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Etiqueta: crimen organizado

Pérdida de respeto a la autoridad policial agravaría crisis social

UNA Comunica. 23 de enero del 2024. A plena luz del día, y a vista y paciencia de las personas que transitaban por el lugar, dos sujetos armados acabaron con la vida de un policía en Limón, quien gozaba de su día libre. Esto ocurrió el jueves pasado.

Este suceso se suma a una serie de acontecimientos donde la seguridad de los cuerpos policiales se ha visto comprometida. En Linda Vista de La Unión, dos personas con armas de grueso calibre amenazaron a agentes encubiertos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), el 26 de diciembre anterior.

Lo que queda en evidencia, es el irrespeto que grupos de delincuencia organizada están teniendo sobre la autoridad de los cuerpos policiales. Para el sociólogo y vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional (UNA), Guillermo Acuña, esta es la antesala de una crisis social que eleva a otro nivel la inseguridad que atraviesa el país.

“Este es uno de los primeros indicios de que estamos viviendo un periodo de transformación -en la lógica en que fue conformado el Estado costarricense a lo largo de las décadas-, que ahora están marcando un principio hacia nuevos procesos, que no se sabe cómo van a terminar, pero que en otras latitudes han sido la antesala de una guerra frontal entre el Estado y las estructuras criminales”, reflexionó Acuña.

Con él coincide el sociólogo Abelardo Morales, para quien el país está entrando en una fase peligrosa. “Estamos en una etapa de la violencia muy diferente a la de años atrás, donde hay una inestabilidad provocada por la violencia delictiva y donde el crimen organizado se ha insertado en la vida social costarricense”, apuntó.

En 22 días que lleva el año, 47 personas han sido víctimas de la violencia que se vive en las calles.

Filtración peligrosa

Morales señala que el acontecimiento derivado del irrespeto a la autoridad por parte del crimen organizado es una evidencia de la filtración de estos grupos en el tejido social costarricense, y terminan siendo el resultado del debilitamiento de la institucionalidad y de la poca respuesta que se pueda ofrecer a las oportunidades de educación, salud, ascenso y bienestar al que toda persona aspira.

“Estamos entregando las estructuras sociales y económicas al crimen, y ese es el cambio fundamental en la situación de inseguridad y violencia que se vive hoy con respecto a décadas atrás. Ya hay lugares en Costa Rica, como en otros países, donde un grupo criminal goza de más apoyo y credibilidad que un partido político o una organización social, porque provee medios de vida, seguridad y protección a una barriada”, comentó el sociólogo de la UNA.

Videos que han circulado en los últimos días, muestran al aparente líder de un grupo criminal apodado “Lucifer”, siendo aplaudido y vitoreado por jóvenes de una comunidad mientras viajaba en un vehículo. Esta persona, al parecer, fue una de las víctimas del atentado cuádruple del sábado anterior en Purral de Goicoechea. Este es un claro ejemplo de lo que menciona el experto Abelardo Morales.

Desde un análisis sociológico, Guillermo Acuña señala que existe un “sentimiento de desazón colectivo”, cuando miembros de las fuerzas de seguridad de una nación se ven vulneradas y superadas por parte de los grupos delincuenciales.

El riesgo en la percepción de que las personas que velan por el orden y la seguridad de los ciudadanos se vea vulnerada puede conllevar a otro tipo de riesgos. “La gente podría estar ante el escenario de tomar la justicia por sus propias manos y eso lo hemos visto en otros lugares en respuesta a una sensación en que la autoridad no responde, llega tarde o no llega del todo”, manifestó Acuña.

Desde su perspectiva, en la situación de los cuerpos policiales se aplica la frase de “tigre suelto versus burro amarrado”, en el sentido de que las estructuras criminales han tecnificado sus procesos, cuentan con equipo, logística y organización, mientras que la institucionalidad policial se ve afectada por la falta de condiciones laborales mínimas. “Estamos en total indefensión”, señaló.

Causas

Existen dos factores que, a criterio del sociólogo Abelardo Morales, inciden en la situación de violencia e inseguridad que atraviesa el país.

Uno de ellos está vinculado al hecho de que la educación ha dejado de ser una oportunidad de ascenso e integración social. De acuerdo con el Colegio de Ciencias Económicas de Costa Rica, la tasa de desempleo juvenil cerró el segundo semestre de 2023 en 27,40% la cual es hasta 2,85 veces superior a la tasa de desempleo nacional.

El otro factor que señala el experto es el desencanto de la población por el funcionamiento de la institucionalidad. “Hay un resentimiento sobre el actuar de las autoridades donde se percibe que no castigan, que el sistema judicial no funciona y que se puede prescindir de la ley”.

