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Hay que volver a encender los motores de la educación del siglo XXI

Alberto Salom Echeverría

Introducción.

Los costarricenses nos hemos ufanado, desde finales del siglo XIX por ser un país próspero, por haber contado con un sistema educativo que ha contribuido a apuntalar el desarrollo socio económico en diferentes períodos. La declaratoria de la gratuidad de la enseñanza primaria, se produjo durante la administración de Jesús Jiménez, 1869. A su vez, la primera institución pública de secundaria se fundó en Cartago, en el año 1842, durante el mandato del Dr. Francisco Morazán (sin embargo, bajo la Orden de los Jesuitas el colegio funcionó desde 1748); el primer Liceo de Niñas se crea en la administración del Dr. José María Castro Madriz, decreto N.14 del 19 de mayo de 1847. Con posterioridad, a finales de esa misma centuria, se crearon otros colegios públicos, como el Liceo de Costa Rica, fundado en la administración de Bernardo Soto Alfaro y siendo secretario del ramo de educación don Mauro Fernández Acuña, en 1887; apenas un año después, es decir, en 1888, se funda el Colegio Superior de Señoritas en la misma administración. Este sistema ha sido un pilar para crear bases importantes que, han dado sustento a la democracia. Quizás hemos sido demasiado jactanciosos, porque ni el desarrollo socio económico ha sido siempre tan frondoso, ni el sistema democrático tan sólido, justiciero y equitativo como lo hemos pregonado. Pero, todas estas instituciones educativas resultaron emblemáticas, esencialmente porque abrieron camino.

Lo que sí es cierto es que, Costa Rica le tomó la delantera a los países centroamericanos y a la mayoría de los latinoamericanos, principalmente a partir de la segunda mitad de la centuria pasada, en cuanto a la extensión del sistema educativo y la alfabetización de nuestra población. Según datos del 2017, la tasa de alfabetización llegó al 96.1% de la población mayor de 15 años. No obstante, en adelante veremos que, ya no podemos seguir alardeando con ello, ni nos podemos contentar con darle una mirada superficial al sistema educativo, puesto que sometido a un análisis más riguroso e integral, como los que se han efectuado recientemente, por el Estado de la Nación y la misma evaluación efectuada por la OCDE en el 2017 que, aunque adolece esta última, de sesgos ideológicos que no puedo compartir, hizo acopio de una gran cantidad de datos que muestran el rezago que el país ha experimentado en materia educativa, denominado “apagón educativo”.

A pesar del descontento que ha emergido en la población en general, respecto al estado de la educación, todo indica que los motores y el impulso que se le dio a la educación en el pasado reciente se ha detenido, los motores se apagaron y nos vemos sumidos en un desconcierto en cuanto al rumbo que debemos imprimirle al sistema educativo, para salir del atascadero. Hay datos extremadamente preocupantes de este gobierno en particular, que revelan falta de acometividad, desorientación y ausencia general de criterio acerca de cómo consolidar un sistema educativo, que funcione entrelazado, o sea de manera armónica y eficaz. Adelanto únicamente un dato que da muestras palmarias de lo expresado: dice el académico de la UNA, Pablo Chaverri Chaves que el gobierno actual hace una exposición en la que “habla de mejorar las ayudas y que van a universalizar comedores y dar dos tiempos de comida, pero -aquí viene lo central- la Contraloría acaba de reportar que el gobierno está aplicando la reducción más grande al presupuesto educativo de los últimos nueve años. -Remata diciendo- Programas como becas, transportes y transferencias a centros educativos están en grave peligro, en perjuicio -obviamente agrego- de miles de estudiantes. -Termina inquiriendo- ¿Cómo, por tanto, lo van a hacer?” Me referiré a esto en breve. (Cfr. Chaverri Chaves, Pablo. “¿Hay Ruta en Educación?” Periódico La Nación, página quince. 19.03.23)

No existe una política pública clara, que le confiera a la educación la prioridad que es requerida para que sea el ariete que necesitamos a fin de dar aliento a un desarrollo sostenible, con equidad y justicia social.

Declarar la educación como prioridad y crear un verdadero eficiente y eficaz sistema educativo.

