El diario del día después. 30 de marzo Día Mundial del Trastorno Afectivo Bipolar

Ricardo Millán González
Profesor asociado, Universidad de Costa Rica
Miembro Correspondiente, Academia Nacional de Medicina

El día uno. Desperté todavía desorientado. Sabía que había estado ahí mismo en algún otro momento. Incluso reconocí algunas de las caras. Estaba aturdido y me dolía la cabeza. Las ideas todavía me llegaban en chaparrones, como cuando las gotas caen tan fuertes que hasta duelen en su contacto con la piel. Me costaba ordenar mis pensamientos de una forma lógica y entender lo sucedido.

Recordé entonces lo bien que se veía mi esposa, que por eso la invité de viaje, ¿qué importancia tendría al fin y al cabo tener que endeudarse si ella se lo merecía?, entonces decidí llevarla a ese lugar donde yo había estado trabajando tanto, con el proyecto que haría millonario a mi jefe, y a mí también, si tan solo trabajaba un poco más, dormía un poco menos, y con ese dinero cambiaría de carro, o me compraría dos o tres, y pagaría las cenas con mis amigos, ellos que siempre están pendientes de mí, de mi bienestar, de mi salud, de mi alegría.

El día cuatro. Recibí la primera visita de mi esposa. Se veía agobiada, un poco preocupada. Las ojeras eran grandes. Me comentó de la pelea a puños que tuve con mi cuñado y de que luego tendríamos que hablar de cómo arreglar algunas deudas. Me mencionó algo de divorciarnos. Estaba un poco alterada, aunque no termino de entender el porqué, si yo todo lo que hago es por complacerla. Empecé a caer en la cuenta de la discusión que tuve con mis compañeros de trabajo, y sabía que la noche de la reunión me pasé de tragos.

El doctor me informó de que esta era mi tercera hospitalización, lo que posiblemente estaba relacionado con mi decisión de suspender el medicamento. Eso, en su momento, lo hice porque con marihuana podía conciliar el sueño, aunque no se lo mencioné. Luego él mismo me informó que los exámenes ya habían detectado esta sustancia.

El día trece. Me dijeron que ya estaba listo para la salida. Mis hijos y mi esposa vinieron por mí. Al llegar a la casa me mostraron los dos carros que había adquirido en la agencia, la ropa que había comprado y unas joyas que había conseguido. Lloramos mucho todos juntos.

De esta saldremos adelante, papá, -dijo Carlos, el mayor, que ya cumplió 21 años-. Estoy dispuesto a atrasar la universidad y a trabajar horas extra para apoyar en lo que sea necesario. Además, mi amigo de la tienda nos puede recibir la ropa de regreso.

El día veintiuno. Mi abogado me aseguró que el reclamo prosperará y podremos devolver los dos carros. Tendré que pedirle al médico un certificado que diga que me encontraba fuera de mí en el momento de la compra. Me preocupan mucho las fotos y los comentarios que difundí en redes sociales; mis amigos dicen que no es para tanto, y que todo en este país se olvida rápido. Sé, en todo caso, que algunos de ellos se han burlado y hasta memes me hicieron.

Ahora que lo pienso, lo que llegué a sentir lo describe a la perfección la canción “don´t stop me now” (no me detengas ahora) de Queen, una de mis bandas favoritas (para ver el video con subtítulos en español e inglés, puede hacer click aquí).

El día ciento treinta y dos. Puedo decir que me siento completamente recuperado. Por fin encontré un trabajo que, aunque no me encanta y gano menos que en el anterior, me permite salir adelante con las deudas y cuidar a mi familia. No he vuelto a fumar marihuana porque ahora tengo más claridad de que posiblemente esto ayudó con el desarrollo de la crisis maniaca. Sí, ya acepté que soy portador de un trastorno bipolar.

En la última visita de control me felicitaron por haber retomado los ejercicios, cuidar mis hábitos de sueño ¾lo que el doctor llama higiene del sueño¾ y por mantener una alimentación libre de productos procesados, gaseosas y comida rápida. También me he tomado el tratamiento como se me indicó e incluso me bajaron las dosis por lo bien que estoy.

Esta es una narración en primera persona que describe una manía, una de las dos fases que en general se observan en el trastorno afectivo bipolar. Bajo esa condición la persona experimenta una euforia intensa, energía excesiva, sensación de poder ilimitado y aumento en la velocidad del pensamiento. Lo anterior se refleja cuando la persona habla muy rápido y usualmente saltando de un tema a otro, tal y como se observa en el segundo párrafo de esta historia; ahí hay un ritmo distinto al resto de la narrativa, sin pausas bien definidas, lo que se representa con la presencia solo de comas y la ausencia de punto y seguido. También se suele observar distracción muy intensa, así como tendencias a incurrir en conductas de alto riesgo (como la pelea a golpes con el cuñado, la exposición en redes sociales, inconvenientes durante la reunión de trabajo que posiblemente derivaron en un despido o gastos no planificados y que luego no podrán ser asumidos).

En muchos casos estos individuos tienen una dificultad importante para aceptar su diagnóstico, motivo por el que suelen abandonar la medicación o tienden a descalificar la evaluación médica. Además, el uso de cualquier tipo de droga, como la marihuana, se acompañan de mayores riesgos de recaídas, tal y como ocurre en esta ocasión. Sin un tratamiento adecuado, existe una grave afectación en el trabajo, las relaciones sociales y en la estabilidad familiar.

Los periodos de recuperación pueden prolongarse en el tiempo, llegando incluso a muchos meses para alcanzar el nivel anterior de funcionamiento. De ahí la importancia de seguir las recomendaciones médicas y el apoyo terapéutico.

Existen tratamientos conductuales y farmacológicos que juntos permiten a los portadores de esta condición alcanzar una buena calidad de vida para sí mismos y sus familias. Si este es su caso, o el de algún allegado, permítase buscar ayuda. En Costa Rica existen muchos recursos que podrán apoyarle.

Día trescientos sesenta y cinco. He cumplido un año desde mi último ingreso al hospital. Mi esposa y yo hemos trabajado mucho para fortalecernos como pareja. A un amigo le comenté mi historia y él ahora se puso en tratamiento y está mucho mejor. Eso evitó que lo despidieran del trabajo.

Me siento bien, productivo y puedo velar por mi familia. Planifico las actividades con antelación y cumplo con ellas. Incluso, hoy me siento agradecido con la vida.