Para Guillermo Acuña, lo que ocurre es producto de un funcionamiento del Estado que “no está para muchos sectores de la población” y que esos espacios han venido a ser ocupados por poderes fácticos o no políticos. “Para operar, estas lógicas no políticas se apropian de la gestión y administración territorial y de ciertos recursos. Cuando encuentran alguna posibilidad de que haya algún tipo de bloqueo, es cuando acuden a la violencia para alcanzar sus objetivos”.

Este cúmulo de circunstancias hacen que el país haya perdido la “excepcionalidad” de la que ha gozado durante décadas, de un país de paz y seguridad. “Estamos en un punto de no retorno, que nos muestra que el proyecto de construcción social que cimentamos en la década de los cuarenta llegó a su fin, que ya se agotó y que estamos entrando en una nueva fase, menos excepcional”, manifestó Acuña.

Oficina de Comunicación
Universidad Nacional, Costa Rica

 

Imagen: UCR.

Extractivismos y crimen organizado: Apuntes conceptuales

Observatorio de Bienes Comunes

El crimen organizado es un actor presente en nuestros territorios, el cual, tiene diversas estrategias para afianzar su presencia e imponer las condiciones para la gestión de las relaciones de poder. Por estar razón, es una dimensión más, que debemos tener en cuenta para cuando reflexionamos sobre los desafíos que representa nuestros contextos actuales.

Aprovechamos la publicación de CLACSO del libro «Conflictos territoriales y territorialidades en disputa», y en particular el artículo «Crimen organizado, economías ilícitas y geografías de la criminalidad: otras claves para pensar el extractivismo del siglo XXI en América Latina escrito» por Emiliano Teran Mantovani(2021), para destacar algunos aportes conceptuales que nos permitan orientar nuestras reflexiones en torno al transfondo del crimen organizado, en este caso, resaltamos algunos insumos para acercarnos a su conformación y dinámicas de afianzamiento, como lo son: su componente organizacional, el perfil de su carácter criminal, su orientación económica y su forma política.

Es por esta razón, que les compartimos la siguiente infografía, que nos permite exponer estos conceptos para contribuir a nuestras reflexiones personales y colectivas en torno a este actor que cada vez más, representa una dimensión determinante en nuestros territorios.

¿Turismo? ¿de aventura? *

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

En la gran empresa líquida que somos, que nos hemos convertido, el idilio con la naturaleza y la apariencia de una convivencia “pacífica” y armoniosa con el entorno mientras se le transgrede, asalta y violenta de muchas maneras, es una constante.

No somos para nada asertivos. Porque aún asumimos el androcentrismo como razón instrumental para relacionarnos con lo que nos rodea. Porque la naturaleza es ella y el hombre requiere aún, dominarla. Somos invasivos con la naturaleza y los cuerpos de los otros.

Senderos, caminatas, fotografías de pájaros, cataratas, arroyos, sitios vírgenes, todo ha quedado subsumido ante esa necesidad de invadirlo, de descubrir el último lugar del mundo en el que está civilización de la barbarie y las pandemias, se ha convertido, nos hemos convertido.

Mientras usted lee esta reflexión con la que he iniciado la columna semanal, una familia del sur del continente o bien de lugares distantes como China o Nepal, cruza literalmente para salvar sus vidas y las de los suyos, las impenetrables murallas naturales y violentas del Tapón del Darién, esa frontera inexpugnable entre Colombia y Panamá, que ha adquirido carácter sexy para los medios de comunicación, debido a su reciente descubrimiento como nota informativa y sucesera.

Al tiempo que esa familia china, nepalí, venezolana intenta cruzar y saldar los riesgos y peligros naturales y del crimen organizado que merodean los 100 kilómetros que componen ese “no lugar”, un grupo de turistas guiados por la empresa alemana “Wandermut”, a la que habrán desembolsado 3.600 euros más el tiquete aéreo para ser traslados “a la selva”, tienen su experiencia excitante y exótica de internarse en las fauces de ese infierno.

A pocos metros del drama. Realmente pocos.

Traducido al español como la aventura senderista, Wandermut es una muestra más de ese sinsentido naturista y posmoderno que nos caracteriza como la civilización que cerró la puerta y apagó la luz, antes de acabar para siempre con la vida en el planeta.

El artículo, del cual extraigo algunos elementos para escribir esta columna, no deja de sorprenderme: si a un turista de estos, amante de la aventura y el senderismo posmo le llegara a pasar algo, podría tranquilamente en medio de la selva sacar su teléfono satelital y llamar un helicóptero de rescate para que baje en su auxilio.

En lo que llevamos de este extraño 2023 más de 240.000 mil personas migrantes han cruzado esa frontera, exponiéndose a los peligros y las constantes vejaciones que les produce el crimen organizado y la delincuencia transnacional, que ha hecho suyos esos territorios.

