La arquitectura bizantina y su influencia

Freddy Pacheco León

No ha de ser fácil, determinar con certeza incuestionable, cuando fue sustituido, un estilo arquitectónico antiquísimo, como el BIZANTINO, desarrollado desde la era del Imperio Bizantino, entre los siglos V y IX, con Bizancio como capital, luego Constantinopla y hoy Estambul, en Tiempos del Imperio Romano de Oriente, por otro que lo sustituyera, como parte de ese «flujo dinámico» propio de la historia de la Humanidad.

Y es que, igualmente, según el tiempo y el espacio, estilos arquitectónicos relevantes que gozaron de merecido auge, vieron nacer otros, que se nutrieron de ellos, pero con innovadores aportes, visiones y materiales.

Sucedió así, con la arquitectura bizantina, muy representada en admirables iglesias de Europa Oriental, como, ejemplarmente, las iglesias ortodoxas rusas.

Así, vemos como, al avanzar los siglos XIX y XX, por las nuevas tendencias, la arquitectura bizantina con inevitables variaciones es calificada por eruditos como arquitectura NEOBIZANTINA.

Un ejemplo muy admirado, formidable, es el de la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre, París, de 1923, donde deslumbran muy llamativos elementos orientales.

En Costa Rica, allá por 1912, un arquitecto catalán, Luis Llach Llagostera, ganó un concurso abierto para construir una importante iglesia costarricense. A su diseño él lo definió como estilo bizantino, aunque otros dicen que es neobizantino; algo que, para nosotros, ignorantes de tan atractivo tema, eso es secundario. Lo principal es, más bien, la sobriedad y belleza arquitectónica, que sobresale en su exterior e interior. Área interna, con bellas columnas y capillas, donde el color y la luz juegan un papel decorativo, místico, de valor espiritual, que invita a la oración y nos acerca a la Madre de Dios, pero que, quizá «por costumbre», no percibimos cuando visitamos la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles. Única, incomparable, de estilo bizantino o neobizantino…, no importa.