Juan Jaramillo Antillón
La actividad más importante que un ser humano puede alcanzar es aprender a entender, porque entender es ser libre.
(Baruch Spinoza)
Nació en 1632 en Ámsterdam, Países Bajos, y falleció en 1677 a la edad de 43 años, debido a tuberculosis, cuando estaba traduciendo al holandés el Antiguo Testamento.
De origen judío-hispánico, sus raíces familiares se encuentran en Espinosa de los Monteros. La familia fue expulsada por judía, por los Reyes Católicos de España, por lo que se trasladaron Portugal y luego, por otra persecución, se fueron a Ámsterdam. Sus amigos lo admiraban por su inteligencia y bondad.
Desde joven prefería pasar el tiempo en la sinagoga aprendiendo sobre religión, estudiando la Biblia y la historia del pueblo judío. Sus primeras dudas sobre la verdad absoluta de la Biblia surgieron al estudiar el pensamiento de filósofos judíos como Ibn Gebirol y la forma como este identificaba a Dios con el universo. Luego con Hasdai Crescas, quien creía que el universo material era el cuerpo de Dios.
Estudió latín para ampliar sus conocimientos y poder leer sobre la religión cristiana y porque había traducción al latín de los pensadores griegos, Platón, Aristóteles, Demócrito, Epicuro, Lucrecio. Se interesó por la vida y hechos de Giordano Bruno condenado por la «santa» Inquisición y quemado vivo. Las ideas de él, de que toda la realidad no es más que una sustancia, una causa, un origen; de que Dios y esta realidad son una misma cosa; de que espíritu y materia son una cosa y, además, de que toda partícula de la realidad se compone inseparablemente de lo físico y lo psíquico, lo impregnaron para toda su vida. También influyó en él Descartes, cuya noción central era la primacía de la consciencia, «pienso, luego existo» (Cogito ergo sum), y su explicación del mundo por leyes mecánicas y matemáticas. Así mismo, sobre que todo aquello que existe o sucede se puede deducir mediante la ayuda de una serie de premisas lógicas e indudables, desde una base puramente científica, algo que creen muchos en los tiempos modernos.
Con el tiempo, estuvo en desacuerdo con Descartes ya que Spinoza entró en una concepción religiosa del mundo al plantear su duda de la siguiente manera: «Si todo lo que tiene lugar en el universo se puede explicar a partir de una serie de leyes científicas y ecuaciones matemáticas, ya no es preciso atribuir a Dios ningún papel en este proceso», en cambio, Spinoza creía que: «Dios es la causa de todas las cosas, las cuales forman parte de él». Se aprecia que esta es una concepción panteísta.
Es considerado aparte de teólogo y político uno de los tres más importantes filósofos racionalistas al igual que Descartes y Leibniz. Hegel, Schelling y otros filósofos lo consideraban el padre del pensamiento moderno. Albert Einstein lo admiraba mucho y decía que el Dios bondadoso y que respetaba a los seres humanos de Spinoza era el suyo, aunque Einstein no creía en el panteísmo. El famoso matemático, filósofo y Premio Nobel de la Paz, Bertrand Russell, lo consideraba, el más noble entre todos los filósofos.
Escribió un Tratado teológico político donde criticaba a la religión judía y la cristiana.
Señalaba que el lenguaje de la Biblia es metafórico y alegórico, con descripciones exageradas, su objetivo no era convencer por medio de la razón, sino mediante la imaginación. Por ello la gran cantidad de milagros hechos por Dios para el pueblo judío, el elegido de Dios.
Él creía en un Dios omnipresente, omnipotente e infinito, concluyendo que no hay nada que no forme parte de Dios. Por cierto, Newton respecto a esto señalaba que Dios creó el conjunto del universo para, a continuación, dejar que este se desarrollase por sí solo de acuerdo con unas leyes que habría dispuesto, leyes que él como científico descubrió y que llamó de la gravitación universal y otras. Spinoza estaba también en desacuerdo con eso, ya que, no podía concebir que Dios exista por un lado y el universo por otro, como dos realidades inconexas, ya que, para él, si Dios es infinito como afirman las religiones y si se separa a Dios del mundo, estaría poniéndole límites al carácter infinito de Dios.