Para ellos, los migrantes, no hay satélite ni helicóptero posible. Ni siquiera imaginar un rescate al estilo Hollywood.

En días pasados el dato que se conocía era demoledor: este año, según la agencia de Naciones Unidas para la infancia (UNICEF), se han roto todos los récords de tránsito de niños, niñas y adolescentes por la zona: 40.000 han cruzado y la cifra tiende a ir en aumento.

En un artículo de pronta publicación, trabajo una idea acerca de la espectacularización insidiosa de las migraciones internacionales, al ser expuestos los miles de migrantes africanos que llegan a las costas mediterráneas por el lente irrespetuoso del turista que obtura la cámara de su teléfono, para subirla rápidamente a sus redes sociales. Hay ahí una odiosa mirada colonial, racial y desigual.

Me parece que algo de humanidad debemos mostrar ante estos hechos. Recorrer los senderos que tenemos a nivel interno, donde está alojado ese espíritu que requiere sanarse.

Esos son los caminos más urgentes de explorar y aventurar. A la naturaleza y los migrantes: ¡dejémoslos de una buena vez en paz!

* Ideas en borrador sobre un artículo compartido hace pocos días en una red de académicos, académicas y activistas de la migración de toda América Latina, con quiénes en ocasiones comparto algunas reflexiones. El artículo puede ser consultado en: https://latinoamerica21.com/es/migracion-se-puede-hacer-turismo-en-el-infierno/

Costarricenses, estamos en guerra

Dr. Álvaro Salas Chaves

Estamos en una guerra declarada contra un enemigo extraordinario: el crimen organizado, el narcotráfico y la corrupción, un terrible monstruo de tres cabezas. Estos enormes enemigos nos están succionando la vida a cada paso. Nos están matando a nuestros hijos, a los que van o vienen del trabajo, a los que se quedaron por fuera de los programas educativos que ofrecía el país y fueron a aumentar el enorme grupo de ¨no preparados para el trabajo¨ Están matando a los cientos de costarricenses que los programas de lucha contra la pobreza, por años y años, no alcanzaron a protegerlos de los flagelos del hambre, la marginación y la miseria. Nos están matando anímica y espiritualmente, a esos cientos de costarricenses que, como resultado del desprecio de la sociedad, por generaciones, se convirtieron en crueles sicarios que asesinan a sangre fría, llenos de odio y saña.

Cada vez, las imágenes de la televisión son más explícitas. Las redes sociales muestran sin el menos empacho, los crímenes en vivo y en directo, donde los niños y jóvenes aprenden a matar con sus armas de palo y hasta cómo huir en sus destartaladas bicicletas.

Estamos en guerra y tenemos que actuar ya. No podemos esperar un milagro, ni los recursos tecnológicos y financieros infinitos que se necesitarían, para al menos, intentar controlar la situación actual.

Comencemos por el Gobierno de la República. Señor presidente, ya pare esta campaña de odio y división de la familia costarricense. Llevamos catorce meses de contemplar impávidos como en cada conferencia de prensa, usted crea claramente un enfrentamiento entre funcionarios, ministros, diputados, jueces, periodistas y empresarios. Si no se había dado cuenta, se lo informo, el resultado es el “miedo”. Todos tienen miedo. Por favor, el gobierno debe llamar a la concordia, a la unidad nacional de todos los sectores, a unirse como un solo puño contra el enemigo que nos destruye. Estos no son tiempos para destruir, suficiente con lo que está pasando con la violencia extrema en la sociedad. Estos son tiempos para unir, para tirar puentes, no para dinamitarlos.

El gobierno tiene todos los hilos del poder en la mano. Úsenlos para sumar fuerzas, para crear un contingente de hombres y mujeres capacitados y formados en cada uno de las especialidades de la lucha contra el narcotráfico, el crimen organizado y la corrupción.

Primero, ya hay que capacitar y formar a nuestros policías profesionalmente en las universidades del país, en todo el territorio nacional. Ya tenemos que contar con cursos de formación profesional de los mandos superiores de las fuerzas del orden. Evitemos el desgaste de las discusiones entre los rectores y los ministros de hacienda y educación. Siéntense todos y armen ya los cursos de formación superior de las policías con el apoyo internacional de Estados Unidos, Israel, el Reino Unido, Francia y Alemania. Ellos están sufriendo los mismos tres flagelos que nosotros tenemos y han aprendido mucho de lo que hay que hacer.

