La función política del lenguaje

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

“Te van a comer los perros” le habrían gritado desde la tribuna. En anteriores columnas nos habíamos referido a este hecho ocurrido recientemente en un estadio de fútbol costarricense. No es solo el grito xenofóbico lo que es posible escuchar: tras este insulto, se esconde la construcción de un lenguaje deshumanizante que utiliza calificativos despectivos, inferioriza, barbariza.

Recientemente un artículo publicado en la BBC en su sección de noticias mundiales, señalaba la función de ese tipo de lenguaje: “se encuentran en el lenguaje de los enfrentamientos en todo el mundo: viejas figuras literarias y calificativos despectivos que buscan retratar a grupos enteros de personas como si fueran de alguna manera menos que humanos”, mencionaba la reflexión a propósito del conflicto Israel-Hammas y de cómo los bandos en pugna no solo usan la tiranía de las armas sino que también el fusil de la palabra que hiere, agrede y mortifica.

En escenarios crispados, desiguales, tensos, lo que se dice de los otros y las otras es igual o más importante que un enfrentamiento físico. En ocasiones se devela frontal, como en el caso de los insultos en un estadio costarricense hacia un jugador nicaragüense. En otros momentos el ejercicio es más bien velado y se maquilla detrás del humor y, ahora, del meme en redes sociales.

Si bien la deshumanización del otro a través de la palabra resulta en una especie de “aniquilación simbólica”, una suerte de desaparición del sujeto, también debe recuperarse el carácter político, el orden del discurso desde la premisa foucaultiana, en el que estrategia y sentido resultan de primer orden.

En una reciente conversación con la poeta, actriz y activista guatemalteca radicada en Estados Unidos María Herrera, refería a la potencialidad del lenguaje cuando se utiliza para resistir al poder.

Contaba de su decisión de leer sus textos poéticos en español en una actividad organizada en Los Ángeles California. A contrapelo de los organizadores, insistió en su lectura en su idioma materno: “es que ya es bueno que el español sea defendido”, decía.

En un país con cerca de 60 millones de hispanos, el que el español sea visto como herramienta de resistencia habla claramente acerca del sentido político del lenguaje en un momento histórico como el presente.

Si bien las palabras hirientes impactan subjetividades, también su uso como herramienta de reivindicación nos muestra el camino hacia sociedades cada vez más inclusivas.