El discurso que no pudo ser

Alberto Salom Echeverría

Había pensado comenzar mi conferencia el 16 de octubre en la UNA, con una frase que descubrí en el discurso de toma de posesión de Nelson Mandela, como primer hombre negro que llegó a la Presidencia de la República de Sudáfrica, el 10 de mayo de 1994. La frase que escogí de manera muy sopesada dice así: “El ser humano no tiene miedo a la oscuridad, tiene miedo a la luz”.

Se iba a efectuar mi conferencia, como se produjo la de los demás rectores que comparecieron, en el marco de la celebración del cincuenta aniversario de fundación de la UNA. Me esmeré por lo tanto en presentar un documento que fuera no solo veraz, sino que ahondara en lo que juzgo debe ser la universidad pública en este siglo XXI. Personalmente me encargué de la invitación de personas queridas, desde líderes políticos, familiares míos, personas académicas, estudiantes y administrativos no solo de la UNA sino de varias universidades.

No obstante, como ya adelanté, se encontró en las redes no oficiales de la universidad, una convocatoria por parte de un grupo pequeño pero influyente de estudiantes, llamando a sus pares a que se presentaran a mi conferencia, pero con propósitos inamistosos y hasta hostiles.

Ante esta situación, no dudé en comunicar que no comparecería a la invitación que respetuosamente se me hizo, porque por los antecedentes que se produjeron cuando fui rector, temí que mis invitados pudieran verse de pronto envueltos en una agitación bochornosa. También entonces, me encargué personalmente de desconvocar a todas aquellas personas que con tanto respeto había invitado.

Mi ponencia de principio a fin posee un tono respetuoso, analítico y propositivo. A pesar de que confío en la fuerza de las palabras que iba a pronunciar, porque soy amante del debate respetuoso y el diálogo constructivo, juzgué que existía una probabilidad muy alta de que mi intervención se viera interrumpida abruptamente. Me preocupó, sobre todo, el irrespeto que de hecho se podía producir contra las personas que iban a estar presentes. Sentí que no tenía derecho a titubear en mi resolución de suspender mi participación, ante la mera posibilidad de que se produjera un bochorno, del que eximo completamente al rector de la Universidad Nacional y a sus autoridades.

Aunque, considero y he reflexionado que, como académicos, como autoridades (de las que obviamente he formado parte), tenemos innegable responsabilidad de no haber sido capaces de formar a la totalidad de nuestras personas estudiantes, en una educación con valores bien acendrados de amor por la auténtica democracia, por la paz y la civilidad, por el diálogo respetuoso, el debate constructivo y al mismo tiempo crítico, pero sereno. Esta reflexión atañe también al cuerpo de académicos y personas del sector administrativo. En la UNA afirmamos que en el proceso de enseñanza aprendizaje, todos somos aprendientes. Porque, cuando hay acoso laboral contra personas de la población ocupada en la UNA y acoso sexual, algunas veces hasta con violencia, contra mujeres tanto del sector estudiantil, del mismo personal administrativo, como del académico, aunque sea propiciado por una minoría, se ha convertido en un problema indeseable que enferma el ambiente universitario y hace que, algunos sectores de la prensa con el ánimo de desprestigiar a la universidad magnifiquen sus efectos.

La universidad en su conjunto debe abocarse a analizar a fondo estas situaciones que he descrito, porque es parte consustancial de la vida universitaria y, por lo consiguiente debemos aprestarnos a asumirla en su integralidad para cimentar más a fondo los valores humanistas que le dieron luz a la Universidad Nacional.

Buscaré la forma de que las autoridades correspondientes, y aquellos académicos, estudiantes y administrativos que me lo soliciten tengan acceso a la ponencia que preparé para esta ocasión. Me siento con el mismo derecho que tuvieron las otras personas que han sido rectores de la UNA, a que mi experiencia como rector sea conocida y debatida entre la población universitaria que esté interesada. Puedo adelantar que el rector González se comprometió conmigo a buscar una oportunidad para que yo pueda expresar mi pensamiento de manera virtual, para subsanar el vacío que se ocasionó con mi renuncia a presentarme a la conferencia como originalmente lo había aceptado y lo tenía dispuesto. No me arrepiento, para proteger a mis invitados, como me lo ha dicho tanta gente, creo haber hecho lo correcto.

Aprecio enormemente las muestras de afecto recibidas, tanto por parte de quienes habían confirmado su asistencia, como de quienes no podían estar, todo lo cual por sí solo me llena de agradecimiento y cariño hacia todas estas personas que me escribieron o se comunicaron conmigo ofreciéndome observaciones muy importantes. Reitero que creo en la importancia de hacer escuchar nuestra voz y defender ese derecho; pero sobre todo creo en la paz, máxime en momentos de un mundo tan convulso y violento como el que estamos viviendo. Tengo la esperanza de que la vida me ofrezca otra oportunidad para departir con la población universitaria y también la de fuera de nuestra “Alma Mater”, me dirijo en particular a las personas que fueron invitadas, en un marco de cariño, respeto y seguridad.

Enviado a SURCOS por el autor.