Segundo, dediquemos todos las energías del gobierno, la empresa privada, las cooperativas y organizaciones de la sociedad civil a crear empleos. Urgen cientos de miles de empleos, desde los más humildes hasta los más complejos. Necesitamos arrebatarle al enemigo de tres cabezas, lo único y mejor de este país, los jóvenes y las jóvenes, especialmente. El gobierno ya debe crear un sistema de incentivos a todos los sectores productivos, dando beneficios y prerrogativas que los estimule a ampliar su actividad económica y a crear nuevos empleos. Cada vez que se abra una actividad económica nueva, debe formar parte del cuerpo legal y gerencial, los planes para incluir a muchos costarricenses que están urgidos por años, de un empleo. Por ejemplo, tres grandes empresas tienen ya la autorización para iniciar proyectos de exportación del cáñamo y la mariguana de uso industrial y medicinal. Con el mismo impulso que se inició, la empresa y el Instituto Nacional de Aprendizaje deben de iniciar juntos, la capacitación de los trabajadores y técnicos en ese campo.

Tercero, la banca debe formar parte integrante fundamental de todo este esfuerzo nacional. Los tres, el crimen organizado, el narcotráfico y la corrupción, necesitan utilizar los productos bancarios que se ofrecen para el manejo del dinero en toda la gama de actividades posibles. Hay que continuar, como muy bien lo hicieron los señores diputados, los magistrados, la Fiscalía General de la República y el Organismo de Investigación Judicial, con la reforma y creación de las leyes que garanticen la trazabilidad del dinero corrupto y podrido que circula por las cuentas de los cientos de ¨impensables beneficiarios ocultos¨ de esta actividad asesina.

Cuarto, la formación y capacitación de los maestros y profesores de las escuelas, colegios y universidades. Se trata de asumir la enorme responsabilidad que todos tenemos con los niños y adolescentes que, en número de cientos de miles, deben de mantenerse en los programas educativos, contra viento y marea. No podemos permitir seguir perdiendo estudiantes para irse a la actividad ilícita, por fantástica que se la hagan ver. La única forma que existe es motivando a sus maestros y profesores. Comprometerlos con sus estudiantes y familias, todos juntos si podremos lograrlo. Aquí de nuevo, las universidades nacionales, todas, deben de abrir sus aulas, en acuerdo con el Ministerio de Educación, para la incorporación de nuevas estrategias educativas, nuevos conocimientos y saberes que otros países han experimentado con éxito: Finlandia y Portugal son buenos ejemplos.

Quinto, la Familia, mucho de lo que nos está pasando es por haber abandonado a la familia a su suerte. Creímos que lo único y más importante era el trabajo, los buenos salarios y la buena vida y se nos olvidó que la familia era el núcleo fundamental sobre el cual se asentaba toda sociedad. Había que dedicarle el tiempo necesario para que creciera y floreciera y por supuesto para que diera sus frutos. Los resultados son desastrosos. Se ha roto la familia, volver a pegarla nos va a costar mucho esfuerzo.

Sexto, protejamos a la Caja Costarricense de Seguro Social. señor presidente, por favor, con todo el respecto, no siga atacando a la institución que vela por la salud y las pensiones de millones de costarricenses. El muro de contención que evita que esta guerra declarada sea peor de lo es, se llama Caja Costarricense de Seguro Social. Hace apenas catorce meses, los médicos y las enfermeras, los microbiólogos y los psicólogos con los farmacéuticos y todo el resto de los técnicos y profesionales de la salud de esta extraordinaria institución eran héroes. Hoy, hemos olvidado que tuvimos una pandemia y pareciera que ahora los villanos fueron los que nos protegieron. Pare ya señor presidente, no continúe vilipendiando a lo mejor que tiene este país.

Documento compartido con SURCOS por Óscar Aguilar Bulgarelli.

Con la seguridad nacional no se juega

Comunicado del PAC

  • Presidente Chaves niega que la seguridad nacional está en crisis.
  • Ignora que el índice de homicidios en 4 meses de 2023 es el más alto de la historia del país.
  • Retira de la corriente legislativa el proyecto de ley «Crimen Organizado», eliminando la posibilidad a los tribunales de extender la prisión preventiva a personas implicadas en delitos relacionados con el crimen organizado. Esta posición del presidente es contradictoria con las demandas de la población y del Poder Judicial de dotar de herramientas legales que le permitan aplicar el peso de la ley a las mafias organizadas y controladas por el narcotráfico.

Señor presidente, no juegue con la seguridad nacional. Díganos, ¿cuál es la verdadera justificación del retiro del proyecto de ley?

 

Imagen ilustrativa, UCR.

Los chantajistas del Gobierno y de Zapote

Vladimir de la Cruz

Vladimir de la Cruz

Es claro a toda la ciudadanía que el residente de Zapote actúa constantemente intimidando, amenazando, descalificando, burlándose de la gente, de los periodistas, de los analistas y críticos políticos, de sus opositores. Para ello había montado, como parte de su argucia a las baterías de troles.