Su Dios nada tiene que ver con el primer motor de Aristóteles ni con el Dios personal de cristianismo. Él estaba contra todas las concepciones antropomórficas de Dios. Dios actúa por entero en los fenómenos con absoluta necesidad. Dios como única substancia y causa inmanente de toda realidad es perfectamente racional y no emana de la naturaleza, sino que se identifica con ella. Con eso él aceptaba que Dios se encuentra presente en la totalidad de lo creado en la naturaleza. Dios no está fuera del mundo, ni está en el mundo, sino que él mismo es el mundo. Eso significa que el universo físico es el cuerpo de Dios. Dios y la naturaleza son una y la misma cosa. El ser humano a pesar de ser una criatura finita posee esa misma naturaleza y a nadie se le ocurriría pensar que el cuerpo y el alma trata de dos personas diferentes. La tradición judía enseña que el cuerpo viene a ser la forma exterior del alma. Esta es una concepción muy especial del hombre y el universo.
Él pudo escribir sus obras muy contradictorias por residir en Holanda (Países bajos), el país más tolerante del mundo de su tiempo. En cualquiera otro lo habrían encarcelado o asesinado.
Por su manera de pensar, fue rechazado y perseguido por la comunidad judía de su tiempo, ya que se escandalizaron por su visión panteísta del mundo, siendo expulsado de la comunidad judía de Ámsterdam. Rechazaron el que él afirmara que Dios tiene como cuerpo el mundo material, que el alma podía ser meramente vida, que no existen los ángeles ni la inmortalidad del ser humano. Fue excomulgado, se les prohibió a todas las personas de la comunidad judía tener contacto con él, sus amigos se alejaron y hasta su padre, un rico comerciante lo abandonó. Se le prohibió la entrada las sinagogas. Solo y aislado, sin profesión. Un comerciante en lentes le enseñó a pulirlos y de eso vivió.
Era considerado en su tiempo «un libre pensador», uno de los precursores de «la libre expresión de las ideas». Creía que la libre expresión de estas es imprescindible para mantener el orden social, pues, en un mundo gobernado por la razón, «cada persona debe poder pensar lo que quiera y decir lo que piensa y los que atentan contra la libertad son aquellos que, en una sociedad libre, pretenden coartar la libertad de pensamiento de los que se resisten a aceptar una tiranía».
Es posible que haya sido el primer filósofo en postular, un siglo antes del inglés Locke, la libertad de expresión como base de la convivencia pacífica, como la posibilidad de progreso y el verdadero objetivo de un gobierno.
Para él era necesario proteger y asegurar las prerrogativas de los ciudadanos, englobándolos en los fines para los cuales surgió la sociedad, al concederle la soberanía popular (el poder) al gobierno, estos deben recibir seguridad y protección. El Estado no puede esclavizar el pensamiento individual ni la libertad, ya que eso sería sojuzgar a la razón. El ciudadano debe ser capaz de imponerse él mismo el dominio de la razón y nunca será esclavo. El problema es que pueden existir formas imperfectas de Estado y que les impiden realizar sus verdaderos fines. La religión no persigue o tiene por fin conocer la naturaleza de las cosas, sino solo aleccionar al hombre sobre su vida moral. Por eso, ni la religión ni el Estado deben atentar contra la libertad de pensamiento.
Respecto a cuál era la mejor forma de gobierno, él contestaba: existen el monárquico, que es tiránico y mantiene engañados a los hombres, y los controla; el aristocrático gobierno de unos cuantos; y el democrático, para él, este últime, es el más natural, y a la vez el que garantiza la libertad de sus súbditos.
Él no creía en el libre albedrío y en el azar, pues creía que todo sucede por necesidad, nada sucede casual o accidentalmente, la suposición de que el hombre tenga voluntad libre es una ilusión. Toda decisión que toma y acto que realiza están determinados.
Puede también ser considerado uno de los defensores de la naturaleza. Él señalaba que «no se puede ir en contra de la naturaleza pues esta se asienta sobre un orden fijo e inmutable» e ir contra ella es ir contra nosotros mismos. Además, la existencia de la naturaleza no depende de nada, excepto de su propia esencia. El problema es que, como ya se señaló, él consideraba que hay una sola sustancia a la que se puede llamar Dios o naturaleza, que engloba todas las cosas.
Notas
Durant, W. (1978). Spinoza. Historia de la Filosofía. México: Editorial Diana.
Geymonat, L. (1985). «Hobbes y Spinoza». En: Historia de la Filosofía y de la Ciencia. Madrid, España: Editorial Crítica. pp. 167-183.
Hampshire, S. (1973). Spinoza. Madrid, España: Ediciones Doncel.
Hartnack, J. (1987). «Naturalismo de Spinoza». En: Breve Historia de la Filosofía. Madrid, España: Ediciones Cátedra, S. A., pp. 107-120.
Magge, B. (1999). «Spinoza». En: Historia de la Filosofía. Barcelona, España: Art. Blume, S. L., pp. 90-95.
Spinoza, B. (2002). Tratado teológico-político. Barcelona, España: Ed. Folio.
Publicado en https://www.meer.com/es/73521-