Algunos gobiernos, el actual bajo la conducción de Rodrigo Chaves como el que más, se han dado a la tarea de supeditar cualquier objetivo de política pública, si es que lo tienen, a que le cierren los números en la propuesta presupuestaria entre las entradas y las salidas. O sea, cero aumento del déficit fiscal. Me apresuro a señalar que es evidente que debe haber una conjugación entre los objetivos de la política y el estado de las finanzas públicas, especialmente cuando estamos en períodos de crisis, como es el caso. Se impone una gran disciplina fiscal, lo que significa control del gasto público y obligación de prestar más atención a las prioridades gubernamentales. Pero esto es una cosa, y otra muy distinta es lo que está haciendo el actual gobierno, a saber, no solo no asignar recursos frescos a educación para atender sus necesidades urgentes, sino, como quedó dicho, “…aplicar la reducción más más grande al presupuesto educativo de los últimos nueve años.” Según datos de la Contraloría General de la República. (citado por Chaverri). Aquí solo caben dos posibilidades, o el gobierno de Chaves aplicó aumento al presupuesto cero, generalizado a la totalidad de los ministerios y en algunos casos hasta reducciones, o la educación no está dentro de las prioridades de la actual administración. Cualquiera de las dos opciones es grave para el país.

Si lo cierto es lo primero (ofrezco disculpas por ignorar el dato), la administración Chaves está aplicando una política super restrictiva de las finanzas públicas, contrapuesta a cualquier objetivo de desarrollo. Hasta donde he investigado, no existe en el mundo un país desde la crisis de 1929 hasta el presente que, ante una crisis contractiva de la economía, haya deprimido todas las variables de esta (lo que equivale a aumento cero en los ministerios), y, aun así haya salido indemne en las tareas del desarrollo. Se produce todo lo contrario, los países que han adoptado esa política neoconservadora se han estancado o han retrocedido gravemente, habiendo debido pagar un precio muy alto en lo social. Si lo ocurrido es la segunda opción, el poder ejecutivo se está contradiciendo con sus propuestas de campaña, y estaría incurriendo en un gran engaño a la ciudadanía y al mismo tiempo, ha incurrido en un grave error estratégico, trasladando la educación a un segundo o tercer plano. En tal caso, el “apagón educativo”, se prolongará indefinidamente.

Al país le urge, ante el caos prevaleciente en el sistema educativo, una declaratoria de política pública para la educación, que la haga prioritaria; se debe instalar un fuerte control del poder legislativo sobre el ejecutivo, a fin de que respete sus propias prioridades establecidas en el programa de gobierno y además ejecute las inversiones que se establezcan en el presupuesto, con extrema eficiencia, eficacia y rindiendo cuentas al centavo.

Por otra parte, hay que crear, porque en la vida real no existe, un verdadero sistema educativo nacional, desde la etapa preescolar, pasando por la primaria y la secundaria, hasta la universitaria. El sistema existe, pero en el papel. Se habla de cuatro sectores, preescolar, educación básica, educación diversificada y la enseñanza superior o universitaria. Si tal es el sistema, para comenzar, está desintegrado. Con lo anterior quiero decir que, se trata de cuatro sectores cada uno de ellos con sus propios problemas y necesidades insatisfechas; o sea, constituyen un bloque inorgánico por partes desiguales, inconexas entre sí; inclusive las primeras tres, por más que existe un ente rector como es el ministerio de educación, no se mantiene una conectividad que le de sentido a cada sector en función de la totalidad. Por otra parte, en la educación nacional hoy, ante la aparición de la revolución científico-tecnológica, se convierte en un tema imprescindible contar con la educación universitaria pública, cuyos componentes las universidades, sí han logrado crear su propio sistema en CONARE y son las que están preparadas para brindar un aporte de calidad, en asesoría al resto de las instituciones educativas de los niveles anteriores. Se plantea que este aporte de los universitarios repercuta tanto en los constante cambios que se producen en los conocimientos, merced a la revolución científico-tecnológica, como en apoyo pedagógico a los docentes. El aporte a los docentes debe ser constante, por la incesante transformación del conocimiento en todos los campos del saber. Dicho aporte, a pesar de que las universidades están dispuestas a darlo y hay constancia de ello en proyectos particulares, carece de la debida planificación y organicidad.