Sus poses normales son del bravucón, del presionador, del amenazador, del extorsionista, del que espera controlar comportamientos sin dar posibilidad de elección. Por eso intimida procurando disminuir la autoestima y el valor de sus “contrincantes”, los que él escoge para atacarlos exhibiéndolos de mala forma, y manipulando, de esa manera, sus imágenes públicas, casi reduciéndolas a cosas para tratar de lograr sus propósitos. En esto hay que reconocerle al mandamás de Zapote que es eficaz y eficiente, sabiendo sacar provecho de esas situaciones, que le provocan una imagen pública fuerte, de autoridad necesaria que faltaba en el país, y bastante simpatía en las encuestas, cuando en el entorno nacional se ha venido socavando, desde hace mucho tiempo, todo lo que es “político”, la misma democracia y sus instituciones, de modo que el gobernante aprovecha la situación para presentarse como el salvador. Poco falta para que se le vea como el “Amado Líder”. Ya empezaron a soltar sus jaurías políticas en las calles alabando y ladrándole salameramente al líder.

Su intimidación, sus amenazas, su forma de extorsionar a la gente, aparte del temor reverencial que provoca, lo hace sin ofrecer compensaciones positivas. Al contrario, ofrece la violencia, la destrucción moral de su atacado y difamado, por la forma que lo hace, procurando que se actúe de una determinada forma.

Es claro que no ha entendido, hasta hoy, cuál es el papel del gobernante frente a la ciudadanía y frente a los grupos organizados, que no son parte de su argolla. Desconoce lo que es la tolerancia en todo sentido, pero especialmente la tolerancia política, que es la que debe primar en un régimen democrático y con gobernantes democráticos. Y, carece, en ese sentido de esa inteligencia política que debe adornar a cada gobernante.

Los actos del gobierno son por su esencia políticos, realizados o impulsados por el gobernante. No puede un gobernante esperar que todo se le acepte a ciegas, sin lectura de sus propuestas, sin analizar los efectos de las mismas.

Toda la vida política de Costa Rica se ha construido y desarrollado a base de conversaciones políticas, de pactos, de acuerdos, de convencimientos políticos. Desde el Pacto Social Fundamental Interino de Costa Rica o Pacto de Concordia, del 1 de diciembre de 1821, se trazó la idea del Pacto, del Acuerdo, como conceptos para hacer caminar la nación costarricense al momento de la Independencia. Hoy tenemos su resultado enriquecido con 13 Constituciones y una inmensa cantidad de acuerdos y pactos políticos, en las más duras condiciones, que permitieron dar pasos de gigantes. Justamente en estos días podemos recordar algunos de esos Pactos, el de Ochomogo, el de la Embajada de México, el Figueres Ulate, que se firmaron hacer 75 años, que modelaron la Costa Rica actual, surgidos esos acuerdos de las balas, del humo de los fusiles y de los 3000 muertos que cayeron en aquellos difíciles días.

El Presidente de Zapote frente a la ausencia de una guerra como la de 1948, sin contexto de ella, como Don Quijote, ha visto molinos frente a él que debe enfrentar. Dinamitar puentes, ha dicho, y todo lo que se le enfrente y obstaculice en sus propósitos y luchas es lo que amenaza hacer.

En ese afán carece el Presidente de una Dulcinea a su alcance inmediato, y ni siquiera imaginario, a quien le pueda ofrecer sus hazañas gubernativas, que no se ven. Más que una Insula Barataria quizá sueña con su Insula Zapotaria, donde él es el Gobernador nombrado, donde ejerce su gobierno como si fuera el Gerente moderno de ese feudo, en la práctica más asimilado en el ejercicio gubernativo a Sancho Panza que al propio don Quijote.

Pues bien, nuestro gobernador de Zapotaria, ha propuesto, junto con sus escuderos parlamentarios un chantaje, una extorsión, una amenaza a los diputados. Ha propuesto en la Comisión de Seguridad del Poder Legislativo que se eliminen las objeciones, que diputados del Frente Amplio han puesto al Proyecto de Ley que tiene que ver con el aumento de jornada a 12 horas diarias, a cambio de aprobar los proyectos de ley que tienen que ver con la seguridad ciudadana, hoy tan amenazada, tan frágil, por las acciones del crimen organizado, por la posible liberación de jefes de bandas criminales en los próximos días.

Estos proyectos de ley no se pueden mezclar porque responden a realidades y valores sociales diferentes. Urge atender la seguridad ciudadana. No urge resolver lo de aumentar las jornadas de trabajo a 12 horas diarias. Con la extensión de las jornadas la inseguridad de la vida de los trabajadores va a aumentar porque estarán en las calles hasta 14 o 16 horas diarias, por el desplazamiento, de ida y vuelta, a sus trabajos, oportunidad ideal para que sean asaltados, secuestrados o asesinados mientras esperan los buses a esas horas de la madrugada o de la noche.

