La vida no vale nada

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

“La vida no vale nada cuando otros se están matando y yo sigo aquí cantando cual sino pasara nada”; así dice una de las estrofas de la canción que durante mucho tiempo acompañara la trova latinoamericana de la voz del gran cantautor cubano Pablo Milanés.

Hace unos días, un medio de comunicación de Costa Rica me contactó para que me refiriera a unas imágenes en circulación donde se veía un camión de gran tamaño rebasar a otro y quedar de frente a una ambulancia, en una carretera del país. Me preguntaba la periodista sobre que podría estar explicando esta actitud del conductor del camión.

Ensayar una respuesta inmediata quizá no dimensiona lo que efectivamente nos está ocurriendo a nivel civilizatorio. En muchas de estas columnas he hablado justamente de esta hora fronteriza, en la que no tendremos retorno si no concordamos un nuevo pacto social en el que la convivencia sea realmente una práctica cotidiana.

Lo que pasa en las carreteras costarricenses no es más que la confirmación de un hecho cierto: la competencia, esa que ha introducido el mercado como valor de uso, nos ha ganado la partida y el desprecio por los otros, por la vida de los otros, es una cosa cierta.

“La vida no vale nada si cuatro caen por minuto y al final por el abuso se decide la jornada” sigue diciendo Milanés en esa joya de canción. 2023, que fue uno de los años más violentos de la historia con más de 900 homicidios en Costa Rica, también lo fue en accidentes de tránsito en tres décadas, con 517 muertes.

La imprudencia, el tiempo restringido, la creencia que el espacio de la carretera me pertenece y, de nuevo, el desprecio por la vida del otro, explican esa suerte de ser humano transformado bajo un volante. En la imagen referida, por suerte, el conductor de la ambulancia pudo esquivar un seguro choque frontal con consecuencias inimaginables. Se observa, incluso, cómo el camión continua su irresponsable paso por el carril contrario, “cual si no pasara nada”.

Es hora de resolvernos. De reinventarnos, de parar esta vorágine en que nos ha convertido el mercado, la competencia, la deshumanización. Paremos ya para que la vida valga algo.