Sobre la politiquería

Luis Ángel Salazar Oses

Luis Ángel Salazar Oses

La politiquería es la Política trucada, prostituida, degradada, esto es, manipulada y preparada con toda clase de ardides y trampas; para convertirla en uno de los instrumentos más perversamente eficientes, empleados en la defensa, fortalecimiento y ampliación de los más nefastos intereses de las minoritarias argollas y sus secuaces que, a través de los siglos han explotado a los Pueblos del mundo. Aunque en sus manifestaciones más elementales cualquier persona puede emplearla y, de hecho lo hacen muy frecuentemente con más o menos éxitos, la politiquería se ha ido convirtiendo en una práctica, muy lucrativa por cierto, que requiere para el logro de sus malvados propósitos del concurso de auténticos especialistas, con amplios y profundos conocimientos de la Política, esa Ciencia que hemos calificado de enciclopédica en sus saberes y noble en sus quehaceres, a los que agregan un esmerado perfeccionamiento en las diferentes ramas de las artes teatrales. A esta variada y robusta panoplia agregan, no olvidarlo, toda la protección, apoyo y financiamiento de sus amos, los grandes ricos y poderosos de todos los tiempos.

Así armados, se lanzan omnipotentes por las buenas y las malas a conservar esclavos a los ya menguados y, ante todo a convertir en vasallos totalmente enajenados a las nuevas generaciones, a la niñez y la adolescencia de cada época. Para lograr estos infames propósitos invaden, sin consideración alguna, actividades fundamentales e ineludibles para la convivencia y el progreso humano como la educación -pública y privada-, a la que, robándole su esencia liberadora, la convierten en su antítesis, esto es, en domesticadora, cuya función otrora redentora, la convierten en esclavizadora; a la comunicación social, mediante el manejo de los grandes medios de comunicación, la tergiversan de tal forma que termina siendo una cadena de mentiras tan perfectamente engarzadas que consiguen, por ejemplo, que el Pueblo que somos terminemos odiando a nuestros auténticos amigos y amando a nuestros peores enemigos, defendiendo a muerte, por ejemplo, a la «democracia» costarricense, cuando se sabe que en nuestra Patria nunca hemos tenido democracia sino plutocracia esto es, gobierno de los grades ricos; a la religión la trocan en fuente de todo tipo de temores y complejos que nos convierten, por un lado en los únicos e individuales culpables de todas nuestras desgracias, siendo nuestra única salida la de sufrir, a modo de expiación acá en la tierra, toda clase de vejaciones, explotaciones y humillaciones, con tal de que, como premio, podamos disfrutar, después de nuestra muerte, del reino de Dios y, por otro lado, en mantenedores con nuestros diezmos, de las más criminal casta de vividores, de fuente fundamental de convivencia humana la convierten en mortal opio para el Pueblo. Otro de sus campos de acción predilectos es el jurídico en su doble función de proveedor de paz, mediante la impartición de justicia y de castigo. A la Justicia la convierten en defensora de los explotadores y represora de los explotados. Al sindicalismo, uno de los pocos campos de acción que poseen las y los trabajadores para la defensa y ampliación de sus legítimos derechos, lo penetran y lo convierten en su antítesis, en una teoría y práctica cuyo único fin es neutralizar toda acción realmente válida para el logro de sus justos propósitos originales y, en nido de dirigentes vividores que se ganan su mullida vida aparentando pretender cambiarlo todo, precisamente para que nada cambie.

Sin agotar el campo de acción de por sí casi infinito, de esta plaga politiquera, nos referiremos como último ejemplo, a la familia como institución. Conscientes de que precisamente en los primeros años del ser humano, en él se fijan los conocimientos y mitos más difíciles de borrar luego, la plaga politiquera sistemáticamente acomete por todos sus flancos a la familia, vía medios de comunicación, religión, etc, etc, inculcándole toda clase de prejuicios, de falsas concepciones que la familia fácilmente e, incluso muchas veces con la mejor intención, inyecta en la mente y costumbres de su descendencia.

Uno de los peores resultados de todo este proceso es que el politiquero y su politiquería, hacen que el Pueblo que somos, terminemos odiando a la Política y a quienes noblemente la practican, de manera tal que esta actividad literalmente vital para el auténtico e integral progreso de nuestra especie, se vea como un venenoso terreno y una cueva de ladrones en la que las personas decentes jamás deben siquiera poner sus plantas y mucho menos su esfuerzo. Justamente lo que la plutocracia hegemónica y sus secuaces politiqueros desean pues, de inmediato, pasan a convertirse en los amos y señores del motor político de nuestro país, de la dirección a su antojo de nuestra Patria, eso es lo que hoy sufrimos.

¿Cómo detectar al politiquero y a la politiquería? No es difícil hacerlo pero sí requiere de quien ejecute esta tarea, tarea por cierto que ineludiblemente todas y todos debemos asumir, primero, una mentalidad bien informada, analítica, crítica, creativa y libre; segundo, armados con estos fundamentales instrumentos de observación y estudio, sumergirnos de lleno en nuestra realidad política local, regional, nacional y mundial, teniendo como guía tres premisas a saber, a la o al politiquero solo le interesa en última instancia su bienestar y el de sus amos, Con ese propósito emplean la politiquería como simple instrumento de acción; la o el politiquero propone grandes cambios siendo que realmente emplea a la teoría y la práctica politiquera para que todo siga favoreciendo sus intereses y los de su mafiosa casta; finalmente, la o el politiquero, aunque demagógicamente siempre predican lo contrario, no tienen más valores que los que le dicta su egoísmo en su irrefrenable búsqueda de riquezas. Así, convierten a la Humanidad y a Naturaleza en materia prima para crear riquezas especialmente pecuniarias y, aunque predican democracia, en su cotidiano quehacer practican y defienden la plutocracia y especialmente la cleptocracia, es decir, el gobierno de las y los ladrones. En fin, las y los politiqueros hoy te abrazan y, mañana te dan la puñalada por la espalda. ¿Qué hacer? ¡Política!