Si el gobierno no atiende la urgencia de la aprobación de la Ley del Crimen Organizado, en las discusiones parlamentarias que inician en mayo, es porque al Gobierno no le interesa, como parece ser, atender el problema de la seguridad ciudadana, porque el miedo y el temor que la inseguridad produce le favorece al gobierno para ejercer su autoritarismo, su militarismo, sus desplantes de acciones gorilescas de la policía sobre la población y periodistas. O, en el peor, y extremo de los casos, porque desde Zapotaria hay coordinación con los líderes de esos grupos delictivos, como hacen los líderes autoritarios en algunos países cercanos, para que sus actuaciones, no del todo reprimidas ni controladas, permitan alentar el ambiente de miedo y de terror, que el gobernante autoritario de Zapotaria usa y aprovecha para ejercer su dominio institucional con temor, con intimidación, como se está ejercitando en el país.

La urgencia en Costa Rica es detener el crimen organizado. Esta es la prioridad nacional en cuanto a las leyes que estarán en discusión a partir de mayo.

La forma en que los representantes del Presidente y el mismo Presidente presionan a los diputados, con el chantaje de la aprobación de los dos proyectos, los coloca en la misma situación de esos líderes criminales delictivos, que de esa forma presionan en las comunidades a ciudadanos, a trabajadores, a pequeños empresarios para pagar peajes o pagar seguridad, para asegurarles su vida o sus bienes.

El chantaje que se está proponiendo a los diputados con el trámite simultáneo de las dos leyes, en la forma que lo quiere hacer el gobierno, es un delito de amenazas, que viola un bien jurídico fundamental, el de la libertad y la intimidad de los diputados en este caso, y el de las personas en general, ya que se atenta contra el normal desarrollo de la vida de las víctimas del crimen organizado y las de sus familiares.

Ese chantaje emocional y político que se impulsa por el Gobierno y sus voceros parlamentarios es una forma inadecuada, irrespetuosa y agresiva de comunicación, como suele hacerlo el Presidente.

Los diputados no deben caer en la trampa, en el engaño del trámite de los dos proyectos de ley, el de seguridad y el de jornadas de 12 horas, como si estuvieran en una balanza. El que cae por su peso, por su importancia, el que debe discutirse separada y exclusivamente es el de la Ley del Crimen Organizado.

 

Compartido con SURCOS por el autor.

Dolientes de ocasión en el templo neoliberal

Marcos Chinchilla Montes

No siempre una persona asesinada en las calles josefinas recibe tanta atención mediática como la que viene recibiendo Marco Calzada; incluso la Conferencia Episcopal y hasta algunas personas diputadas se dieron en el pecho ante tan ingrata muerte.

Quisiera recordarle a esos medios y a otros tantos dolientes de ocasión, que dos menores de edad que yo conocía fueron vilmente asesinados en similares términos en los barrios del sur: a Graciela con doce años, una bala le cegó la vida; y a David con casi 15 años de edad, lo mataron a tiros. Recientemente murió Kendra a sus 21 años, consumidora de drogas desde los 13 años, madre adolescente, ignorada por el sistema.

No vi a los medios, a la Conferencia Episcopal y a los diputados indignados por esas muertes; claro, todo apunta a que hay muertos que valen más que otros. Los miserables son solo una estadística policial; desechables desde siempre y hasta la muerte; personas a las que se les negó un proyecto de vida, aunque también tienen familia y amistades a quienes les duele su partida. Incluso por varios años queda hasta un grafitti en alguna pared del barrio.

Pero vale recordarle a esos dolientes de ocasión, que en muchos casos ellos fueron y son cómplices del asesinato de Marco, de Graciela, de David, de Kendra y de cientos de personas que mueren a manos de la delincuencia y el crimen organizado. Durante más de 40 años impulsaron políticas económicas que tejieron una sociedad de exclusión y pobreza, una sociedad en la cual el ser humano no se constituye por lo que es, sino por lo que tiene, y la seguridad material -negada para millones de personas por el modelo económico neoliberal-, se debe conseguir a toda costa, aunque sea por medio de la violencia y la muerte, por el robo de un celular que finalmente termina en las manos de un taxista igualmente cómplice.

La Costa Rica que se distinguía por sus altos niveles de justicia y seguridad social, quedó enterrada por la voracidad neoliberal que sigue siendo la máxima.

