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Etiqueta: Teatro Arnoldo Herrera González

La venta del Teatro Arnoldo Herrera González

La venta del Teatro Arnoldo Herrera González a espaldas de toda la comunidad Castella por parte de la Fundación Castella, especialmente de Gustavo Rojas, es parte de un proceso de privatización que hay que leer políticamente. Tanto secretismo es sólo la cara visible de una actitud autoritaria de la Fundación, lo cual no sorprende porque el autoritarismo está siendo parte de nuestra cultura política actual.

Pero lo que más me preocupa es la «argumentación» (que detectamos por filtración de audios privados porque ni el señor ni la Fundación han hecho públicas sus decisiones) de que como el Estado, léase el MEP, es ineficiente resolviendo los problemas de infraestructura educativa entonces hay que pasarle la responsabilidad a la Fundación para resolver el problema, nótese que es la misma «argumentación» que en el proceso de privatización de la CCSS: es una orquestación bien organizada de corte neoliberal para privatizar la educación, el arte y la salud. Pero tanto la Fundación como don Gustavo no contaron con que nuestra rabia e indignación se convertirán en resistencia, así que esto sólo comienza:

¡El Castellá no está en venta!

Texto de Viviana Guerrero Chacón.

Fuente: https://www.facebook.com/share/p/zwvjYeRdT1AbCWh4/?mibextid=xfxF2i

Compartido con SURCOS por Juan Carlos Cruz Barrientos.

¿Qué hay más allá del proscenio?

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Es difícil dimensionar la respuesta a la pregunta ¿A qué huele la cultura? En tiempos de inteligencia artificial, las múltiples posibilidades de resultados seguramente arrojarían una materia indeterminada, sin corazón, sin músculo.

Decir a qué huele el arte y la cultura es hoy, en este minuto en Costa Rica, un acto de absoluta resistencia, un acto político, que contiene al mismo tiempo todas las herramientas juntas de la expresión, la felicidad, el disfrute y la sensibilidad.

Si. Porque la cultura y el arte huelen a teatro. Al Teatro Arnoldo Herrera González. Ese “si” lugar en el que por más de 70 años generaciones de artistas de este país hemos entrado y salido siendo seres humanos completos, absolutos y dichosos: Alegres en la vida.

En este momento, en tiempos de rapiña empresarial, leo absorto en una publicación compartida por un grupo inmobiliario, la siguiente declaración de razón instrumental voraz, rampante, perversa:

“Teatro del Castella ya fue vendido y eso nos da más seguridad de que se aproxima el inicio de lo que podría ser el primer rascacielos de #CostaRica

Este viernes algunas personas molestas por la venta se reunieron para llevarse algunos objetos de valor de la propiedad donde se ubica el teatro Arnoldo Herrera en Sabana Norte.

Portafolio Inmobiliario”

En el país de los no lugares, los si lugares del corazón están siendo aniquilados. El arte y la cultura son borrados sistemáticamente del contorno social sin contrato en el que nos hemos convertido.

Tendremos el primer rascacielos, pero nos habremos quedado para siempre sin el olor de las butacas, el crujir del escenario, la luz que se proyectaba absoluta sobre quiénes amábamos estar allí creyendo, creando, creciendo. Esto, hay que decirlo, es la estocada final de un período iniciado hace más de 20 años por un grupo que se arrogó la auto representación de la institución benemérita de la patria y ha querido entregársela a intereses espurios.

Más allá del proscenio del Si lugar hay almas dispuestas a pulsionar desde el arte y la resistencia. Hay un olor a un lugar que debe ser remozado, cuando las herramientas jurídicas lo permitan, pero jamás destruido.

Ahora, a quienes amamos ese si lugar, nos toca representar y defender en carne viva el relieve de contornos hecho mural escultórico creado por Felo García y Néstor Zeledón que forma la fachada y está a punto de ser derribado junto con todo el teatro, por un tractor.

Más allá del proscenio, nos toca estar. Estaremos.

Una razón instrumental perversa

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

A esta hora, en este escenario y con la clase de actores que tenemos en juego, ningún espacio está vacío, ningún discurso es neutral, no hay nada que no quede sujetado a la dinámica del poder y sus estrategias.

