¡Agradezcan que queremos justicia y no venganza!

Carlos Campos Rojas
23 de octubre de 2023

Bajo esa consigna se lanzaron los sancarleños el 22 de octubre a las calles de Ciudad Quesada, para reivindicar la trágica pérdida de la vida de Yuliana Quirós Ureña a manos de un violador recurrente y asesino, que andaba en la calle haciendo de las suyas, mientras el sistema de justicia dormía plácida y holgadamente.

La ciudadanía manifestaba su desencanto de un sistema de representatividad que la abandonó y la dejó en manos del narcotráfico y en ese momento, un comando de sicarios baleaban a una inocente niña en una plaza de fútbol, porque saben que quienes deben ejecutar la ley, hace rato volvieron la cara para desentenderse, pues es una técnica fascista acrecentar el miedo y la ignorancia, para dominar y mantener un pueblo sometido, mientras sus jefes, los narcotraficantes, hacen de las suyas, porque cuentan con el apoyo de un político que les abre la puerta de par en par; un banquero que les guarda el dinero y un juez que no los meta a la cárcel y para redondear, como lo decía Pablo Escobar, un periodista que les haga bombo.

Desde la Presidencia de la República, el silencio y el menosprecio a enfrentar y ponerle coto a esta epidemia de violencia, solo tiene explicación porque: hay miedo a comerse la bronca o porque hay una autoridad política superior que da las órdenes y no le importa el país. Pero, además, porque cuenta con el respaldo para ello, de intereses empresariales poderosos, donde ni los gremios que los agrupan se atreven a llamar a cuentas, como sí lo hacen con rabia, cuando son sus intereses políticos e ideológicos los que están en juego. Hoy están escondidos, sumados a las disparatadas soluciones que emanan de palacio y respaldan los legisladores y una prensa irresponsable, no sabemos si por miedo o esperando el momento para aprovechar y hacer sus negocios.

También estamos claros que el problema se acrecienta, cuando los EEUU con todo su poderío y su incidencia en nuestro país y que además nuestro presidente se somete respetuosamente a su jerarquía, haya sido incapaz de contener el desplante del que se jactan quienes ponen la droga en los puertos europeos y estadounidenses, a no ser que estemos ante un experimento fracasado como el de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF), cuando suplieron legalmente de abundantes armas de guerra a los carteles mexicanos y los hicieron más poderosos.

La ciudadanía fue abandonada y sometida al silencio, la orfandad política a que estamos sometidos, donde en medio de las elecciones municipales, no sabemos cuántas personas candidatas son financiadas por estos grupos, porque ni la Fiscalía, ni el TSE logran eficacia en detener este flagelo, haciendo de la democracia una palabreja sin sentido ni contenido y del sistema de representatividad un ejercicio fallido.

Como El Soberano y en el marco constitucional, solo quedan las personas ciudadanas responsables, acompañadas de las personas de la función pública y los empresarios responsables, para sacar adelante el país, debemos asumirnos con el poder que nos otorga la Constitución Política y convocarnos para poner en orden este desorden que nos han generado quienes les otorgamos un puesto de representación y usurparon un poder que nadie les confirió. Deberán rendir cuentas y asumir las consecuencias de sus actos, tal como lo establece nuestra Carta Magna, debemos vencer el miedo y una legalidad inmoral y espuria, con la que han cobijado sus fechorías, no será la venganza lo que nos mueva, sino la justicia que anhelamos.

Debemos reconocer nuestra responsabilidad como pueblo, al haber permitido que nos construyeran como una nación individualista que no le importa el vecino, que condenó la solidaridad y el bien común con los que construimos nuestra República y que nos tiene en esta ola de violencia y desigualdad social.

Es el momento de darnos la mano, de encontrarnos, participar activamente en la toma de decisiones y demostrar que somos capaces de recuperar el país y construir las oportunidades, la riqueza y la paz que nos pertenecen.