escenografía y hábitat de los acontecimientos– aparece también como desconectada de los protagonistas y, por tanto, ominosa como ambiente insano, agresivo y desequilibrado para nosotros, a pesar de su aparente normalidad. Llama la atención que los acontecimientos se suceden durante el verano nórdico y no en sus tenebrosos inviernos, lo que, de alguna manera, grafica la metáfora de la oscuridad en plena luz, o de un ambiente multifamiliar “normal” que esconde, no obstante, un drama maléfico y espeluznante. Así, el director no olvida lo más importante: que el público comprenda que se trata de “niños reales”, no de hijos de un demonio, de un encantamiento o una maldición, ni de héroes o semidioses con poderes mágicos para salvar al mundo. El conflicto alude a que la moral se forma en una etapa harto difícil donde contradecir o desobedecer a los padres –quienes, presuntamente, muestran el camino del bien– también es necesario, aunque en momentos de rebeldía ante el abandono, la indiferencia, el pasado supra genético (migraciones, guerras, racismo, segregaciones, enfermedades, etc.) o el mismo entorno social, puede derivar en acciones crueles que la mayoría oculta por el sentimiento (¿“natural”?) de culpa o se ignoran justificándolo como inmadurez o escasa memoria. 

La narración es lenta, cuasi silenciosa, sin ese soundtrack tremebundo que se acostumbra en el cine corporativo/usamericano. Ello se agradece porque la trama y el conflicto crecen de a poco sin sobresaltos ni trucos gratuitos para mantener la angustia y la atención del público. Siempre que hay protagonistas con poderes especiales la audiencia –entrenada por Hollywood y las plataformas cableras– espera la confrontación que pondría a prueba a los buenos cual fórmula para temer y rechazar lo que sucedería si los villanos “ganaran”. El film aprovecha ese espurio deseo del público para darle un giro novedoso al cliché. Y si el espectador se da la oportunidad de ingresar a un cine diferente con un análisis personal más a fondo, encontrará un desenlace que funciona a la perfección gracias al elenco infantil, la eficiencia del guion, la fotografía y la sutileza de los efectos visuales y sonoros.

El auténtico eje de la historia en  Juegos Inocentes es la salvación o la condena de la moral de Ida en un mundo adulto desconectado (atrofiado) y, por tanto, poco interesado en cuanto a los resultados de esa terrible e implacable lucha de formación psíquico/anímica/emocional ante un mundo confuso y agresivo –amenazante por donde quiera que se le mire: ¿es por allí que se cuela la maldad?– que todos los niños deben librar solos. Es la eterna lucha entre el bien y el mal, pero experimentada desde la supuesta inocencia de una niñez posmoderna con familias disfuncionales en sociedades con anomia.

Presentación del libro Secuencias, de Adriano Corrales Arias

La Benemérita Biblioteca Nacional le invita a la presentación del libro Secuencias, de Adriano Corrales y con la participación de Tatiana Herrera Ávila.

La actividad se realizará el jueves 30 de noviembre a las 4:00 p.m. de manera presencial en la Benemérita Biblioteca Nacional y También se transmitirá por el Facebook: Biblioteca Nacional Costa Rica https://www.facebook.com/bibliotecanacional.mcj.cr/