En un contexto de ataques gubernamentales groseros al arte, la cultura y la educación, mediadas por la ética del recorte y la inanición como lev motiv, un nuevo capítulo en una disputa ideológica y (esta vez y por una vez más) política, se ciñe sobre los cimientos del Conservatorio de Castella, institución Benemérita de la Patria y que este año 2023 cumple 70 años de creación.

La disputa no es solo semántica ni retórica. Es política, ética, de sentido. Representa dos modelos de sociedad, dos tesis, dos idearios. No son solo modelos figurativos y organizativos, no es solamente una Junta administrativa versus una fundación: es una matriz histórica de comprensión del funcionamiento de las dinámicas sociales y culturales.

Una tesis defiende los principios, el origen público de la institución y por consiguiente su naturaleza, enfoque y perspectiva incluyente. La otra argumentación se ampara en la dimensión privada, el valor de un bien como el arte en su escala absolutamente monetaria, la mercantilización de la estética como objetivo.

Una tensión no resuelta entre ambas tesis continúa hoy, ahora, del plano discursivo al jurídico, del institucional al político. En medio de la disputa que lleva ya varios años, sobresale el ideario cuya visión defiende la posesión de los bienes patrimoniales del colegio como idea fuerza. Para esta visión, hasta el escudo pareciera adquirir valor de cambio, restándole su significado simbólico como icono representativo de la expresión del arte universal.

En su propuesta analítica acerca de la razón instrumental Max Horkheimer lo define como aquel razonamiento lógico utilizado para obtener un beneficio propio y particular. En este caso se adivina la perversión de la propuesta; una razón instrumental maniquea.

Los argumentos esgrimidos sobre el resguardo de un legado histórico, sus bienes y su significado amparado en la supuesta idea de un bien común deben ser falseados. Cualquier tesis acerca de la naturaleza privada del Conservatorio de Castella debe cuestionarse. Así lo indicó un histórico fallo de la sala constitucional en 2001. A ese fallo debemos remitirnos.

Cada vez que la tesis economicista argumenta su propiedad sobre los bienes patrimoniales y aun sustantivos de la institución debemos hacernos y hacerle algunos cuestionamientos:

¿Quién garantiza que tras la supuesta protección privada de los bienes patrimoniales del Conservatorio Castella, no se esconde una figura de voracidad empresarial dispuesta a disolver la esencia del legado del maestro Arnoldo Herrera González? ¿Quién o quiénes, con qué capital y donde se originó el mismo, están tras esta propuesta? ¿Existe articulación orgánica entre esta entidad de naturaleza privada y algunos mandos con injerencia en ministerios del actual gobierno? ¿Cuáles son sus intenciones?

No es menor que esta disputa se desarrolle justamente en un momento histórico donde la hipótesis sobre el valor subsidiario del arte y la cultura ha ganado espacio y legitimación en la opinión pública.

Muchas veces sobre este tema me he preguntado si quedarme al margen mientras otros se zanjan en la lucha por la defensa de los principios públicos y horizontales que fueron la declaración de principios con los que se creó el Castella. Ahora no me lo pregunto: acciono y aporto como sociólogo, comunicador, artista, docente surgido de las entrañas de esta emblemática institución costarricense. Esta institución me dio lo que soy: le debo por ejemplo el Premio Nacional en Literatura en la rama de ensayo sobre las movilidades humanas en 2019. Desde este lugar de reconocimiento hablo.

Los argumentos están expuestos. Al Teatro Arnoldo Herrera González hay que devolverle su garbo, su color original, su significado. No hay que pasarle candado ni mucho menos pensarlo en un futuro como meca del mercado más ambicioso y descarnado. Si eso ocurriera, habríamos enterrado el legado impulsado por el benefactor Millet de Castella y el maestro Herrera.

Una vez en el colegio en sus instalaciones históricas en Barreal de Heredia, Don Arnoldo detuvo a mis padres para sugerirles que me compraran libros, ya que el pensaba que yo me dedicaría a la escritura. Tenía yo 7 años. Esta impronta previsora que todavía nos alcanza es la que hay que defender con pasión y razonamiento. Restarle a esa perversa razón instrumental economicista y minimalista el poder que se ha otorgado a sí misma.

Ponerla en su lugar.