Se equivocan esos dolientes de ocasión si piensan que con oraciones, cierre de bares, nuevas leyes, más policías o hasta cámaras con reconocimiento facial, la ola delictiva va a desaparecer o reducirse; la misma es estructural, y para superarla se requieren medidas estructurales orientadas a distribuir la riqueza, fortalecer la seguridad social y crear oportunidades de desarrollo humano realmente incluyentes. Pero eso es mucho pedirle a la clase política, al empresariado o a un Nogui Acosta que está más interesado en cobrarle nuevos impuestos a la clase trabajadora. Recuérdese este gobierno le da aumentos de salarios del 98% a sus ministros, mientras que a la población trabajadora le receta un exiguo 1.24% de aumento, valor no solo incapaz de compensar la inflación, sino que también a la postre aumentará la exclusión social, inexorable caldo de cultivo de la violencia que vive el país.

Décadas atrás entrevisté en Ciudad Juárez a un menor de edad que era parte de un cartel de droga; su autopercepción sobre su futuro era muy reducido: tenis, armas, mujeres, una camioneta, dinero para su madre. Todo se tenía que tener y disfrutar ya: mañana posiblemente estaría muerto. Justo así, piensa una parte de nuestra niñez y adolescencia; la cárcel no le asusta, la muerte no es con ellos, el futuro no existe. Nuestros dolientes de ocasión tienen perdida su batalla moralizadora desde su misma concepción.

PD. Y que dicha no fue una mujer a la que asesinaron en el barrio chino, lo más selecto del conservadurismo machista costarricense habría terminado de rematarla con frases como “que hacía una mujer sola a las 12 de la noche en San José”, “o se lo merecía por aventada”.

En defensa del Poder Judicial

José Manuel Arroyo Gutiérrez

Dice la candidata Lineth Saborío que está a favor de eliminar la reelección automática de integrantes de la Corte Suprema. En primer lugar, hay que aclararle al electorado que la reelección automática no existe en Costa Rica. Por razones justificadas y con la mayoría de dos tercios, la Asamblea Legislativa puede remover o no reelegir a un magistrado. Es un sistema equilibrado que busca garantizar la independencia judicial para no hacer de los miembros de Corte simples marionetas de los políticos de turno, amenazándolos permanentemente si sus decisiones no son del agrado de éstos.

Doña Lineth fue directora del OIJ. No puede decirse que ignora la importancia de órganos judiciales independientes. En su momento aspiró a ser magistrada de la Corte sin lograrlo. Eran tiempos en los que todavía se valoraba, en la mayoría de los casos, el peso jurídico de los aspirantes. Doña Lineth después dejó botada su carrera judicial por meterse en política. En tiempos donde la demagogia hizo de la llamada seguridad contra la delincuencia el tema de campaña, ella dilapidó su patrimonio como policía para ocupar una vicepresidencia, nada sobresaliente, por cierto.

Aparte de asegurarle trabajo a su esposo y otras personas cercanas, no se le recuerda ningún logro significativo. Después quiso volver al Poder Judicial, pero ya no era tan sencillo el retorno. Había que hacer exámenes y acumular méritos para el reingreso y ella no los tenía. Ahora, otra vez en campaña, la emprende de nuevo contra el Poder Judicial. Está de moda emprenderla contra los jueces. Hace rato el PUSC, el partido de expresidentes ayer involucrados en graves casos de corrupción y hoy con algún diputado cercano a narcotraficantes, considera necesario debilitar, aún más a la Corte Suprema, obligando a sus miembros a portarse bien por breves cuatro años porque de lo contrario, los políticos no los reelegirán.

Estamos avisados: la corrupción y el crimen organizado avanzan a paso firme y tendrán patente de corso para actuar a sus anchas.

DIGO

José Manuel Arroyo Gutiérrez

         Digo –con permiso del sublime Debravo-, que esta justicia no es ciega para todos. Si lo fuera, tendría mejor calibrada su balanza y sentiría, con mayor precisión, los pesos en sus platillos. También acertaría más al momento de asestar sus golpes con la espada.

         Pero digo que no son así las cosas; que hay puño de hierro para los desheredados de la tierra y guante de seda para los poderosos; que las cárceles están atestadas de hombres jóvenes (entre 15 y 35 años), de baja o nula escolaridad, sin oficio y en un 80% por delitos contra la propiedad. ¿Nos dice esto algo sobre la distribución de la riqueza y de las oportunidades en la sociedad en que vivimos? También abundan, cada vez más, las mujeres reclutadas por el narcotráfico, las del menudeo, las mujeres-camello, las madres-burro; las que han sido empujadas a la ilegalidad por el hambre de sus hijos. Para estos ciudadanos de segunda hay defensa pública, por suerte en nuestro país, un servicio para todo el que lo necesite, todavía de calidad, al que por cierto algunos le llevan ganas.

         Digo que ni la balanza ni la espada de esta justicia alcanzan al corrupto que recibe una pena irrisoria, casi una condecoración; el poderoso al que se le anula la prueba clave y sale ileso; al presunto que sale huyendo y regresa cuando todo está prescrito; al abusador para el que se desempolvan las penas alternativas y las conciliaciones.

