La venta del Castella

Dr. Oscar Aguilar Bulgarelli

Todos los integrantes del mundo de la Cultura estamos indignados, bravos, furiosos o desconsolados por la extraña venta del Teatro Castella.

Dice el presidente de la Fundación responsable de esa venta, que de por sí, las instalaciones son un cucarachero, viejo e inservible. Tal vez esa definición sea más apropiada para el cerebro de sus vendedores.

Solo una atrofiada mentalidad, no puede entender el concepto de Patrimonio Cultural que significa ese teatro, esas viejas paredes y el hermoso mural construido por dos Premios Magón nada menos. Lo que significa el esfuerzo hecho por el gigante de nuestra cultura como fue Arnoldo Herrera, que se dilapida por un puñado de dólares, un tanto grande, sí, pero que jamás será suficiente para pagar tanto esfuerzo, sudor y lágrimas que quedaron en sus viejas bases y luego los de cientos de estudiantes, profesores, actores y actrices e intérpretes de orquestada y grupos musicales, que han desfilado por sus escenarios, vestidores y pasillos.

En un país que verdaderamente respeta la inteligencia y su patrimonio, obras como el Castella o el Variedades, se recuperan y reconstruyen para mil usos, ¡pero jamás se destruyen! Y no venga el presidente Gustavo Rojas con que lo sustituirán por otro moderno y sin cucarachas, porque eso no sustituye precisamente, el valor intrínseco que tiene el viejo teatro y su historia.

Lamentablemente vivimos el mundo materialista que lo corrompe todo, y así poco a poco vamos cayendo en manos de los “mercaderes del Templo y los Judas” para los que todo tiene un precio en metálico, hasta su conciencia.

Horroriza el silencio del Ministerio de Cultura y Juventud en el que, aunque haya sido invadido por la mediocracia de este gobierno, no debe quedarse callado, en silencio, viendo pasar el cortejo sin siquiera ruborizarse. Pobre cultura costarricense, ¡a qué oscuras cavernas te han llevado!

Uno mi voz a la protesta y al esfuerzo que se haga para salvar al Castella, antes que una mañana nos topemos con la sorpresa que un tractor acabó con su historia y hasta con el mural de los magones.