En la organicidad de este sistema de educación nacional, la autonomía universitaria no solo no es un impedimento, sino que, la independencia que ello supone en el acceso al saber científico por parte de los profesores universitarios, constituye más bien un requisito para la calidad. Por ende, debe concebirse como un sistema que respeta la autonomía de las universidades, así como también la relativa independencia de las partes para que cada una cumpla con su misión en inextricable interrelación con el resto del conjunto. Hay más. El sistema debe contar también, como muy bien lo acaba de sugerir en un interesante artículo el catedrático universitario Juan Carlos Mora Montero, con otros espacios familiares, y otros entes de la sociedad civil como son los colegios profesionales, las organizaciones sociales y comunales. Y -agrego yo- organizaciones gremiales de empresarios, de cooperativistas, asociaciones solidaristas y sindicatos, todos ellos especialmente del sector de la educación. (Cfr. Mora Montero, Juan Carlos. “¿Por qué fallan los intentos por mejorar la educación”? Periódico La Nación, página quince, 23/03/2023.)

Se trataría entonces de un sistema complejo, no por eso ineficiente e ineficaz como es ahora, sino ágil y flexible en el que las interacciones no se den exclusivamente por la vía institucional. Una de las premisas del sistema consiste en que, para alentar una educación moderna, eficiente y eficaz, que haga frente a los problemas que hoy acogotan a la educación en sus diferentes partes y en sus ligámenes, debe existir participación, en lugar de que las soluciones vengan únicamente de ‘arriba para abajo’. Otra de las premisas es que el sistema en su conjunto y cada parte deberán estar sometidos a evaluación constante, exhaustiva para que pueda haber mejora. También debe haber rendición de cuentas ante los organismos de evaluación, ante los destinatarios de los servicios de la educación y para con los organismos legales institucionales y constitucionales que corresponda a cada sector.

Algunos de los problemas centrales con los que habrá que lidiar.

Hay problemas persistentes en la educación, mientras otros forman parte de ciertas coyunturas, económicas, políticas o sociales. No me referiré de nuevo a la ausencia real de un sistema de educación, ni tampoco a la falta de conectividad de que adolece toda la institucionalidad educativa; ya quedó expresado supra.

Entre los más persistentes citamos los siguientes:

La desigualdad social y la pobreza que padece la sociedad costarricense repercute de manera consistente, profunda y sistemática en la institucionalidad educativa. No haré en esta ocasión un examen minucioso de ello, porque los datos están contenidos de una manera profusa tanto en el informe estadístico de la PEN, CONARE, “Estado de la Nación” 2016, como por el Centro de Datos del Instituto para Estadística de la UNESCO, así como por varios documentos de la OCDE, entre ellos “Panorama Económica de Latino América” (sic), (2015), “Educación de un Vistazo” (2016), “Excelencia y Equidad en Educación”, PISA, Editores OCDE (2016); entre otros. Pero sí es preciso señalar que, uno de los sectores que de acuerdo con los aportes más recientes sobre educación deben alcanzar solidez, es aquél en el que Costa Rica tiene más debilidades, como es la educación preescolar. Es allí, en la pura “puerta de entrada” del sistema como la denomino, donde menos acceso tienen los estudiantes de escasos recursos económicos. Por lo consiguiente, ya entra a la educación general básica con serias desventajas respecto del resto de los educandos.

Únicamente, muestra el informe de la OCDE (2016), el 63% de los niños asisten a dos años de preescolar y menos del 10% de los menores de 4 años se benefician de los servicios de atención. También se reconoce en dicho informe una deficiencia para inculcar habilidades cognitivas, críticas, emocionales y sociales; por lo que se acentúan las desventajas de los niños menos favorecidos.

En el caso de la educación general básica, el 33% de los estudiantes, al concluir carecen de habilidades centrales y el 30 % ya ha desertado. En la educación diversificada, alrededor del 51% de los estudiantes que se encontraban en el 2011 entre los 25 y 34 años, no había siquiera llegado a la educación diversificada. Esto implica, que esos jóvenes deberán intentar insertarse en un mercado laboral cada vez más competitivo con graves rezagos. Por lo tanto, el sistema puede describirse como un embudo, que se va haciendo cada vez más angosto conforme se va ascendiendo en cada nivel escolar. En las universidades públicas, aunque los sistemas de becas han mejorado sustancialmente, abriendo oportunidades claras para los más pobres, los jóvenes que provienen de los hogares más pobres, ya se habían desmontado del sistema educativo desde antes. Si lo vemos por zonas rural-urbanas, la desigualdad se nos presenta magnificada. A corto plazo, las oportunidades para jóvenes de más escasos recursos económicos, sociales y culturales se tornan desalentadoras.

