Y, entonces, ¿privatizamos los bancos?

Luis Paulino Vargas Solís

Últimamente varios escándalos manchan la imagen de los bancos públicos: Banco de Costa Rica (BCR) y Banco Nacional (BNCR). En el primer caso, respecto de negocios realizados por la Sociedad Administradora de Fondos de Inversión (SAFI), en los cuales hay claros indicios de manejos irregulares y corruptos, con perjuicio para quienes han invertido en esos fondos. En el segundo, la cuestión de la Asociación Solidarista, y el robo, por ₡3,3 miles de millones en efectivo, hurtados de la caja fuerte (que no bóveda) del propio banco.

Diferente al “cementazo”, que hace unos años golpeó al BCR, en estos tres casos no aparecen involucradas figuras políticas de alto nivel. Esto nos advierte que, contrario al mito popular, la corrupción no es, ni mucho menos, patrimonio exclusivo de las élites políticas. De hecho, el hobby favorito de los muy ricos de Costa Rica es el fraude fiscal y la ocultación de la riqueza, todo un glamoroso ejercicio de corrupción a gran escala. O, como en lo del robo en el BNCR, donde un tipo de nivel clase media es actor principal.

La cuestión entonces es: ¿Qué hacemos? ¿Privatizamos los bancos públicos?

Eso sería tirar el chiquito junto con el agua sucia de la tina. No nos conviene.

La evidencia es clarísima: los bancos públicos son mucho más eficientes y dan aportes muy superiores que los que dan los privados:

  • El número de agencias y sucursales de los bancos públicos triplica la de los bancos privados, y alcanza los lugares más lejanos, donde estos jamás llegarán.
  • Las cargas parafiscales que aportan los bancos públicos hacen que su contribución fiscal prácticamente duplique la de los privados.
  • Aun cuando todo lo anterior eleva los costos de los públicos, sus tasas de interés son, la gran mayoría de las veces, más bajas, y, en ocasiones, mucho más bajas. Dos ejemplos: construcción y consumo, donde, hoy día, las tasas en los privados exceden hasta en 5,6 puntos porcentuales las de los públicos.
  • Los diversos indicadores de eficiencia que miden el “margen de intermediación financiera” (M1, M4 y M4A), demuestran una amplia ventaja a favor de los bancos públicos.

Atacar los problemas de corrupción en la banca pública no pasa por la privatización. Esa es solo una necedad ideológica y un negociazo corrupto. Son urgentes reformas que contemplen aspectos como los siguientes:

  • Total independencia de las influencias politiqueras del gobierno de turno.
  • Estrictos y rigurosos mecanismos de rendición de cuentas.
  • Supervisión ciudadana desde organizaciones independientes.
  • Supervisión técnica desde organizaciones calificadas, independientes del negocio financiero.