Mirando al mundo

Luis Ángel Salazar Oses

El mundo que, referido a la Tierra es el conjunto de todas las cosas y seres existentes más la Humanidad y, referido al Universo es todo lo que le constituye, hoy, gracias al ilimitado desarrollo de las ciencias, las artes, las letras, la filosofía, es decir, de todo el quehacer cultural humano, como nunca, se nos presenta como el ámbito infinito en el que, libremente, desarrollamos nuestros sueños, ilusiones y proyectos, cada vez más convencidos de que lo utópico lo podemos alcanzar mañana y lo imposible, pasado mañana.

La condición fundamental para tratar de lograr estos posibles e «imposibles», es hacerlo libremente, de manera tal que nuestros sentidos externos e internos puedan conseguir, obviamente integrados al resto de nuestra inteligencia y, sin barreras de tipo alguno físicas  y/o ideológicas que nos obliguen a mirar en direcciones específicas, hacernos presentir, sentir y, si es del caso, resentir, la realidad plena, teatro y recurso fundamental de nuestro accionar. 

Especialmente nuestro Planeta mundo, hoy nos ofrece por los cuatro puntos cardinales y sus diferentes combinaciones, múltiples opciones económicas, políticas, sociales, culturales  y ecológicas para escoger, mezclar y aceptar o no, como proyecto personal o para nuestro país. Dicho sea de paso mucho esfuerzo físico e intelectual, mucho sudor, lágrimas, sacrificios e, incluso, vidas, nos ha costado como humanidad, ganar y disfrutar esta libertad.

Por todo lo anterior nos preocupa profundamente que, precisamente a la entrada de dos templos -Centro de la Cultura y Biblioteca Pública de Grecia-, que por su naturaleza están destinados a  defender, fortalecer, fomentar y predicar esta irrestricta libertad en la que, como humanos, nos va la vida misma, hayan colocado una hermosísima escultura que reboza de libertad de mirar libremente al mundo, atada y condenada por no sabemos qué retrógrados prejuicios, a mirar al norte, que, a esa imagen de libertad altiva, irreverente como debe ser, síntesis de la energía vital que hoy más que nunca necesita nuestra sociedad y en especial su juventud para, repito, mirar libremente, la hayan fijado, en extraña posición de lado, «Mirando al norte».

Sinceramente no creemos que nuestro respetado y querido amigo Arquitecto Luis Alonso Ramírez, autor de esta exquisita obra que nos evoca tanto a Atenea como a Prometeo y,  a quien conocemos como un ejemplar insumiso, le haya bautizado así. Respetuosamente sugerimos que liberen a este universal símbolo de la Humanidad redimida, buscadora de nuevos e ilimitados horizontes y, ubicándola de frente a quienes ingresen a esos dos templos del reflexionar y del hacer, la titulen con el imperativo único: «INVESTIGUEMOS», como mandato totalmente acorde con el espíritu de la Grecia clásica y las necesidades de la Grecia que hoy somos y mañana serán.