         Digo que aquí hay un serio problema ético cuando el abogado termina siendo parte del engranaje mafioso o corrupto. Y digo que los contratos de honorarios “ley entre partes” o de “cuota litis” por muy legales que sean, siguen siendo inmorales; que no es correcto que el abogado termine pagándose con los dineros mal habidos o con las propiedades y bienes del sujeto desesperado por la amenaza de cárcel. Digo que el Colegio de Abogados, ante esta cruda realidad, no puede seguir viendo para otro lado.

         Digo también que en efecto, esta justicia opera, en la práctica, con ciudadanos de primera, de segunda y hasta de quinta categoría. Desde Rousseau y Beccaria el delincuente es una especie de enemigo al que hay que expulsar, por haber roto el contrato social que lo obliga a respetar los derechos de sus congéneres. Nada muy nuevo ni original tiene esto del “derecho penal del enemigo”.

         Pero los enemigos han sido siempre “los miserables” de Víctor Hugo. Nunca quienes desde sus privilegios cometen todo tipo de tropelías impunes o abusan del derecho. El sistema punitivo ha sido siempre selectivo y discriminatorio en contra de los más débiles; opera con eficiencia sólo contra la delincuencia común, los marginados, los extranjeros, los emigrantes, los jóvenes rebeldes y por supuesto los pobres, siempre los pobres. En cambio, la maquinita se traba cuando, casi por casualidad, logra captar a individuos perseguidos por delitos no convencionales, los del crimen organizado, los perpetrados al amparo del poder político, económico, religioso, o de cualquier otro tipo de influencia social, incluida cierta prensa y hasta organizaciones deportivas y del espectáculo. Éstos son los verdaderos privilegiados del sistema, los ciudadanos clase “A”, los que cuentan con todo tipo de apoyos y recursos, con los “mejores” abogados (¿o sólo “los más caros”?), con fiscales negligentes y con jueces temerosos o ambiciosos. Éstos son los que se defienden atacando, los que alegan persecución política, los que se enferman para escapar de la prisión; en fin, los que, si pueden, terminan sentando en el banquillo a policías, fiscales y jueces honrados y cumplidos.

         Y digo por fin, a contrario del poeta, que esta justicia sí que tiene bien ganado su sitio en el infierno.

VENDER EL ALMA AL DIABLO

José Manuel Arroyo Gutiérrez

         Hace ya bastantes años, en una lección del posgrado en Ciencias Penales de la U.C.R., el eminente profesor Dr. Francisco Castillo González nos ilustró con una enseñanza más propia de la ética profesional que del derecho penal. Nos decía sentencioso, palabras más, palabras menos, lo siguiente: “un abogado penalista puede llevar algún caso de narcotráfico; lo que no puede es tener clientes narcotraficantes…”.

         El tema tiene cercanía con otras cuestiones muy propias de la ética profesional. Por supuesto que el derecho de defensa, para todos y todas, está garantizado para cualquier tipo de delito y hay que respetar ese principio. Pero sabemos igualmente, desde hace décadas, que las organizaciones mafiosas clásicas, tipo “Cosa Nostra”, tienen a su servicio gabinetes de economistas y contadores públicos, bufetes de abogados, así como políticos, clérigos y hasta policías, fiscales y jueces comprados. Hay mucho dinero de por medio y esa es una tentación para cualquier profesional sin escrúpulos, dispuesto a venderle el alma al diablo.

         Conocemos el vínculo íntimo e indisoluble que estas agrupaciones mafiosas exigen: fidelidad absoluta o muerte. También somos testigos de eventos, incluso en nuestro provinciano medio, de litigantes más o menos conocidos que, en efecto, terminan en la cárcel o son liquidados en algún atentado.

         Para mediados de la década de los años ochenta del siglo pasado, época de la lección del Dr. Castillo González, la verdad es que Costa Rica apenas comenzaba a familiarizase con el narcotráfico y su morfología mafiosa. Pero con el devenir de los tiempos, para desgracia de todos, otras formas de crimen organizado han asentado sus reales en esta arcadia bucólica.

         Principalmente se ha hecho evidente la corrupción “públicoprivada” y pido licencia para usar estas dos palabras juntas porque el fenómeno delictivo que representan es uno y el mismo, las dos caras de la moneda, una sola bestia bicéfala.

         Sería entonces pertinente, hoy como ayer, a propósito de la ética profesional, afirmar que un abogado penalista puede llevar algunos casos de corrupción, pero no debería especializarse en ellos ni tener sólo clientes cuestionados por las figuras típicas asociadas a esta modalidad delictiva. Aunque ya sabemos también que abunda el dinero de por medio, y hay muchos diablos sueltos comprando almas.