CLOSE

Daniel Lara

Existe una amplia variedad de géneros y temáticas dentro del vasto mundo del cine, los hay de mero entretenimiento, en su mayoría de pésima calidad formal y muy escasa esencia constructiva, lastimosamente es el más extendido en las salas de cine y en las versiones actuales de streaming. A veces tenemos la suerte de encontrar verdaderas joyas que recrean algún pasaje histórico con rigor, sobre la vida de gentes, ya sean notables, desdichados o de viles seres humanos. Pero pocas veces asistimos a historias de ficción que logran recrear con suma maestría los más profundos intersticios del alma humana y de sus relaciones con otros seres humanos.

CLOSE es una obra de arte, muy fina y cuidadosa en el tratamiento de los sentimientos que se destilan en su metraje. Versa sobre los afectos, el amor, la amistad, los prejuicios sociales y la responsabilidad de nuestros actos cuando afectan a los otros, a los amigos, al ser amado, a nuestros hijos o progenitores. La ruptura de los vínculos que amalgaman corazones y sus efectos sobre el alma, la culpa, el remordimiento y su superación no siempre fácil. Un film centrado en lo humano, alejado del mundo artificioso de las cosas, las cosas que nos dominan y parece que cobran vida propia. Aquí lo propio es la existencia de lo que nos distingue como personas que sienten, aman y sufren. Nada de extraterrestres y robots que tanto dinero atraen en las taquillas.

Leo y Remi, los protagonistas de CLOSE, son dos niños que comulgan sueños, juegos, travesuras y que habitan en algún lugar de la campiña belga contemporánea. Sus familias respectivas son testigos del amor infantil que se prodigan ambos chicos, a veces duermen juntos en casa de uno o de otro. La transparencia de su afecto y complicidad está magistralmente captada por la cámara en sus miradas. CLOSE es una bella y trágica historia construida con las miradas de los protagonistas. Los primerísimos planos permiten, gracias a las miradas, adentrarnos en la profundidad de los sentimientos que se destilan; es imposible para el espectador, al menos sí le asisten mínimos de sensibilidad, no lograr empatía con el drama que está en juego. Nuestros ojos y nuestras miradas logran decir muchas veces lo que la palabra ausente, contenida o gritada no logra. El alma tiene su ventana en los ojos y la palabra la ratifica. Ambos recursos, el ojo y los labios, nos permiten comunicarnos y cuando no nos vemos y no nos hablamos perdemos humanidad, humanidad de la buena, de la que construye y nos religa en comunidad.

Los niños Leo y Remi terminan su escuela primaria y entran juntos desde el primer día a una secundaria en donde no conocen a nadie y también desde los primeros días son sacrificados en el altar de la heteronormatividad. Son los otros niños y niñas los juzgadores de su entrañable amistad. Calificados de homosexuales por su cercanía amorosa límpida y transparente sufren el acoso despiadado de sus otros coetáneos. Leo impactado por la discriminación ad portas recula de su relación con Remi y hace esfuerzos impostados por parecerse a los otros chicos “iguales”. Ahí empieza el drama, el dolor de la separación, la falta de comunicación entre ellos y la profunda depresión de Remi que lo lleva al suicidio. El suicidio como paliativo del dolor ante la perdida del otro amado. Las miradas toman otro color, son esquivas y la palabra queda muda. Un nudo en la garganta y un silencio sepulcral en la sala. Fue imposible para mí contener el que mis ojos parecieran tubos de agua rotos.

El afecto y el amor entre los contrayentes, sean niños o no lo sean, no conocen de planes preconcebidos, no distingue edades ni colores de piel, sexos o géneros. Simplemente se da o no se da el encuentro. Pero cuando se rompen los vínculos sufre los que se van y los que se quedan. Y siempre habrá otros que juzguen y condenen a los implicados amorosamente, tal vez por su misma incapacidad de darse y fluir libremente. Atados a la norma social, al dictado religioso, de clase social u otros malditos e inútiles diques que nos descalifican como animales supuestamente superiores. Vivir sin dar amor es estar muertos, zombies entre cosas. Así son condenados los niños Leo y Remi y así pareciera el derrotero de nuestro desgraciado mundo que se debate entre guerras, desigualdades y destrucción del ser que más deberíamos amar: la Tierra.

La fotografía, el manejo de cámara, la edición y las actuaciones son soberbias. Gracias a la Sala Magaly y a su bien atinada curaduría tenemos el privilegio de ver obras como CLOSE y recientemente el ESPIRITU DE LAS ISLAS que también comparte el tema de la separación de dos amigos adultos. En ambas la palabra mutilada conlleva a la tragedia. Ninguna reconocida por la banalidad frecuente de Hollywood.

CLOSE (2022)

Bélgica

Dirección y guion de Lukas Dhont