Otro de los problemas serios con el que habrá de vérselas el sistema, es el del trabajo infantil, concatenado con el anterior. Los estudiantes se ven obligados o son conminados por sus padres a abandonar la escuela o el colegio, para integrarse a algún trabajo. Hasta el momento no ha habido forma de contrarrestar esa circunstancia de muchos en la niñez o adolescencia. El resultado para el sistema educativo es el de una deserción temprana de estudiantes.

Por otra parte, muchos padres de familia tienen muy poco que ver con sus hijos ya sea en la escuela, en la secundaria y aún en la universidad. Algunos porque sus escasos recursos cognitivos y culturales los inhabilitan para involucrarse con sus hijos, otros por su ingente dedicación a sus responsabilidades laborales, o bien, sobre todo en el caso de las mujeres, por su ocupación en las domésticas, o en ambas.

Una enorme cantidad de estudiantes confronta serios problemas de rendimiento académico, y es una de las razones, junto a los apremios económicos que inducen la deserción escolar. En muchos otros casos los mismos docentes son los que experimentan una desactualización y rezagos en sus habilidades y conocimientos, para lo que existe insuficiente atención. Está flaqueando el sistema de educación permanente.

No obstante, los esfuerzos de las universidades en la concreción de nuevas carreras, todavía tenemos una propuesta educativa limitada, especialmente en lo que se denominan las carreras STEM (Ciencias, Tecnologías, Ingenierías y Matemáticas por sus siglas en inglés). En este aspecto he advertido que no se debe caer en la trampa de bifurcar la oferta académica entre las carreras STEM y las que pertenecen al campo de la educación, las ciencias sociales, las letras y las artes, porque he expresado que lo primero que requerimos es la formación de profesionales conscientes, humanistas, solidarios, dotados de excelente preparación científica, artística o técnica; pero no compro la moneda de que nuestro sistema educativo se deslice a la formación de “técnicos o tecnólogos” en cualquier campo que sea, con prescindencia de una sólida formación en el humanismo.

Las bases y objetivos de un sistema educativo integral.

Considero que debe haber ciertas bases, propósitos y valores que deben estar presentes transversalmente, a lo largo de todo el camino de la educación ciudadana, pero es menester comenzar desde la fase preescolar:

1. Una educación para formar una ciudadanía consciente de sus responsabilidades consigo mismo y con todos los seres humanos, sin distingos de clase social, de ciudadanía, de sexo y género; con respeto irrestricto a las personas independientemente de la etnia a la que pertenezcan, independiente también de sus creencias religiosas o políticas, así como de su orientación sexual.

2. Una educación que mantenga la perspectiva de una formación integral e integradora, multi, inter y transdisciplinaria particularmente en la formación universitaria; que inculque el amor por la naturaleza, puesto que somos hijos de ella y no sus dueños, como antes se creía. El ser humano debe ser educado para defender la naturaleza, lo que significa defender la vida de todo el reino animal y vegetal.

3. La educación debe tener como eje la estricta igualdad de la dignidad entre la mujer y el hombre, y entre los géneros; las actitudes discriminatorias y violentas no deben tener lugar en la especie humana. Hay que educar para una vida consciente, un ser humano justo y solidario, que ame la libertad propia en correspondencia con la de los demás.

4. La educación debe fomentar los valores humanistas e igualmente el amor por el conocimiento científico, lo mismo que por la cultura universal, el arte, la música, la filosofía, el deporte.

5. Una educación que vele concienzudamente por la formación teniendo en cuenta las necesidades especiales de todas las personas y abra oportunidades para todas ellas, haciendo las adecuaciones curriculares que sean necesarias.

6. Una educación para la formación de seres humanos amantes de la paz y la civilidad.

7. Una educación para una convivencia civilizada, respetuosa del otro y de la otra.

 

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