“Me encantó”

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Así presenta una mujer en sus redes sociales un video Tik Tok generado por un hombre costarricense desde un vehículo en movimiento. Hace un par de días un familiar cercano lo compartió en mi muro. Me solicitó mi opinión y le dije que estaba sin palabras.

Pero no es cierto. Aquí apalabro mi sentir sobre estas y otras conductas de cierto tipo de costarricenses a quienes la identidad esencial les ha constreñido su capacidad de asombro y de solidaridad.

El hombre del video muestra una molestia evidente. Se escucha por su voz y se nota en sus facciones, duras, casi violentas. “Me tienen cansado”, dice, “que no nos vean la cara de tontos” reclama “que se pongan a trabajar”, ordena.

Coincidir con los planteamientos del hombre en su video que imagino ya se ha hecho viral, es decir, repetir “me encantó” como forma de compartirlo, revela la consolidación de un núcleo duro de opiniones sobre las migraciones que transitan por territorio costarricense. Implica no reconocer de facto el carácter emergente de los procesos de tránsito regional que, constituyendo una verdadera crisis humanitaria, han experimentado muchas personas venezolanas durante los últimos años.

Estemos o no de acuerdo en el contexto sociopolítico de Venezuela, no podemos obviar que la migración constituye una salida, una estrategia de sobrevivencia para miles de venezolanos que ya no se sienten incluidos en su país de origen.

Cuando pasan por Costa Rica su intención no es quedarse, aunque el hombre del video asegure que ya han establecido una permanencia y por ello les invita a “ser productivos” y “no estar de vagos” en nuestro país.

Una percepción así hay que explicarla. Surge, al decir de Carnero (2021) desde la raíz de un pensamiento de Estado sobre las migraciones, construido a partir de las premisas que ven en sus procesos un problema permanente y cuyas categorías (migrante, refugiado, “ilegal”, por decir algunas), han sido construidas para abonar el marco securitario de los estados nación.

Este pensamiento ha sido compartido por los mecanismos de socialización y comunicación, que terminan por naturalizar la forma en que las personas ven a la migración y las personas migrantes.

No tengo duda que en el país existe una actitud solidaria y mayoritariamente enfocada hacia el apoyo y la comprensión hacia estos procesos y las poblaciones que los experimentan.

En cambio, al sujeto del video habría que invitarlo a pasar unas diez veces por El Tapón del Darién para que sus aguas y aires le laven esa identidad esencial que presenta y esa forma particular de referirse a quienes hoy vemos en las calles del país como pedigüeños, ladrones y vagabundos.

Detrás de cada persona solicitando apoyo hay una historia que no conocemos. Es preciso desmontar ese aparataje de pensamiento estatal que nos orienta la mirada hacia lo que requiere (control, seguridad) y considerar una actitud más humanitaria hasta en las redes sociales.

Empecemos por cambiar las lógicas de nuestros discursos y nuestras acciones. Un día a la vez. Pero empecemos.

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